Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos Roberto Garaicoa
Sobre la vida, el ideario y la lucha independentista del General Ramón Leocadio Bonachea, patriota insigne de Villa Clara, hablaron, en la Mesa Redonda de este miércoles, reconocidos historiadores cubanos, en ocasión del aniversario 130 de su fusilamiento por el colonialismo español.
El intelectual Rolando Rodríguez, quien ha rescatado con fuerza su memoria, ahondó en cómo el célebre combatiente se fue formando en el fragor de las luchas junto a los grandes hombres de la guerra de los diez años: Agramonte, Gómez y Maceo. “Después del combate de Las Guásimas, en la invasión de Oriente a Occidente, tiene por jefe a Maceo. Es un hombre que va de combate en combate y llega a alcanzar el grado de teniente coronel. Pero después de la secesión de Lagunas de Varona no va a alcanzar ni un grado más durante toda la guerra, hasta que es promovido a General de brigada y de división”.
Para que calibráramos el alcance de su postura, contó que se negó a aceptar la Paz del Zanjón y, cuando terminó la guerra de los diez años, él se quedó 14 meses luchando. Después fue a parar a Jamaica y se fue con los hombres de su plena confianza a preparar el regreso a su patria. Señaló en una de sus misivas que la situación se deterioró, el Ejército ya no era el mismo, pero él iba a tratar de seguir combatiendo.
Raúl Rodríguez argumentó que en su radicalidad influyeron los valores de los grandes hombres de la independencia cubana. “Banachea se dio cuenta de la indisciplina y del soborno… y tuvo conciencia de lo que ocurría en el campo insurrecto. Pero al mismo tiempo se da cuenta de que se mantiene la esclavitud después del Pacto y sabe que Maceo no ha aceptado este acuerdo y lo secunda, aunque en condiciones más difíciles, porque no tenía el mismo liderazgo, pero sí la ética. Así se mantuvo, sin claudicar, con solo 200 hombres en las Villas contra los 20 mil del ejército español. Las fuerzas enemigas primero se concentraron en contra de Maceo, pero cuando el Titán sale del país, entonces se centraron en Bonachea. Y él mantuvo una actitud digna, heroica”.
Explicó que primero le mandaron un emisario, y no aceptó ningún tipo de negociación. “En esa resistencia tuvo varios combates victoriosos, hasta abril del 79”. Luego la actividad enemiga con los que habían depuesto las armas se hizo más intensa y se dio cuenta de la situación en la que estaba. Incluso, Calixto García, que estaba preparando la Guerra Chiquita en el exterior, lo nombra General de brigada, pero le esconden los grados y no se los dan. Luego lo asciende a General de división, y tampoco lo conoce.
Rodríguez advirtió que se mueve de un lugar a otro con mucha habilidad guerrillera, hasta que Serafín Sánchez se le acerca y lo aconseja a que deponga las armas, porque no era lógico que siguiera sacrificándose, y ahí es cuando lo acepta, en esas condiciones es cuando conversa con el adversario y les dice que está contra ellos y que no acepta el Pacto, pero que diversas circunstancias lo llevan a ello. Ese acto se conoce como la protesta de Hornos de Cal, el cual ocurrió el 15 de abril de 1879. Después de Baraguá se produce este hecho sumamente importante.
Cuando firma dice que no acepta el Zanjón, pero que los hechos lo llevaban a ese encuentro, y aclara que no está pactando con el enemigo, sino que su postura obedece solamente a no interrumpir la reconstrucción del país. Deja claro que no capitulará y que no se encuentra de acuerdo con el Zanjón bajo ningún concepto. Todo esto evidencia su alta vergüenza, a lo que se suma que exige que le dieran un papel donde constara que no ha aceptado ni un centavo, porque para este hombre el honor es lo primero.
Después va para Jamaica, y allí trata de contactar con los grandes hombres de la guerra. Moviliza varios y se alista, con tremendo entusiasmo, para renovar la guerra. Y mantiene un intercambio epistolar con Martí.
En opinión de los historiadores, después de Gómez y Maceo, y Martí, Bonachea fue el hombre más seguido por los órganos españoles por lo que estaba haciendo. A todos los lugares donde se movía lo seguían.
Durante su estancia en Jamaica mantuvo su patriotismo y fervor, y no buscó protagonismo. Quizá estaba un poco impaciente, como ha dicho Martí. En ese tiempo escribió que era cubano antes que todo y enemigo de quienes lo avasallan.
El presidente del Instituto Cubano de Historia, René González, comentó que Bonachea es de los más excelsos patriotas cubanos. “No contó con un cantor de guerra que dejara huellas de toda su gloria, sin embargo, Raúl Rodríguez nos ha entregado una obra que encontró en su peregrinar por los archivos, y uno descubre que sigue siendo un hombre que inspira, y cuando uno lee su obra no le queda más que amar más a la patria”.
Puntualizó que hubo una pléyade de hombres impacientes que quisieron formar parte de la vanguardia en el reinicio de la guerra. Entre ellos, en 1984, estuvo Carlos Agüero, quien desembarca en Cuba, y fue uno de los hombres que se había opuesto a la sedición de Lagunas de Varona. El segundo gran impaciencia fue Bonachea, que además de ser un hombre temerario, tenía grandes ideas y una línea internacionalista como los grandes hombres de la patria: Gómez, Maceo, Martí.
“Viene a Cuba perseguido. Y por esas cosas de la vida, llega un 2 de diciembre a un lugar llamado Playa Las Coloradas, por donde mismo desembarcó el yate Granma. Pero comete el error de enviar a dos hombres para saber a dónde habían llegado. Estos, cuando les preguntan a los pescadores, no se los llevan de guías, y los denunciaron. Las tropas españolas los hicieron prisioneros y en marzo de 1885 los fusilan en Santiago de Cuba. La expedición es de 15 hombres, y 8 son extranjeros. Uno de ellos había sido esclavo puertorriqueño, que llegó a alcanzar los grados de capitán en Cuba. Se incorporó a la Guerra Chiquita y luego vino con Bonachea. Hoy sus restos descansan junto a los de Bonachea en el cementerio de Santa Efigenia”.
Además de los 5 fusilados, los otros fueron condenados a cadenas perpetuas. Pero con ellos no terminan los impacientes. El 6 de marzo del 85 pidió en una carta que se ocuparan de su esposa y de sus hijos. Y dijo que moriría por un hecho digno. Esa fue su carta de despedida.
El Presidente del Instituto Cubano de Historia recordó que la antigua provincia de Las Villas tiene un extraordinario martirologio, pero que la protesta de Hornos de Cal no tiene otro paralelo en la historia cubana que la Protesta de Baraguá. “Bonachea merece un gran monumento en el parque central de Villa Clara, para que se le rinda culto a su altura. Y este hombre de leyenda quizá merezca una película para recordar su digna memoria”.
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