Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos: Roberto Garaicoa
El 22 de abril de 1960, Fidel tomó una decisión para iluminar los campos y montañas cubanas: la gestación del movimiento de Maestros Voluntarios. La respuesta a esta convocatoria de más de 4 mil de jóvenes, demostró la sensibilidad de la generación que crecería y sostendría la Revolución, y el entusiasmo y motivaciones que provocaba un proceso como este, que estableció mudanzas sucesivas en la cotidianidad de la Isla.
De esa hermosa historia de sacrificio y entrega de los maestros voluntarios se habló este miércoles en la Mesa Redonda, con participantes de aquella histórica generación de educadores.
Xiomara Tamayo fue una de las que se anotó. Cincuenta y cinco años después, rememora con nostalgia aquellas vivencias estremecedoras: “Fidel siempre trabajó con las masas en función de solucionar los problemas sociales. La escasez de maestros en esos lugares de difícil acceso era una de las dificultades más apremiantes, de lo contrario aquellas personas seguirían viviendo al margen. Los maestros voluntarios surgieron por la necesidad de darle frente a esta situación”.
Pero primero, dijo, nosotros debíamos pasar unos cursos de capacitación que nos prepararan integralmente para nuestro ejercicio docente en esos lugares. “Fuimos a Minas de Frío, donde el Che creó su guerrilla, y allí en unos campamentos nos formamos. Yo era maestra, había estudiado en la Normal, pero lógicamente fui para Minas del Frío, porque el entrenamiento implicaba tener buenas condiciones físicas”.
Según los testimonios que ofrecieron a la Mesa Redonda de este miércoles, hubo tres campamentos, dos de ellos se llamaban El Meriño y El Roble. Y la formación no duró más de ocho meses. Al tiempo que se precisó que después del llamado de abril del 65, el primero en apuntarse fue el cineasta Enrique Pineda Barnet.
Los que estuvieron en el primer campamento, recuerdan los panelistas, estuvieron 42 días bajo unas lluvias tremendas, lo cual hizo más difícil la preparación y el segundo, que fue tres meses después, no se pudo graduar hasta el mes de enero, porque fue el cambio de gobierno en Estados Unidos, y tuvieron que estar atrincherados.
El tercer campamento también tuvo momentos extraordinarios. Cuando el ataque a Girón, se preparó junto a pelotones que estaban en Minas. La preparación de estos maestros incluyó un adiestramiento pedagógico, militar, y uno político. Los entrevistados recuerdan que en esa experiencia fue cuando escucharon por primera vez hablar de los fundamentos del socialismo en Cuba.
Uno de estos maestros voluntarios, Isnel, evocó que la prueba final era subir tres veces el Turquino, y como algunos compañeros no lo pudieron hacer porque no resistían físicamente crearon el movimiento Loma Abajo. Después recibíamos el certificado de capacidad para ejercer la docencia en los lugares más difíciles: en la Sierra Maestra, en Sierra Cristal, en Sierra de los Órganos y en Isla de Pinos.
“Yo fui maestro en el Presidio Modelo y ahí estuve, y al otro curso escolar regresé para Santa Catalina en Sagua de Tánamo. Los que estuvimos 5 años impartiendo la docencia en zonas montañosas se nos dio el título, y tuvimos la satisfacción de que tenía la firma de Fidel y de Hart”.
Oneyda Fraga estaba estudiando segundo año de magisterio cuando se decidió a acompañar la propuesta de Fidel. Junto a su hermana se lo dijeron a su papá, y este las autorizó con una única condición: regresar con el título.
“Fuimos de las que estuvimos los 42 días bajo lluvia. Y se puso tan difícil la situación, que nos llegamos a quedar en los campamentos sin alimento. Llegó el momento en el que se determinó la evacuación. Y sí, también subí el Turquino, aunque todavía estoy padeciendo de una rodilla, porque el médico me dijo que no podía, y lo hice. Después fui ubicada en Niquero, en un cuartón que se llamaba Los quemados”.
De esa experiencia, precisa, “siempre digo, dondequiera que estoy, que yo enseñé, pero que aprendí más. Pasé mucho trabajo. Me llevaron a casa de Guillermo García. Estuve en Pilón. Y con este comienzo, trabajé en Educación 43 años”.
La hermana del ejemplar maestro René Fraga, recuerda con cariño que en ese primer contingente estaba Conrado Benítez. “Era un muchacho muy humilde. En su infancia fue panadero, limpió zapatos. Después nos mandaron para el Escambray. A mi me impresionó mucho la noticia de su muerte el 5 de enero de 1961. A él lo cogen por la ansiedad que tenía por llegar a su escuela para llevarle los juguetes que les había comprado a sus estudiantes por el Día de Reyes. Esos criminales alzados lo torturaron y lo ahorcaron con un alambre de púa. A mi fue a quien me tocó decirle de lo sucedido a Nancy, su novia. Yo no sabía cómo hacerlo. Ella se abrazó a mi y lloramos las dos juntas”.
Después de ese crimen no cogí miedo. En la zona muchos estaban alzados. Me cogió un día la noche, y dije que era la maestra. Pero un miliciano me alertó que cuando a uno le cogiera la noche tenía que quedarse en ese lugar. “Para mi significó mucho la experiencia. No me arrepiento a esta altura de nada”.
Andrea Iznaga integró el tercer campamento. “Estaba en cuarto año de bachillerato en Santa Clara cuando me anoté. Mi campamento era el Alfredo Gómez. Tuvimos que recoger las hamacas y las amarramos de un árbol de café a otro y con un nylon arriba, y así dormíamos. Íbamos al campamento a buscar la comida, y eran 25 libras que teníamos que echarnos arriba un día sí y un día no. Yo me acuerdo del profesor Castillo, quien vivió esa demostración de voluntad. También terminábamos con la subida al Turquino”.
A ella igualmente la ubicaron en el Escambray. “Cuando llegué a la casa de los campesinos me acogieron muy bien, pero me dijeron que al maestro Isidro habían venido a matarlo. Pero cuando yo vi la cantidad de milicianos que estaban alrededor de la casa, yo seguí en mi Campaña de Alfabetización, y desde entonces he pertenecido a Educación. Actualmente trabajo en la Cátedra del Adulto Mayor. Yo no me he ido de este sector y no pienso hacerlo. Es que yo le tengo amor al magisterio. Yo siempre dije que no quería ser maestra para tener un título colgado en la pared”.
Andre precisa que la historia de los Maestros Voluntarios es muy importante que sirva para las nuevas generaciones. “Esta es una herencia que se debe tener presente. Significa cuánto la juventud entregó por convicción”.
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