Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos de Roberto Garaicoa
La celebración, el próximo 5 de junio, del Día Mundial del Medio Ambiente, tendrá como motivación fundamental la defensa de una agricultura sostenible. La jornada de reflexión pretende, con este llamado, despertar la sensibilidad de la población del orbe con los desequilibrios cada vez más crecientes que afronta el planeta, por su incapacidad para reponer los recursos al mismo ritmo con que son usados o consumidos.
Desde que se determinó esta fecha de homenaje, el 15 de diciembre de 1972 en las Naciones Unidas, se procura que los países tengan un poco más de conciencia sobre los peligros que entrañan las malas conductas para el Medio Ambiente.
Ulises Fernández, jefe de la Oficina de Regulación Ambiental y Seguridad Nuclear del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente en Cuba (Citma), expresó en la Mesa Redonda de este viernes que el mundo, en términos ambientales, llega a este día con una situación desfavorable. Para ilustrar esta realidad precisó que basta decir que en los últimos 50 años la tierra se ha transformado a una celeridad con que no lo había hecho en todos los siglos precedentes.
El directivo comentó que los gases de efecto invernadero tienen una concentración tremenda. Es un fenómeno que se repite con una humanidad ávida de recursos y con una necesidad muy grande para su satisfacción. “Y lo más preocupante es que el hombre tiene que enfrentar la solución de esta realidad en medio de crecientes desigualdades: en estos momentos una de cada cuatro personas vive en condiciones similares a como viviría hace 6 000 años atrás. Para ellos la evolución no ha ocurrido, y estamos hablando de una cifra que es superior a todas las poblaciones más ricas del mundo”.
En este contexto, trascenderá el Día Mundial del Medio Ambiente con una exhortación a desarrollar una agricultura sostenible. Se precisa además de este llamado urgente porque otra de las verdades contrastantes es que diariamente son desechados cuantiosos metros cúbicos de alimentos, mientras una de cada 7 personas en el mundo tiene carencias nutricionales normales.
Este desafío es aún más grave si se tiene en cuenta que la agricultura demanda del 70 al 80 por ciento de agua y que produce un 30 por ciento de los gases invernaderos en la actualidad. Y el reto se prolonga si calculamos que deberán aumentar los rendimientos productivos sin que se extiendan las superficies cultivables, que son además finitas. Estamos hablando de una agricultura que tendrá que satisfacer la alimentación de una población que se ha triplicado en los últimos 60 años ha una velocidad considerable. “Actualmente somos 7 mil millones de habitantes y se pronostica que en el 2050 lleguemos a los 9 mil millones, lo que aumenta los consumos de los recursos, que cada día disminuyen más”, enfatizó.
“En Cuba, dijo, el mayor propósito de la agenda ambiental sigue siendo la plasmación de la sostenibilidad en nuestras políticas y en nuestros programas de desarrollo. La política ha sido preclara, porque en nuestro país son basamentos el manejo del suelo, el control de plagas y el manejo ganadero, entre otros importantes factores, pero hacerlo en una escala suficiente y llegar a contribuir a la seguridad alimentaria es aún el mayor reto.
“Llegamos a esta fecha con un desarrollo en la institucionalidad ambiental, en la apropiación en términos sociales de la problemática ambiental y de la responsabilidad que tenemos para tener un medio ambiente sano. Tenemos un modelo consolidado que se convierte en un referente internacional y tenemos igualmente un pensamiento más avanzado y con un reconocimiento de su papel en el mundo”.
Entre las principales realizaciones, destacó, la creciente inserción de los instrumentos propios del desarrollo ambiental en los planes de desarrollo y que el tema legislativo se ha continuado fortaleciendo (la propia ley tributaria incluye los impuestos ambientales).
Pero lo alcanzado es menos de lo que nos queda por alcanzar, porque los desafíos son complejos y porque se requiere de una participación activa. Entre los caminos que deben transitarse con mayor empeño en lo adelante, Ulises Fernández mencionó lograr una relación armónica entre la economía y el medio ambiente, y dar un paso transformador en el empleo de los instrumentos que regulen de forma económica y financiera la actividad medio ambiental.
El jefe de la Oficina de Regulación Ambiental y Seguridad Nuclear del Citma manifestó que se han adoptado en los planes de desarrollo las medidas dedicadas a mitigar los impactos del cambio climático, que se harán sentir con más fuerza en las zonas costeras. “Hay asignados más de tres millones de pesos para adoptar soluciones en función de la rehabilitación de instituciones que estaban en la zona costera”.
Pero en su opinión, aún el plan de inversiones ambientales es bajo. Es todavía insuficiente el nivel de solución para el tratamiento de los residuales, el reciclaje y la disponibilidad de agua (se considera que hay estrés hídrico si se dispone de un 20 a un 30 por ciento del agua para procesos que no lo requieren, cuando podría usarse agua reciclada).
El directivo del Citma subrayó que donde gana el medio ambiente, gana también la economía. “El medio ambiente no puede verse como un telón de fondo, ni un sustento. Cualquier acción que hagamos en términos de protección se va a ver reflejado en una mayor producción de alimentos. En la relación coherente del binomio medio ambiente-economía está el desafío mayor, así como en crear más conciencia ambiental entre los cubanos”.
Dagoberto Rodríguez, director del Instituto Nacional de Suelos del Ministerio de la Agricultura (Minag), hizo referencia a la situación particular que tienen nuestros suelos, en medio de esa perentoria necesidad de lograr una agricultura sostenible. En su intervención destacó que ese recurso natural, por su formación genética y por la situación climática, tiene un alto potencial de erosión en Cuba.
“Desde el triunfo de la Revolución, hizo énfasis, se crearon las capacidades para enfrentar esta realidad. En la Constitución, en el artículo 27, se reconoce la necesidad de proteger los recursos naturales y después se trabajó en la superación de la degradación.
“Sobre el año 1980 se concluyó el mapa donde están los principales problemas relacionados con los suelos: el 43 por ciento de nuestra superficie cultivable tiene problemas de erosión, un 40 por ciento tiene mal drenaje y el 70 por ciento de nuestra superficie no tiene potencialidades para la fertilidad. Después de esos estudios se hizo un mapa nacional de la capacidad reproductiva de las tierras, en el que se determinó que solo el 5,4 por ciento de nuestros suelos son considerados muy productivos, y el 17,8 por ciento tienen categoría de productivos. Por lo que no tenemos otra alternativa que ir a programas que nos garanticen la sostenibilidad”, explicó Dagoberto Rodríguez.
Cómo entonces crecer en la producción y no afectar ese terreno fértil. El directivo del Minag argumentó que en los años 90 se establecieron programas para la lucha contra la desertificación y en el 2000 para el mejoramiento de los suelos, con financiamiento estatal. “Estamos hoy beneficiando a 80 000 hectáreas anualmente. Hasta el momento hemos trabajado unas 700 000 hectáreas. Es un problema que estamos conscientes que tenemos que enfrentar de manera más rápida”.
El director del Instituto Nacional de Suelos del Minag comentó que a partir del conocimiento acumulado pudimos hacer una corrección del programa y manejamos conceptos más integrados sobre los recursos naturales, de manera tal que no se pueden tomar medidas aisladas, todo lo que hagamos tiene que estar en función de la sostenibilidad. “Por ejemplo, en el caso del desarrollo forestal estamos procurando aumentar este patrimonio, pero teniendo en cuenta la conservación del agua, del suelo. Sembramos árboles, al tiempo que protegemos con ellos una microcuenca, una pendiente, una franja microreguladora”.
A partir del decreto ley 300, otro de los desafíos que tienen es acercar las estrategias nacionales al productor. “Debemos apoyarlos en el manejo de los recursos de manera integrada y que vean en ello el resultado económico que después lograrán. El Estado está financiando muchas de estas acciones, lo que no podemos cubrir todas las demandas”.
El especialista precisó que la dinámica de formación de suelos se comporta entre las 6 y 8 toneladas por hectáreas, por lo que hay que procurar que las pérdidas de suelo estén por debajo de este rango de formación. “Eso debemos lograrlo con la siembra y eso tiene que ser sostenible con la participación del productor, porque no hacemos nada con una implementación de una tecnología de conservación de suelos y que no sea sostenible luego por quienes la trabajan”.
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