Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos: Roberto Garaycoa
El Capitolio, una de las edificaciones más distintivas y emblemáticas del rostro arquitectónico de La Habana y de Cuba, lucirá su esplendor fundacional en noviembre de 2019, justo cuando la ciudad llega a su medio siglo de existencia.
Para esa simbólica fecha, siete años de restauración del inmueble habrán transformado el rostro mitigado por el tiempo, de lo cual ya se perciben las primeras estampas de belleza en el ala norte de la edificación y en parte de sus exteriores.
Kenia Díaz y Johanna Aldo, dos mujeres inteligentes y entregadas a la conducción, por la Oficina del Historiador, de este proceso, han debido develarle el alma a esta obra para proyectar cuidadosamente la colosal entrega.
En la Mesa Redonda de este miércoles, en la que ofrecieron amplios detalles sobre la restauración, no pudieron eludir adjetivos como magnánimo, complejo, difícil y extraordinario, cuando caracterizaron el esfuerzo que han debido desplegar desde hace poco más de 3 años.
Kenia Díaz insiste en la condición de que se trata de un edificio que es Patrimonio Nacional, así como en el grado uno que tiene, lo que implica mayores requerimientos a la hora de emprender esta empresa.
Recordó que fue diseñado para una función bicameral, con el Senado y la Cámara de Representantes, espacio este que reúne las condiciones para que sesione nuestra actual Asamblea Nacional. Dispone igualmente de una sala de prensa magnífica que fue concebida para ello originalmente, y cuando se retiraron otro tipo de obras posteriores apareció en toda su magnitud, hasta con el acceso de los taquígrafos a las sesiones.
Para situarnos en la memoria constructiva de esta edificación, ponderó que en 1926, justo el 1ro. de abril, comenzó a erigirse el inmueble que conocemos hoy, pero cuando aquello los planos no estaban terminados, lo cual produjo algunas negociaciones, porque el gobierno quería realizar la Conferencia Panamericana allí, y eso sería imposible por la impronta de que debía estar terminado para ello en enero de 1928. Entonces reconsideraron la propuesta, cuando se dieron cuenta de que era imposible terminarlo, y pasaron la sede de la Conferencia hacia la Universidad, a lo cual le debemos la majestuosa escalinata.
Después de los análisis con los contratistas, se decidió que el Capitolio se terminaría el 20 de mayo de 1929, fecha en que finalmente se inauguró con bombo y platillo.
La especialista explicó que en su construcción participaron 8 mil trabajadores, quienes organizados en turnos de 8 horas, hicieron posible que el edificio estuviera listo en 3 años y 50 días, un tiempo sorprendente para el nivel de exquisitez y de detalle que posee el Capitolio.
Ahondó en elementos abrumadores como que el inmueble se hizo con 5 millones de ladrillos, 40 mil metros cúbicos de arena y piedra, y 150 mil toneladas de acero. “Eso habla muy bien de la gente que estuvo trabajando en el edificio, de los cuales murieron cinco durante la construcción”.
Resaltó que luego comenzó a sesionar en este escenario el Congreso cubano de aquella época y, a pesar de que hubo hechos lamentables, como el ametrallamiento de las personas que fueron hasta allí cuando la huelga del 33, este fue el espacio en el que se proclamó la Constitución del 40, que fue revolucionaria en su época y que marcó nuestra historia de la legalidad.
Admitió que más allá de los hechos que conocemos de la historia, que pudieron ser controvertidos, los edificios no pueden heredar ese tipo de estigmas. “Este es un grandioso inmueble, quizá el más importante de su época y uno de los más importantes palacios de América Latina. Por su trascendencia debemos cuidarlo como merece”.
Sobre su parecido al Capitolio de Washington, precisó que no son tan semejantes, y que quizá fue motivo de inspiración, pero que en este hay una referencia muy explícita a la arquitectura cubana, con sus dos patios centrales que son un claro guiño a la arquitectura colonial y a nuestra condición tropical, así como es muy simétrico. “Es un edificio muy bien pensado, que en su momento tuvo sistemas totalmente novedosos para la época y muy sorprendentes”.
La ingeniera Johanna Aldo se detuvo en la estrategia de restauración, que comenzó en noviembre de 2012. En aquel momento, confesó, no sospechaban del colosal esfuerzo al que se enfrentaban en una obra con 40 mil metros cuadros, 25 mil metros cuadrados en jardines, 11 ascensores, 28 patios…
“Nuestra propuesta de intervención estuvo centrada primero en la cubierta del edificio, ya que existían numerosas filtraciones que dañaron la estructura, así como previmos establecer todas las facilidades temporales y las providencias para comenzar la restauración”.
Argumentó que en el segundo año crearon límites virtuales para diferenciar cada una de las salas por bloques. “De esta forma comenzamos por el ala norte, sobre todo en la reparación capital de su granito. En el área exterior, el Capitolio tiene 15 mil metros cuadrados de granito, de los cuales ya ejecutamos 4 300 hasta la fecha. Igualmente hemos trabajado en la fachada, en la carpintería, en las barandas de bronce, en los jardines…”
Aseguró que ahora laboran en el interior, en el 3 y 4 piso y en la planta baja. Ya han concluido el 40 por ciento de la edificación y están tratando de darle valor de uso a lo terminado.
Kenia Díaz refirió que la restauración ha sido un ejercicio desconcertante, porque les tomó tiempo entender, diagnosticar y empezar a ejecutar. “Hubo que simultanear el diagnóstico de las estructuras, de las patologías arquitectónicas… con la toma de decisiones después que empezó la obra. Porque puedes, durante la fase de proyectos, imaginar que vas a tener una circunstancia determinada, pero cuando comienzas a hurgar te encuentras una realidad distinta, y eso implica paralización parcial, y precisa de otras ayudas”.
Tuvimos en determinados momentos, reconoció, ayuda de otras empresas de la capital, y aunque seguimos siendo los inversionistas principales, hubo otros proyectistas. “Hemos recibido todo el apoyo, pero ha sido un proceso muy complejo, porque tenemos la encomienda de que el uso se adapte a lo que el edificio permite. Eso nos ha exigido ser muy creativos, porque el sistema de incendios antes no existía, como tampoco los de seguridad, y todo el servicio hidrosanitario estaba colapsado. Hay zonas, además, que hemos tenido que climatizar que nunca dispusieron de esta posibilidad. Todo esto ha demandado que estudiemos e investiguemos bien para acercarnos a la mejor solución posible”.
Apuntó que igualmente se hicieron inventarios de todas las obras con las que se contaba. Patrimonio Cultural hizo un levantamiento de todo lo que tenía el Capitolio y entonces al final hubo un proceso de clasificación que tomó tiempo, así como hubo que desmontar los elementos, no así las grandes esculturas.
Admitió que ha existido “un proceso de toma de decisiones que nos han llevado al tiempo en el que estamos hoy. A la edificación la conocemos mucho mejor, pero hemos tenido un montón de contratiempos. En las áreas exteriores, por ejemplo, nos preguntábamos de dónde íbamos a sacar a las personas para hacer la enormidad del trabajo que demandaban. Hubo decisiones de todo tipo, no solo para las soluciones, sino para la identificación de quiénes podían hacer los trabajos”.
Johanna Aldo añadió que el primer reto que tuvieron que vencer fue asumir un proceso inversionista en el que todas las actividades se hicieron a la vez. “Y uno lo dice fácil, pero aunque esto acorta tiempo, se hace con más esfuerzo del adecuado”.
Especificó que las intervenciones hechas tuvieron calidad y exquisitez en los recursos empleados, y que se ha respetado la obra al máximo. Un ejemplo de ello es que el Capitolio cuenta con 60 tipos de mármoles, entre cubanos e italianos, y se tuvo la posibilidad de acceder a la misma cantera y a los mismos fabricantes, porque encontraron hasta la misma familia que tuvieron esas canteras en aquella época en Italia.
“Hemos reutilizado las mismas canalizaciones, y se han deshalambrado 35 kilómetros de tuberías, lo que minimiza el nivel de intervención en paredes y piso. Ya hay 3, de 11 elevadores, arreglados, pero ello ha comprendido restaurar las cabinas y poner una maquinaria nueva”.
También el Capitolio posee 64 relojes sincronizados eléctricamente y las luminarias han requerido de la restauración, para lo que se ha recurrido hasta a orfebres mexicanos. “Los herrajes de carpintería en bronce los hemos repuesto, pero aún no hemos podido encontrar todos los embellecedores que se requieren de las cerraduras”.
De la fuerza de trabajo, que han llegado a ser hasta 500 obreros en los momentos picos, elogió su nivel de especialización y su origen institucional diverso: Puerto Carenas, el Micons, el Minint, la Escuela Taller de La Habana, cooperativas, artistas del Mincult, cuentapropistas…
Kenia Díaz aludió a un elemento sustancial. “Cuando empezábamos a descubrir el Capitolio encontramos referentes sobre la cripta del mambí desconocido. Aparecieron los planos y empezamos a pensar, sobre todo (Eusebio) Leal, en que era necesario retomar la idea. No estamos haciendo el proyecto de Félix Cabarroca –su autor original-, porque tendríamos que romper mucho, y aunque es un sitio muy austero, si lo comparas con el resto del edificio, creímos que por su valor simbólico lo debíamos ejecutar. Para la razón del edificio, para que tenga su corazón, creímos que es indispensable que lo hiciéramos”.
Ya tiene fecha, adelantó. “Se está trabajando para que esté listo el 2 de diciembre de este año, y será un homenaje a los momentos que ha vivido Cuba”.
Johanna Aldo argumentó que entre los desafíos inmediatos para este año tienen previsto además “culminar los sistemas instalados que nos permitirán darle valor de uso a esta parte restaurada, y los esfuerzos se concentrarán en la escalinata y en el pórtico principal, luego iremos al salón de los Pasos perdidos. Estaremos enfocados igualmente en terminar los trabajos en el hemiciclo del lado norte, con la prestancia de la época, pero con aditamentos tecnológicos modernos”.
Además se centrarán en las áreas exteriores y en la linterna, que está demolida en una primera etapa. “Ya tenemos un sistema de grúas para acceder a los 92 metros de altura, y colocaremos el pararrayos, que inicialmente tenía colocado”.
Del entorno, Kenia Díaz destacó que paralelamente se ha ido reverdeciendo. “Vamos a presenciar un momento muy especial en esa zona, que es una de las más bonitas de La Habana, por su propia historia y por la manera y el momento en el que se construyó. Varias instituciones están destinando esfuerzos en varios de estos edificios. Ya tenemos restaurado el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, se está trabajando en la antigua Manzana de Gómez y en el hotel que irá en Prado y Malecón. Estos y otros esfuerzos van a permitir darle otro aire a esta parte que estaba quedada a menos”.
Significó que en estas vacaciones la Oficina del Historiador va a incluir al Capitolio en un Rutas y andares, que es algo que desata muchas expectativas. “Sin olvidar que se trata de un edificio en obra, y que hay circunstancias de protección a las personas que no podemos obviar. No obstante, podrán apreciar lo que se está haciendo con mucho rigor, lo que nos permitirá tener un Capitolio para rato y a un edificio para la ciudad que es importantísimo”.
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