Fotos: Roberto Garaicoa
Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Han pasado 120 años desde que Antonio Maceo, con todo el peso de su mito, completara la invasión de Oriente a Occidente, lo que se considera la acción militar más audaz de la centuria y, al decir de Máximo Gómez, “el gran movimiento militar que aseguraba para más tarde el triunfo final de la Revolución. Después, lo demás, era cuestión de tiempo”.
De manera simbólica el Titán de Bronce entró a Mantua el 22 de enero acompañado del repique de campanas. El 23 se firmó el acta del fin de la invasión. Cuba entera estaba en armas, con lo que se rompió también el mito del regionalismo, porque en tierras vueltabajeras combatieron hombres de todo el país.
Los mambises, guiados por Gómez y Maceo, en apenas 90 días recorrieron 1 800 kilómetros, desde que partieran de Mangos de Baraguá el 22 de octubre de 1895 y hasta que llegaran a Mangos de Roque el 22 de enero de 1896. Un total de 27 combates sostuvieron la primacía del Ejército Libertador, que con unos 4 500 hombres derrotó a 200 000 soldados españoles y ocupó 22 pueblos importantes.
Para el Doctor Eduardo Torres Cuevas, historiador y director de la Biblioteca Nacional José Martí, el tema de la campaña de invasión ha sido de los más atractivos de la Historia de Cuba por varias razones, “pero lo que más nos interesa es todo lo que significó, no solo por lo extraordinario de una campaña militar realizada contra un ejército profesional bien armado, bien entrenado, numeroso y bien dirigido por diversos generales, sino porque Máximo Gómez comprendió que no habría una victoria definitiva si no se lograba incorporar en la guerra a Occidente”.
Anotó que la guerra había prendido con éxito en Oriente, Camagüey y las Villas, pero las fuerzas de poder habían logrado hasta ese momento que no se extendiera a la región occidental, que tenía condiciones muy diferentes; por ello allí los españoles concentraron el grueso de sus tropas, no solo por razones militares, sino económicas.
En su opinión, la guerra se ganaba o se perdía si Occidente entraba o no en la guerra. “Por diversas razones no se logró en el 68, y en la contienda del 95 constituía el eje central del proyecto independentista”.
Recordó que no se pueden olvidar las características de la Isla desde el punto de vista geográfico, y que el gran desarrollo de la industria azucarera y del tabaco estaba en Occidente. El 70 por ciento de las riquezas se concentraban en esta región del país. “La estrategia de Gómez y de Maceo se centró, en tanto, en cómo lograr que ese capital contribuyera al impuesto mambí; y que España no percibiera esas riquezas, ni sus beneficios”.
Además de estos elementos de tipo económicos, resaltó los factores políticos y militares que determinaban el valor de esta campaña. “Desde el punto de vista militar es indispensable extender el movimiento independentista a todo el país, como también lograr el proceso de unidad nacional. La campaña de invasión atraviesa a todas las provincias y une, con el prestigio de Maceo y de Gómez, a las fuerzas de toda la nación”.
El Doctor Jorge Freddy Ramírez, profesor de la Universidad de Pinar del Río y miembro de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, se centró en su análisis en cómo Maceo dejó una huella tremenda en la región de Vueltabajo y en el impacto que tuvo que la invasión llegara hasta estos predios.
“Estamos hablando de una región histórico-cultural que se llama Vueltabajo, que construyó durante siglos una identidad propia. Allí, en el año 1893 se percibe la estructuración de una conspiración a partir de la guía de Martí con el Partido Revolucionario Cubano, que logra unir a personas de muchos estratos sociales a lo largo de toda su geografía. Esta estructuración va a permitir que, llegado el momento, los vueltabajeros respondan al llamado independentista, lo que coincide con la invasión”.
Destacó que hubo un grupo de personas que aunaron esfuerzos y fueron los líderes fundamentales. Entre ellos están Isabel Rubio, una patriota insigne, como Adela Ascuy y Magdalena Peña; Manuel Lazo, Policarmo Fajardo, Indalecio Sobrado, Alfredo Porta, Roberto Delgado Santa Cruz y Ramón Hernández, entre otra constelación de patriotas como los hermanos Lazo, los Báster, los Abascal.
Tomaron Bahía Honda, las Pozas, destruyeron los embarcaderos del Norte y el Muelle de Gerardo. De La Palma, Maceo bajó a Laguna de Piedra y regresó a Caiguanabo. Del 14 para el 15 estuvo por el poblado de Pilotos.
Pasó a tiro de fusil frente a la ciudad, siguió por el sur y acampó en Las Taironas. Allí tuvo lugar, el 17 de enero, el famoso combate, que es una de las acciones más importantes. Y el 19 en San Luis sucedió el de Tirado, que culminó en los predios de San Juan y Martínez, cerca de Guacamaya. El fuego fue comparado con los de Peralejo y Calimete.
Apenas 14 días fueron suficientes para concluir en Mantua la gloriosa invasión a Occidente. Las campanas echadas a vuelo y los vítores de toda la población coronaron la entrada triunfal del caudillo de Oriente. “El efecto de esta proeza militar fue fulminante. La logística de los españoles quedó destruida, así como su estructura de gobierno”
Para España, como se precisó en un artículo publicado en el diario Granma, la irrupción de los mambises en la Arcadia occidental auguraba, con tintes sombríos, la destrucción de las principales fuentes de riqueza que financiaban su maquinaria militar, la obligación de dispersar sus tropas en la custodia de un número mucho mayor de objetivos políticos, militares y económicos, la necesidad de vigilar y patrullar un número sustancialmente mayor de kilómetros de cayos y costas más cercanas a Estados Unidos, la imposibilidad de negar al mundo la envergadura de la guerra y la certidumbre de que miles de nuevos reclutas irían a engrosar las filas del Ejército Libertador.
El Doctor Jorge Ibarra Cuesta, profesor titular y Premio Nacional de Ciencias Sociales, se detuvo en uno de los elementos fundamentales que torpedeó la edición anterior de esta epopeya en la guerra del 68 y que fracturó su propósito mayor. “Todo el mundo sabe que la guerra de los diez años y el proyecto invasor fracasó por el regionalismo. Es un fenómeno de larga duración y tiene que ver con la falta de integración de todas las regiones en un mercado único”.
Las regiones, dijo, prácticamente no tenían relaciones entre ellas. “Santiago de Cuba tenía más vínculos con Haití, con Jamaica y otros países como Venezuela, que con las regiones cubana. De hecho, lo que da origen al patriotismo local son estas contradicciones”.
A los bayameses, comentó, les resultaba más fructífero venderle el ganado a Venezuela que a sus vecinos. También el comercio de contrabando estimuló el patriotismo local.
El experto afirmó que en aquella época en Cuba existía más conciencia regional que nacional, pero todos estaban opuestos a la interferencia del poder colonial y a las invasiones de los corsarios.
La Cámara de Representantes del 68 no había mandado tropas y pensaba que podía dirigir la guerra. En el 95, Martí trató de impedir esto y planteó que la guerra tenían que dirigirla los militares. No obstante, existía problemas con Mazó, con Maceo, con Roloff… y Gómez logró resolverlos de un modo inteligente: no los enfrenta, y va a lo que quiere, que triunfe la invasión.
El Doctor Roberto Pérez, presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, coincidió con Ibarra en las virtudes de Gómez, quien desplegó un arte militar que está a la altura de lo más elevado de esa materia no solo en América, sino en el mundo.
“Fue difícil, pero se pudo lograr. Hay que imaginar a unos 3 mil hombres sin logística, por el medio del monte, con un enemigo que hace emboscadas, con la amenaza de la muerte… parece imposible, pero se lograron los objetivos con el menor costo posible. No se podían dar el lujo de perder a cientos de hombres, porque no somos un pueblo numeroso, y eso se incorpora en la mentalidad de los jefes.
“Hubo una preparación operativa y estratégica extraordinaria entre Maceo y Gómez. A Maceo lo asumimos todos, pero todo el mundo sabe que Gómez es dominicano, sin embargo, se convirtió en un cubano. Y es tan sabio, que asegura la entrada de Maceo a Pinar del Río y le deja el honor de que sea él quien concluya la invasión. Maceo le había asegurado su paso por Camagüey con lo que hace en Oriente, y este, desde allí, le prepara el paso a las Villas. Entran juntos a Matanzas. Deciden la retirada aparente. Gómez manda a Maceo y asegura, cuando él tanto ha deseado terminar la campaña. Le sede al Lugarteniente la entrada. No hay búsqueda de gloria, sino alcanzar los resultados”.
Así, en voz de este experto, se logró el fin: se extendió la guerra a todo el país y los españoles quedaron desprovistos de recursos. La invasión, refirió, es un prodigio del arte militar cubano, americano y universal. “No debemos cansarnos de su estudio y de asumirla con admiración”.
El Doctor Torres Cueva, imbuido de este espíritu, aseguró que las nuevas generaciones no deben desconocer estos pasajes trascendentales de nuestra historia. “El cine nos presenta el espectáculo de grandes batallas fueras de nuestro territorio, sin embargo, porque pocas veces en la historia humana se ha visto a un contingente tan desproporcionado y en condiciones tan limitadas que hicieran algo tan extraordinario. Es nuestra gran hazaña, y si se compara con las historias humanas, es de las más excepcionales”.
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