Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Estremece su voz nítida como el arroyuelo que pasa entre las faldas de las crestas de la geografía venezolana. Está frente a la lente del Canal Encuentro de Argentina, hablando con su contundencia, con su pasión auténtica, con su alma de Bolívar reencarnado.
«El socialismo hay que crearlo, pero sobre bases científicas, en base a una doctrina. Nosotros tenemos que revisar todo lo que Carlos Marx planteaba. Debemos ver que el capitalismo lo convierte todo en mercancía y hasta los seres humanos terminan con un precio. Yo recuerdo que un capitán me decía: Chávez, cuándo vas a tener un carro que te represente, y yo le decía que yo no valía por mis bienes. Y un día me dijo: Chávez tú eres comunista, y yo le dije: Mi capitán, no me ofende.
«Yo veo cinco frentes de batalla contra el capitalismo y por el socialismo. Primero: la batalla moral. No ser socialista por decreto. Es muy fácil decir soy socialista, pero lo primero que hay que tener es conciencia del deber social, desprenderse de sus intereses personales, de sí mismo. Yo se lo digo a los sindicatos, que luchan por sus reivindicaciones, y les digo que ellos hacen marchas, pero que debían protestar por los que viven en los ranchos de miseria y no por los intereses individuales, sino por los colectivos, por eso sostengo que la batalla moral es fundamental, es lo fundamental. El segundo frente es el político: la democracia, pero no la burguesa liberal, sino la protagónica, más que la participación. Es necesario el control popular, el poder popular.
El socialismo es democrático. Luego, el otro frente es el económico: subordinado a un interés general, a unas leyes, a una Constitución. Lo sintetizo grandemente. En cuarto lugar la sociedad de iguales: que se acabe la división. Necesitamos una sociedad moral, como decía Bolívar. Luego, en quinto lugar, algo que cuesta más trabajo de explicar, porque estaba fuera del tablero: lo territorial. La gente piensa que la geografía es una ciencia casi muerta. Ella está viva. En qué espacio vivimos, eso debemos conocerlo a fondo».
Estamos viendo este viernes a Hugo Chávez, segunda parte; la entrevista documental de la serie Presidentes Latinoamericanos, en la emisión de la Mesa Redonda, y uno tiene la impresión de que asiste a la fiesta de una vida estremecida, al relámpago que electrizó la cotidianidad latinoamericana y la devolvió con traje nuevo y lustroso, con el carácter de una joven espléndida que se siente dueña de sí misma y su futuro.
«Yo soy de los que creemos que es imposible un proceso revolucionario, de cambio, en un solo país. Bolívar lo decía: Si no nos unimos y nos llamamos a la unión, un nuevo coloniaje legaremos a la posteridad. Nosotros respetamos los proyectos de desarrollo nacionales de América Latina, con las particularidades que tienen, con sus proyectos. Pero solo unidos podemos ser verdaderamente libres, verdaderamente.
«Ahora ha resurgido con fuerza la tesis de Bolívar. Hay quien piensa que la historia no está aquí, y ella está presente. Uno tiene que ver más allá de la oscuridad. Yo siento la historia, la oigo que cabalga. Son 200 años de puja. Me siento tan venezolano como argentino, y pido perdón si algún argentino se siente ofendido, pero es que no hay espacios para pequeñas patrias».
Sospecho que no solo esta periodista tiene el nudo emotivo atravesado en la garganta viendo a este Quijote moderno, unas veces respondiendo en ráfagas y otras con la inflexión reposada, unas veces con el tono enérgico y otras con el ritmo amansado, poniéndonos frente a un arsenal de lecciones, de claves necesarias para entender las coordenadas de este mundo, sus eclipses, sus reivindicaciones, sus rostros, sus Ayacuchos.
«A mí intentaron derrocarme. El plan de EE.UU era borrar de cuajo esta revolución que era apenas un niño que asomaba la cabeza, era apenas un parto. Pero aquí salió el pueblo a las calles y las tropas paracaidistas se unieron al pueblo. Me iban a fusilar, y cuando yo ya estaba listo, ¿saben de quién me acordé?: del Che Guevara, por cierto, argentino. Todo estaba muy oscuro, y yo con un Cristo aquí amarrado, pensaba en mis hijos. Dicen que el Che se paró, y estaba herido, y les dijo a sus agresores que iban a ver cómo moría un hombre. Y así pensé yo. Ellos no me iban a ver de rodillas. Estaba listo para morir, y en medio de la oscuridad, en medio del monte, se acercan unos soldados, no sabían que ahí estaba Chávez, y salió uno y dijo: Si matan a este hombre nos morimos todos. Entonces sobreviví.
«Se pudo cumplir la orden que me dio Fidel la noche antes. En medio del sabotaje electrónico de los yanquis, Fidel se comunicó conmigo, y no sé cómo hizo, yo no sé como él hizo. Después de hablar como tres minutos me dijo: Yo no sé lo que tú vas a hacer, pero tú no eres Allende, Chávez. Y me dijo: Tú no vas a morir, tú no vas a morir Chávez, y me afirmó que aquí me esperaría mi pueblo. Y se cumplió su orden».
Unos lo definen visionario, algunos estadista, y otros soñador o romántico. Yo lo creo pueblo, guerrero, hombre multiplicado, poeta del imaginario colectivo, intérprete de las esencias de estas tierras y hacedor de la Patria Grande.
«El mercado es una realidad, no se puede negar, es como que se niegue la noche, la luna, pero qué tipo de mercado necesitamos. En una sociedad socialista hay que derrumbar el paradigma de un libre mercado y eso de que una mano invisible lo controla. Debe ser regulado el mercado por el Estado, no uno de tipo burgués, sino por el revolucionario. Así debe ser el mercado socialista. Podemos crearlo, incluyendo al sector privado, con su subordinación a las leyes. No estamos hablando de los que están en ese sector y se llevan las cosas de contrabando, eso son los delincuentes, yo me refiero a la gente seria.
«Imagina que tú tengas esta hacienda y produzcas, y tienes trabajadores, y los respetas y no los conviertes en esclavos, les pagas sus salarios, nunca por debajo de los mínimos establecidos por el Estado, además de que les garantizas su seguridad social, en fin: los dignificas y no los esclavizas.
«Tú me preguntas por la relación entre el Estado y el mercado, y yo te digo: Sí, Estado sí, el revolucionario y el socialista. Mercado, sí, el socialista.
«Aquí estamos desmontando el viejo Estado burgués y estamos creando el revolucionario, uno de nuevo tipo sin los burgueses, ni los pitiyanquis que antes lo conformaba. Antes la burguesía no pagaba impuestos, las grandes empresas importadoras no pagaban impuestos, se vivía solo de la renta petrolera y así… Y los ministros de Finanzas estaban subordinados a la burguesía. Si revisas toda la lista de los que estuvieron en este puesto en Venezuela en el siglo XX, observarás que eran unos burgueses y que algunos eran hasta grandes banqueros».
Es un hombre como armado de hormigón, con columnas milenarias, que lo hacen regresar siempre de cualquier contienda como si todo no fuera más que una simple escaramuza. Sin embargo, y miren ustedes qué curioso, a este portentoso líder se le transparenta el corazón vibrando, el pensamiento encabritado y la sangre de rojo intenso corriendo por las venas del tiempo latinoamericano.
«La tarea pendiente que tiene América Latina es la independencia. Perón hablaba de la segunda independencia, yo hablo de la independencia, porque es la misma bendita independencia que aún no hemos logrado. Fíjate en lo que hizo la burguesía pitiyanqui y pitieuropea a través de los libros de historia: nos enseñaron a rendirle honores a Colón, que comandó la invasión a estas tierras. La independencia es la materia pendiente, todas las tareas pendientes están recogidas ahí, en la independencia».
Han pasado 38 días sobre el almanaque, después de las 4 y 25 del 5 de marzo, y yo, con mi suerte echada junto a él, lo siento aún latiendo, porque comparto la certeza de que los grandes siempre estarán sembrados en el lado izquierdo del pecho y abriendo los senderos de la historia.
«Te voy a decir algo más allá de la política: Yo no me pertenezco. Ya mi vida no es mi vida, soy un pueblo. No soy dueño de mí mismo. Yo no soy dueño de nada. Me acusan de tener un plan para mantenerme en el poder, y yo no tengo nada de eso, yo soy un pueblo.
«En verdad, verdaíta, verdaíta, yo leo a Bolívar y he notado yo en sus cartas que él cuidaba mucho su gloria y su reputación. Te digo yo a estas alturas que mi honor y mi reputación me importan un comino. Lo que me importa es que aquí haya Patria y Socialismo».
*El título de este material coincide con el que lleva la canción (escrita por el cantautor Raúl Torres) que el Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, le dedicara recientemente a su hermano, el Comandante Hugo Chávez. La autora de este material quiso así destacar el estremecimiento que causa este tema musical.
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