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Los Cinco: los héroes de nuestra felicidad

La Mesa Redonda dedicó su emisión al reflejo de la historia de esta nación a través de Cinco grandes hombres.

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda

Fotos de Roberto Garaicoa

La biografía de los últimos 16 años de Cuba está urdida por Cinco grandes hombres. Gerardo, Ramón, Antonio, René y Fernando no solo tejieron capítulos de hermosa y admirable resistencia, sino que sintetizan los mejores valores de los hijos de esta tierra.

Por ello la Mesa Redonda de este viernes, que estrenó un espacio para reflejar la historia de esta nación a través de sus protagonistas, los tuvo a ellos como sus primeros panelistas.

Sus palabras, las cuales transcribimos con la mayor fidelidad, nos mantuvieron con la emoción encendida durante las dos horas en las que intervinieron en este espacio, porque sus testimonios poseen las fibras más sensibles con las que se ha enhebrado este país.

EL ENCUENTRO

Gerardo: Salí de la cárcel sin ser avisado. Cuando a mi me mueven me tienen 11 días en el hueco en Oklahoma. Yo pienso que ellos querían que yo refrescara los detalles por si tenía que corregirle algo a Kcho en la instalación.

Antonio: A Ramón y a mí nos mueven el mismo día, el lunes 15, pero en condiciones distintas.

Ramón: Aunque voy a hablar de aquel día en el que se anunciaba el regreso, lo primero que queremos decirle a Cuba y a la solidaridad internacional es gracias. Es una necesidad repetirlo, porque existía la posibilidad de que nunca regresáramos.

En mi caso fue interesante. Uno lleva 16 años preparándose para ese momento, pero el día que ocurrió yo no estaba preparado. Elizabeth fue en diciembre a verme, y supe que a Gerardo lo trasladaron para Oklahoma y uno dice: prepárense. Pero uno tiene temor ante el fracaso. Pasaron los días, y revisábamos las noticias, pero nada. Entonces el lunes 15, a las 7 y 30 de la mañana, me llama el guardia y me dice: Medina, pon tu reloj en la taquilla y ponte los tenis. Yo estaba dormido, salté en la cama. Y me dije: vamos a ver qué pasa. Me llevan hacia el lugar para el cambio de ropa, y luego me pasan a otro local. En ese transcurso de tiempo conversan los guardias y yo, que siempre he tenido el oído fino y ese día más, escucho que se dicen: esto es una cosa rara, hay que trasladarlo hacia el aeropuerto más cercano. Luego vienen y me ponen las esposas. Entonces me entró la inquietud de que estábamos en el proceso grande.

Me transportaron para el aeropuerto en un Van. Cuando llego al aeropuerto de Lexington me suben a un avión pequeño que me traslada para Bourne. Yo no sabía absolutamente nada, pero no preguntaba. Fue una operación relámpago y con mucha tranquilidad. En medio de eso, escucho a otro guardia diciendo que había que apurarse que el otro venía atrás. Me montan en otro vehículo y me trasladan para una institución médica de prisioneros, y luego allí me llevaron para el hueco.

Esa noche no pude dormir porque empecé a pensar que estaba en Cuba, en la familia y estaba pendiente de si veía a los muchachos pasar. Me la pasé haciendo ejercicios. Todo estaba muy bien coordinado, calculado a milímetros.

Antonio: A las 5 y 30 de la mañana llega una enfermera y me dice: Guerrero, baje, tienes que empacar, a las 6:30 tienes que estar en el andén, ¿tú me entendiste? ¿quieres que te lo diga en español?

Las puertas estaban cerradas, y levanté al compañero de celda mío y le dije: ¡levántate, te dije que yo me iba primero que tú! Él se iba en libertad el 20 de enero, y yo algunas veces le dije que había la posibilidad de que me fuera antes que él.

En el departamento desde donde nos trasladan empiezo a notar cosas raras, empezando porque no había solicitado ningún traslado. Entonces pensé que llegó el momento. Recojo mis pertenencias y escribí un mensaje donde preciso: me dijeron que tenía que empacar. El oficial no me quiso decir hacia dónde iba, me dijo que él no sabía. Pero uno de los detalles era que uno tenía que llevar 5 libros si fuera a un traslado y yo tenía muchos, pero me dijeron que pusiera todos y que diera una dirección a donde me los debían enviar.

De ahí me pasan para el cuarto donde me vienen a recoger y estando ahí llegan y me dicen: ¡Guerrero!, tú vas para Bourne, el centro médico de Bourne. Yo seguía pensando en la posibilidad de que iba para algún otro lado, pero ya me estaban diciendo que iba para una prisión. Vienen los tenientes, me llevan para una terminal aérea muy pequeña, ejecutiva, viene el avión. Todo estaba sucediendo de una manera que no era normal en otros traslados que habían hecho. Yo tuve un traslado médico parecido, pero no era igual, incluso le digo al teniente que me acompaña desde la prisión: Usted se va a acordar toda su vida de este traslado.

Yo llegué sobre las 3 de la tarde del lunes 15, después de Ramón. Ahí voy al departamento, pero no tuve la dicha de Ramón de saber que Gerardo había sido trasladado. No tenía esa información, y cuando llego a ese departamento hay una enfermera, un puertorriqueño trabajando y un oficial al que trato de sacarle información, y lo que me dicen es que ahí hay una unidad que es de trabajadores, que no es de médicos y todo indica que estaba asignado a esa unidad.

Me llevan a una celda del hueco de otra área, y me dicen que duerma tranquilo, que mañana a las siete venían a buscarme. Las personas que tienen que procesarme no están. Es una prisión y empiezo a ubicarme en ese aspecto.

Sobre las 7 de la mañana del 16 me viene a recoger. Vamos por un pasillo, me quitan las esposas, pero vamos a una velocidad supersónica, y surge un incidente, y nos llevan al salón de visita, donde ocurren unos hechos muy raros, y no se detienen y me entran a un cuartico, y yo observando… hasta que veo a una persona que está dándole la mano a Gerardo, había bastante gente allí, pero no me pude contener y le dije: ¡Gerar!, me imagino que a él le habrá pasado lo mismo, pero hasta ese momento no tenía idea y él también me dijo que no sabía qué estaba pasando. En Bourne tuvimos ese primer encuentro.

Gerardo: Uno va coleccionando detalles a pesar de que yo siempre dije: pensaré que voy para Cuba el día en que el avión aterrice. La mente establece una pelea de los dos polos. Estás en un hueco y no tienes otra cosa que ir de una pared a otra. Pensé que me sacaron de Oklahoma porque llevaba 10 años y medio allí. Pero cuando vi a Ramón y a Tony entonces me dije: Esto cambió. Y aún cuando el avión aterrizó demoramos un poco en bajarnos y los funcionarios americanos bajaban y subían, y yo les dije: Si esto arranca otra vez, yo me tiro por la ventana.

Ramón: El 16, en la mañana, el guardia me dijo que iba para el área de visita. Como a las ocho viene un guardia mexicano, bajito, que hablaba español, y me dice que iba para el área de visita y que no iba a llevar esposas. Salí sin esposas. Y fue igual que Tony: tuve que salir rápido. Cuando bajé al área de visita fui para el cuartico. Hasta que me sacan. Vi a Tony y a Gerardo delante saludando a unos señores. Me fui casi corriendo a abrazarlos. Todo fue muy discreto, muy bien coordinado. Fue una de las operaciones más hermosas que hemos visto. Todo fue muy rápido. Nos presentaron a los señores que después entendimos que nos iban a trasladar.

Antonio: De viernes para sábado yo tuve un sueño, en el que estoy sentado en un local, que es el cuartico en donde estuvimos, y veo a Gerardo que me dice: ¡Vamos, vamos!, ¿qué tú haces ahí? El sábado en la mañana se lo cuento a un amigo por correo. El 17, como a las 3 y algo de la madrugada nos despertaron. Nos dieron la misma ropa, y tomábamos unas medicinas, que se convirtieron en las maracas.

LOS CINCO

Ramón: El momento en el que nos apresan fue muy rápido. A mí me repetía mucho el oficial que estaba conmigo: “yo sé tu historia, yo sé quién tú eres y qué estás haciendo aquí. Y yo le decía: “bueno, dime qué estoy haciendo aquí”, para ver qué pasaba. Porque en todo esto uno tiene el aquello de que a lo mejor están confundidos, piensan que es drogas u otro asunto. Pero cuando vi a los muchachos me di cuenta de que la cosa era más seria.

Hay instantes en el que el hombre tiene que definirse, y saber qué lado va a tomar en la historia, y es el momento en el que se reafirma como revolucionario. Y nosotros optamos por la opción correcta, la de estar al lado de nuestro pueblo, de nuestro Comandante y de la historia patria.

Desde el primer momento nos percatamos de que no sería una traición solo de tipo personal, sino que podía tener grandes consecuencias, incluso la excusa para una escalada de otro tipo, que en lo más extremo podía ser militar. Aquel proceso podía manipularse en contra de nuestro pueblo.

Ninguno de los cinco se doblega ante tantos regalos, cosas estúpidas que se les ocurren a los mercantilistas. Nos aislaron en el piso 13 en el centro de detención de Miami, por encima del hueco, que es en el piso 12. Estuvimos como 15 días, pero todos aislados. Ahí nos visita el primer abogado por primera vez. Eso fue el sábado 12. El lunes 14 bajamos a la Corte.

El 14 de septiembre de 1998, en la Corte, es cuando nos reafirmamos como lo que íbamos a ser: los Cinco. Ese día, y cada uno tendrá su percepción diferente, fue cuando me percaté de quiénes éramos los hombres, de quiénes estábamos o no a la altura que el momento exigía.

En aquel momento no conocía a René. Por razones del trabajo había ciertas personas que no conocíamos. Pero no se me olvida la cara de René, gallardo; Gerardo ni hablar, el entrecejo de Fernando, la cara de Tony. Yo sabía que los cinco íbamos a estar juntos y que cuando fuimos a la Corte íbamos a morirnos juntos.

Gerardo: No era una decisión personal. Fue un momento bien difícil. Diez personas fueron arrestadas. Yo era el único que los conocía a todos. En aquellos primeros encuentros fui conociendo, por las reacciones de los demás, quiénes podían bajarse del barco. Cinco no resistieron las presiones y colaboraron con las autoridades norteamericanas en contra nuestra. El daño no fue tan grande desde el punto de vista operativo, porque gracias a la compartimentación no sabían tanto. Solo pudieron sentar a una persona en el juicio a testificar en contra de nosotros.

Aquellos primeros encuentros eran momentos de reafirmación. Todo el objetivo de ellos era hacer un show. Ellos sabían que no habíamos hecho ningún daño al país, ni teníamos información que dañara la seguridad nacional de Estados Unidos. Recuerdo unos años después un artículo que salió en el Miami Herald que decía algo así como que el espía tiene la llave, y en el artículo se hacía referencia a que Gerardo Hernández tenía la llave para acusar a Fidel Castro, por el derribo de las avionetas.

Había tres oficiales entre nosotros, y estaban en el grupo de los Cinco que no se doblegaron. Los que decidieron colaborar con Estados Unidos no tenían ese rango. Por eso el sueño dorado de la fiscalía era tener un oficial para acusar a Cuba. Ellos siempre quisieron tener un peje gordo de su lado, y como no lo consiguieron, se decidieron por el ensañamiento.

Cinco de nosotros decidieron claudicar. Por eso quisiera resaltar la actitud de mis cuatro hermanos. Contra René tenían muy poco, igual contra Fernando, y Ramón y Antonio podían haber dicho: Hasta aquí llegué y no durar ni un año en prisión. Sin embargo, establecieron su postura sin ninguna duda y desde el primer momento surgieron los cinco, y cuando alguien tenía una duda, los otros cuatro la aclaraban. Somos humanos, y los otros cuatro dábamos el apoyo necesario. No se tomó una decisión que no fuera consultada con los Cinco, y yo me siento extremadamente orgulloso de haber estado junto a ellos.

Antonio: Ellos tres tenían una identidad falsa (Fernando, Ramón y Gerardo). Teníamos a los abogados designados de oficio y estábamos debatiéndonos, para definir qué hacer. Éramos los Cinco, y Gerardo nos fue preguntando qué nosotros haríamos y nos dijimos: Los Cinco nos morimos aquí juntos. Los otros se fueron para el otro lado.

El hueco fue una tortura, un castigo injusto. A nosotros se nos privó de la comunicación, y se nos hicieron algunas cosas allí, por ejemplo, yo salía algunas mañanas a recreación y no había terminado el desayuno y me botaban lo que teníamos en la celda, y nos requisaban la celda en la menor oportunidad. Cuando hacíamos solicitudes para ir a la biblioteca legal, o queríamos cambiar la comida o necesitábamos ir al dentista, en las caras nos rompían las solicitudes, lo que ya entra en el rango del ensañamiento.

Podíamos haber tenido el derecho de comprar una radio, porque eso estaba estipulado, y podíamos recibir algunas cosas como libros, pero se nos privó de la comunicación. Mis hermanos eran un ejemplo.

A nosotros nos llegaba algo, ya fuera una carta o lo que fuera y nosotros lo compartíamos todo. A nosotros, aparte de la unión, nos ayudaba la fuerza que nos dábamos todos. Y tenía una llamada al mes, y mi hermana me dijo: Todo está bien, y entonces hacíamos un análisis de aquello, de que la familia de todos estaba bien. Ese proceso de casi dos años que estuvimos allí el objetivo era doblegarnos. Nos instaban a que llamáramos al agente, yo recuerdo que el abogado me insinuó hasta eso, pero nosotros nunca lo aceptamos.

En junio de 2001 somos considerados culpables y salió a la luz pública el caso. Éramos uno solo.

Gerardo: Lo único seguro que teníamos era que moriríamos allí. Cuando uno asume esta misión hay que andar con las dos jabitas. Ramón y Antonio vivieron mucho tiempo con las cadenas perpetuas. Pero uno no está en ese lugar de casualidad. A uno no lo escogieron para una misión así de una manera improvisada. Los que los entrenaron sabían por qué estaban depositando esa confianza en ellos. Lamentablemente eso falló con otros compañeros.

Yo quiero hacer una anécdota. El libro de esta profesión lo que dice es que si te agarran no debes reconocer lo que estás haciendo, es decir, que si te cogieron te chivaste, y nosotros asumimos ese reto. Y cuando ocurrió lo que ocurrió nuestra primera convicción fue mantener esa posición.

Cuando le hacen la pregunta a Fidel sobre nosotros en la cumbre en Portugal y él dice que si es verdad que ellos trabajaban para Cuba, Cuba nunca los va a abandonar, para nosotros esa reafirmación fue el puntillazo para saber que venga lo que venga, nosotros regresaríamos para Cuba. De ahí para adelante el enemigo no tuvo ni un chance.

Antonio: En la mente de nosotros había una cosa: nosotros nunca estuvimos presos. Ahora la gente va a decir: “Este se volvió loco en la Mesa Redonda”. Por esa cosa que uno lleva dentro… desde que nos vimos en esa situación mantuvimos una ecuanimidad y con una fuerza en lo interior basada en la inocencia. Si uno hace algo malo y te cogen, tienes miedo, y si tienes apego a las cosas materiales y te encierran, coges miedo, pero no era el caso. Llevábamos una vida muy austera, y estábamos concentrados en una tarea. Yo, por ejemplo, hacía una vida normal, y esas condiciones y las cosas que teníamos dentro provocaron que no nos sintiéramos presos, y mucho menos rendirnos. Hubo momentos muy duros. En el hueco, el segundo día, bajamos a un cuartito y les comenté, tengo un poema en la mente, que aún no he podido escribir.

A todos la poesía nos llegó de alguna forma, y la convertimos en un arma de comunicación, de resistencia. Pero por sobre todo, nosotros teníamos la convicción de que íbamos a tener el apoyo constante de que nos sacarían, teníamos la inocencia y sobre todo, la disposición a morirnos ahí.

Teníamos una foto de Mandela, y otra del Che. Teníamos valores y teníamos muy claro que cuando tú mueres por una causa justa, no mueres. Con tranquilidad digo que no hicimos nada extraordinario, sino lo que nos tocaba. El FBI debía arrestar a los terroristas, sin embargo, nos arrestó a nosotros y nos impusieron en Miami las peores condiciones.

Pero hicimos lo que teníamos que hacer, y lo hicimos con sencillez. Sabemos que fueron muchos años, pero no nos sentimos nunca derrotados, siempre nos sentimos optimistas, sabíamos que teníamos que luchar. La lucha fue larga y eso fue lo que trajo tanta solidaridad, y que hoy una pionerita te vea y abra los brazos y llore porque te siente ya de la familia. Les reiteramos a los cubanos que somos uno más. Desde la historia del Comandante con el expedicionario, sabíamos que íbamos a regresar.

Cuando la cosa estaba más difícil, que teníamos una fecha, nos quedaba Gerardo. Yo le decía a mami que tenía que estar tranquila, porque si se tenía que morir lo iba a hacer con la conciencia tranquila.

Ramón: Cuando a uno lo detienen en Miami, esa es la parte más dura, la parte que uno no quiere pensar, yo me negué a hacerlo. Porque es muy fuerte. Uno hace una búsqueda en su interior, sueña con cosas, eso y el idealismo revolucionario es lo que te ayuda a vencer. Cada vez que pensaba en mis hijas, en mi esposa, en Cuba, en la dureza, para ellas y para mí, de todo lo que estaba pasando, el no haber podido disfrutar ninguno de los dos embarazos de Elizabeth, no ver a mis niñas chiquitas, el dolor era muy grande. Yo, por ejemplo, me refugié en el deporte, me obsesioné con él, soy fanático al ajedrez, el ajedrez me absorbe y dije, tengo que pensar en la tarea, en Gerardo, en la lucha. Uno busca recursos tremendos.

La mente es traicionera, vuela y tú te pones por las noches medio melancólico, y buscas recursos psicológicos que te ayuden: una música de Cuba, Silvio Rodríguez, Los Van Van, o el deporte.

La prisión ayuda al ser humano a buscar lo mejor o lo peor de él. Todas las prisiones son duras. Hay personas que no tienen las fuerzas para sobreponerse a esas condiciones difíciles, como las que tuvo principalmente Gerardo, en la penitenciaría el Estado. En aquel momento tú haces una búsqueda a tu interior, incluso al interior de la historia de Cuba. Uno piensa en los sacrificios de Maceo, de Mariana Grajales, en Martí, en el Che asmático subiendo montañas, pensaba en que ellos también pasaron por esto, recordaba a nuestras compañeras que soportaron torturas durante la tiranía, y que también como nosotros tenían familia, tenían gente que la querían, que estaban al lado de ellas, y lo aguantaron.

A mi también me ayudó la poesía, yo escribo poesías, aunque no son tan bonitas como las de Tony, escribí muchas todos los días, mi esposa las tiene controladas. Esos son los recursos que uno busca, también me refugié en el ajedrez, en el balonmano. Uno nunca acepta la traición.

Gerardo también fue el centro de todo, cuando nos dieron fecha, a uno le preocupaba Gerardo. Y dijimos, el día que el tablero se ponga apreta´o y ellos digan uno por uno, el hombre tiene que ser Gerardo. Yo sigo aquí esperando. Yo nunca me sentí solo, ese espíritu de hermandad, cariño, amor de revolucionario que nos unió, nos dio fortalezas.

PALABRAS AGRADECIDAS

Antonio: Los abogados nuestros que inicialmente fueron nombrados por oficio por la Corte, cuando supieron de la esencia de nuestro caso, más allá de su condición de abogados, se identificaron con nosotros, con nuestras familias, y comenzaron a sentir admiración. No es muy común que un abogado establezca ese tipo de relación con el cliente. No podemos dejar de mencionar a un abogado que conocimos, y que nunca dejó de luchar por esta batalla, nuestro querido y entrañable amigo Leonard Weinglas, que lamentablemente no pudo disfrutar de esta victoria, pero sabemos que es merecedor de esto que hemos logrado.

En el caso mío, la fiscalía trató siempre de encontrar al menos una persona para que testificara en mi contra, y nunca lo logró. Esa solidaridad se fue extendiendo por la prisión y cuando daba clases los presos me llamaban maestro y ese ambiente de admiración de los abogados, de la prisión y de los que sabían lo que es el pueblo de Cuba fue una constante con nosotros.

Hoy me hacían la pregunta de si no tuvimos ningún problema en la prisión. Nosotros estuvimos ocho años y medio en las penitenciarías, Gerardo estuvo 12. Eran prisiones muy violentas, pero nosotros nos dimos a  respetar. Había ocasiones en que me avisaban de que no saliera de mi celda porque iba a haber un problema. Fuimos honestos, tuvimos momentos de discusiones serias con nuestros abogados, pero prevaleció el respeto. No siempre teníamos el mismo criterio, y no siempre pensamos que estaban a la altura de lo que debían ser, pero primó el respeto de lo que estaban defendiendo. Éramos inocentes que estábamos condenados por una situación política, por las relaciones entre los dos países.

Esa admiración por nuestros abogados no muere. En todos ellos ha quedado el sentimiento de que conocieron personas inocentes que todos los días nos levantábamos con una sonrisa, lo que uno enseña es el aurea de bondad, de esa cosa que caracteriza a nuestro pueblo. Existía un nivel de respeto y muchos conservarán eso en su vida. Hoy nuestros abogados son amigos.

Gerardo: No se puede hablar del caso de los Cinco sin hablar del movimiento de solidaridad. A través de los años el orgullo de ser cubano se multiplicó, gracias a las muestras de solidaridad de nuestro pueblo. Hubo muchas cartas que no pudimos responder, y ofrecemos disculpas por ello. Asimismo, muchas personas en Estados Unidos hicieron enormes sacrificios, incluso perdieron hasta su trabajo para dedicar su vida a nuestra causa. No quiero mencionar nombre ni organizaciones, pero ellos saben que nos referimos a ellos. A todos ellos va nuestro abrazo y sincero agradecimiento.

Tuve bastante suerte al principio. Luego aprobaron a varias personas cuando me trasladaron a California, pero tenían que conocerme antes de 1998. Por suerte un guardia se equivocó y autorizó a Danny Glover, porque quería verlo, pero eso le costó. Fueron varios los embajadores de la solidaridad que recibimos en prisiones y ellos son parte imprescindible de este regreso.

EL REGRESO

Ramón: El regreso ha sido extraordinario. No para nuestra emoción. Cada emoción es más grande que la anterior. Para nosotros ha sido muy emocionante: ver a mis hijas crecidas, hermosas, mi esposa delgadita. Yo trato por todos los medios de recuperar mi tiempo perdido con ellas, aunque para mi mis hijas van a ser siempre pequeñas, porque para todo padre es así, ya lo aprenderá Gerardo.

Soy un padre extremadamente paternal, valga la redundancia. Comparto con ellas cada segundo, les pregunto cómo les va en las escuelas y qué pasó… La primera noche que estuvimos juntos, a las dos las desperté a las seis de la mañana y las llevé a ver la salida del sol. Para mí fue lo más hermoso de la vida. Lo primero que hice fue llevar a Laura y a Lisbeth a sus escuelas, y todo se convirtió en algo multitudinario, muy bonito.

Trato de comer todo lo que pueda, probablemente el sabor cubano sea superior a todos los sabores, no es problema de chovinismo. Nuestro pueblo tiene una calidez, una emotividad y un abrazo muy especiales.

Aunque soy el más abrazador de los Cinco, todos nos abrazamos y nos queremos. Por eso quería agradecer a nuestro pueblo de nuevo. Esta ha sido una victoria enorme que debe disfrutar la solidaridad internacional y el pueblo cubano. Por ello quiero permitirme unas palabras: ¡Viva Cuba y la Humanidad! Y gracias por vivir este instante.

Antonio: El 31 bailamos, lo pasamos en familia, una familia ampliada. Hay una cosa que quería tratar de explicar, son más de 16, porque en mi caso son 24 años separados. Pero el asunto es que desde que pusimos los pies aquí, y empezamos a recibir besos amistosos, se borró ese tiempo. Desde que yo me levanto por la mañana hasta que me acuesto es hacia adelante. No hay la más mínima sensación de susto, ni de rencor, ni de nostalgia. Cada día nos llena. Ya no sé dónde poner un pedacito de felicidad dentro de mí, porque no me cabe.

Tengo a mi hijo Gabriel en Panamá y tuve la dicha de compartir con él unos días, lo llevé para mi cuarto. Era una alegría despertarme por la madrugada y verlo y seguir durmiendo. Los sobrinos nietos míos, uno de ellos se despierta bien tempranito, y ese era mi desayuno, David, después los otros. En fin, la familia, el pueblo borró aquello y la felicidad es constante.

Gerardo: Mi familia es bastante extensa, ni siquiera he podido estar con ellos. Hemos tenido una agenda bastante activa. Los vecinos tuvieron gestos muy bonitos, pusieron un cartel con el número mío de preso a un muñeco y le dieron candela el 31. Les mando un abrazo a los colegas caricaturistas de Rebelde, la Aspirina… algún día nos tenemos que encontrar.

Recuerdo que muchas personas nos preguntaban: si me dieron dos cadenas perpetuas, por qué 15 años más. Evidentemente, el 15 representa algo en la vida nuestra. Adriana tiene una lista más larga. El 15 de julio nació mi mamá, ese día también nos casamos, y se hizo realidad el sueño nuestro en el año 2015.

La niña está perfectamente bien, tiene buen apetito, es muy bonita, tranquila. Adriana está adolorida de la cervical, y por ello no se le ha dado el alta médica. La noticia sobre este embarazo hubo que guardarla muy bien. Cuando Cuba da una palabra, la cumple, y estaba empeñada la discreción. Y así se hizo. Los detalles no salieron de nosotros, sino de parte de ellos.  Congresistas y personas de buena voluntad nos ayudaron, a quienes hoy les reafirmamos nuestra gratitud.

Yo quería una niña desde el principio, porque si es varón, de padres mayores, sale muy malcriado. No obstante, ya Gema tiene su camiseta de Industriales, porque quién dice que el béisbol no es también para las niñas.

Una de las cosas más difíciles de estar en prisión era la frustración de no tener hijos. En estos tiempos difíciles la única manera que encontrábamos de plasmar nuestros sentimientos fue a través de la poesía, aun cuando ninguno éramos poetas. Así surge la carta al niño que vendrá, la cual era para enviársela a Adriana, pero René me la pidió y me dijo que sería buena idea publicarla en el periódico para darla a conocer.

Sus palabras, las cuales transcribimos con la mayor fidelidad, nos mantuvieron con la emoción encendida durante las dos horas en las que intervinieron en este espacio, porque sus testimonios poseen las fibras más sensibles con las que se ha enhebrado este país.

Hay instantes en el que el hombre tiene que definirse, y saber qué lado va a tomar en la historia, y es el momento en el que se reafirma como revolucionario. Y nosotros optamos por la opción correcta, la de estar al lado de nuestro pueblo, de nuestro Comandante y de la historia patria.

Pero hicimos lo que teníamos que hacer, y lo hicimos con sencillez. Sabemos que fueron muchos años, pero no nos sentimos nunca derrotados, siempre nos sentimos optimistas, sabíamos que teníamos que luchar.

El caricaturista Adam Iglesias regaló a los héroes sus caricaturas.

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Etiquetas: Cinco HéroesMesa RedondaRevolución cubana

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