Por: Manuel Alejandro Hernández Barrios
Fotos: Roberto Garaicoa
Emisión: 27/10/2017
Leonardo Tamayo (LT), tenía solo 15 años cuando se incorporó a las fuerzas que comandaba el legendario Che Guevara en la Sierra Maestra, donde le sirvió de enlace, de escolta, de jefe de escolta y de ayudante personal en los primeros años de la construcción del estado socialista cubano. Fue uno de los tres sobrevivientes cubanos de la guerrilla del Che en Bolivia.
Al ser de las personas más cercanas a los últimos 10 años de vida del Che y uno de los más importantes testimoniantes de los 50 años de sobrevida de aquel héroe continental, ha sido invitado al espacio En Persona de la emisión televisiva de la Mesa Redonda de este viernes 27 de octubre, donde fue entrevistado por la periodista Arleen Rodríguez Derivet (P).
– P: ¿Urbano o Tamayito?
– LT: Tamayito me lo puso el Che para distinguirme porque mi padre, a quien le decía Tamayo, también estaba en la Sierra y juntos estábamos en su comandancia.
– P: Usted tenía 15 años nada más cuando se incorpora a la guerrilla del Che. Pero antes realizaba actividades y combate primero con Lalo Sardiñas. ¿Cómo logra que el Che lo acepte, porque la leyenda cuenta que el Che no aceptaba quien no viniera con armas o no estuviera preparado?
– LT: Primero estuve en la tropa de Lalo Sardiñas y como no me gustó decidí ir a la tropa del Che.
– P: En aquel abril de 1957, ¿era famoso ya el Che?
– LT: Por supuesto. Ya el Che era el Che. Cuando llego a la tropa del Che yo era aún un muchachito, y chiquitico. Me pregunta: “¿Vos qué vienes a hacer aquí?” Le respondí: “Lo mismo que está haciendo usted”. Parece que le gustó mi actitud. Me incorporé inmediatamente a un pelotón. A los cuatro o cinco días el Che necesitaba un mensajero y el jefe de la escuadra me envía a la comandancia.
– P: ¿Ahí es cuando se convierte en enlace?
– LT: Así me convierto en enlace o mensajero. Tenía que cubrir grandes distancias subiendo y bajando lomas. En la mañana el Che me dice que le llevara un mensaje a Fidel. Arranco y a la una de la tarde llego a la comandancia de Fidel. Allí me dieron como almuerzo un pedazo de malanga con una cucharada de miel. Regresé antes de lo esperado por el Che, algo que lo impresionó. Los demás compañeros hacían ese recorrido en dos días y como yo me crie en el campo lo hice en una sola jornada. Cuando el Che me vio me dice: “Oiga caballerito, yo a usted no lo mande esta mañana a un mensaje”. Enseguida le entrego el mensaje de respuesta. A los pocos días necesitaba mandar otro mensaje y pidió por “el indiecito”. Me pide que le haga el mensaje con la misma rapidez de la vez anterior. Como no había disciplina militar le pregunté si me podía ir y me responde afirmativamente. Vuelve a necesitar que le lleve un mensaje, pero más cerca. Al regresar me pide que traiga la hamaca y la mochila cerca de él para si me volvía a necesitar. Suficiente aval que me permitió estar 10 años y seis meses a su lado.
– P: Camilo Cienfuegos llegó a ser subordinado a las órdenes del Che. ¿Usted llegó a vivir esa relación, esa amistad entre ellos?
– LT: Camilo era el jefe de la vanguardia de la columna 4, pero todos los que estábamos en la Sierra conocemos la forma de ser de Camilo, un hombre jocoso. Recuerdo que en una ocasión Camilo tuvo que salir y el Che le afloja los nudos de la hamaca y le pone unas piedras debajo. Cuando Camilo se fue a sentar cae encima de las piedras y el Che riéndose le dice: “oye, ese fui yo”.
– P: ¿Usted también combatió a las órdenes de Fidel en la batalla del Jigüe en la que se produce la rendición del comandante Quevedo, que después sería comandante dentro de la Revolución también?
– LT: Fidel le pide al Che refuerzos. Fueron enviados los hermanos Acevedo, Argudín, Villegas, Pompo, y otro grupo de compañeros fuimos para allá. En ese combate Fidel me que cada 30 minutos tirara una granada con el objetivo de no dejar dormir a los soldados. Cometí un error imperdonable. Creía que como había tregua las tropas nuestras estaban allí porque cuando pasaba este tipo de situación era normal que fuéramos a hablar con ellos y que después se reanudara el combate. Cuando llego allí el guardia se me tira a coger el cabo de la pistola y le rehúyo. Me pregunta si tenía miedo. Enseguida le respondí: “Tú has visto alguna vez a algún rebelde con miedo”. Le pregunto que donde estaba mi gente y el me responde que el primero en llegar era yo. Cuando me dijo eso, ahí si sentí miedo. Le dije que mi gente venía subiendo y cuando terminé de decirle abrí una raya corriendo y me perdí de allí. Fui a donde estaba Fidel y como no me gusta decir mentiras le expliqué. Me preguntó si me atrevía a volver a ir. Le respondí afirmativamente. Regreso de nuevo y me vuelve a preguntar si me atrevo a volver a ir. Le pregunté: “¿Y usted no se atreve a ir?”. Fue para allá y cerca de las cinco de la mañana Quevedo acordó la rendición con Fidel.
– P: Oscar Fernández Mell fue compañero de usted durante la invasión y el médico que le curó.
– LT: Me hirieron tres veces. Dos tiros y 21 heridas por granada.
– P: Tamayito fue el segundo hombre del Vaquerito en el pelotón suicida.
– LT: Roberto Rodríguez subió a la Sierra vestido de vaquero, pero le faltaban las botas. Celia Sánchez le consigue unas botas en un almacén y al mensajero con que se las envía le dice: “llévale al vaquerito”. Desde ese momento se le quedó el apodo y se olvidó el nombre de Roberto. El fusil era casi más alto que él. Durante la invasión se hundió en un pantano y hubo que sacarlo. Llegamos a Las Villas después de caminar a pie más de 600 kilómetros. Allí el Che me manda a darle un mensaje a Eloy Gutiérrez Menoyo quien al momento le responde en una letra que yo no sabía leer. Tenía segundo grado, era semi analfabeto. Cuando regreso el Vaquerito me estaba esperando y me dice que tenía una idea y que contaba conmigo para ejecutarla: “crear un pelotón de ataque comando”. Enseguida le comenté que no estaba mala la idea. Le entrego el mensaje al Che y el vaquerito aprovecha la ocasión para comentarle al Che la idea: “crear un pelotón de ataque comando”. El Che le responde que la idea era buena, lo que no le gustaba era el nombre y sugirió ponerle pelotón suicida.
– P: Usted toma el cuartel de la policía donde estaba el famoso Cornelio Rojas que era un hombre tan siniestro como Ventura en La Habana. ¿Es cierto que usted rindió a más de 300 hombres estando al frente del pelotón suicida después de la muerte del vaquerito?
– LT: Estábamos juntos en una azotea. Yo le pedía que no se parara a tirar. Desgraciadamente una bala perdida le entró por atrás de la cabeza y le salió por la frente. Cuando el Che lo vio dijo: “Me han matado cien hombres”.
– P: Oscar Fernández Mell dijo que con el Che había que estudiar. ¿En qué tiempo leía y estudiaba el Che? ¿En qué tiempo estudiaba usted?
– LT: Mientras el Che estuviera en la oficina mi trabajo era estudiar. Salía de su oficina y traía un papel en la mano y nos lo daba a leer. El Che trabajaba de 17 a 19 horas diarias. Recibía a Fidel de madrugada.
– P: ¿Cómo era la relación de Che con otros compañeros?
– LT: El Che era uno de los hombres de confianza de Fidel. Cuando Fidel tenía una tarea importante que asignar, era el Che el primero que daba el paso al frente. Cuando lo nombraron presidente del Banco Nacional un compañero le dice: “Che, yo no sabía que eras economista”. El Che le responde: “Yo lo que soy es comunista”. Para el Che los comunistas deben estar listos para asumir cualquier cargo siempre que puedan desempeñarlo.
– P: ¿Con quién acostumbraba a compartir el Che? ¿Cuáles eran sus afectos más cercanos?
– LT: El Che tenía bastantes amigos. No era un hombre solitario. Casi todas las semanas se reunía Fidel, con Ramiro, con Raúl. Con otro con quien gastaba bastante el tiempo era con Ramiro.
– P: ¿Cómo reaccionó el Che a la muerte de Camilo?
– LT: Para el Che la perdida de Camilo fue un golpe duro, duro, duro.
– P: ¿Estando al lado del Che tuvo tiempo de hacer familia?
– LT: Tengo cinco hijos, tres hembras y dos varones. Llevo más de 50 años con mi mujer.
– P: ¿Pudo prever lo que pasaría con el Che? ¿Usted imaginó que la vida del Che terminaría como lo hizo?
– LT: El Che le da una lista a Fidel con los nombres de los que él quería llevar a Bolivia. Fidel se la entrega a Raúl, entonces Ministro de las Fuerzas Armadas. El aviso Raúl lo realizó por separado porque Rolando no se tenía que enterar si Tamayo iba o no. Ya hacía tiempo que no veía al Che. El 18 de julio de 1966 a las nueve de la mañana me llama Raúl y me dice que el Partido y el Gobierno me había designado para cumplir misión internacionalista combativa y querían saber mi decisión. Mi respuesta fue: “¿Dónde está el avión y a qué hora sale?”. Al otro día todo el grupo nos reunimos en Cayajabos en la antigua provincia de Pinar del Río. Allí se aparecía Fidel dos y tres veces a la semana para ver cómo íbamos en los entrenamientos. Se le ocurrió que entrenáramos el tiro de manguera.
– P: ¿Qué es un tiro de manguera?
– LT: Esas son las cosas que se le ocurrían a Fidel. Era concentrar el tiro en un depósito. Empezamos tirando las ráfagas en un barril de 55 galones. Terminamos tirándole y concentrando el fuego en una lata de leche condensada. Fidel siempre nos decía que había un español que él había conocido en México que sabía mucha táctica de guerra de guerrillas. A mediados del mes de septiembre nos montan un camión y nos llevan para un lugar donde estaba Fidel, Ramiro, Dorticós, Tomasevich. Fidel nos vuelve a decir que el español venía y que era un tipo con muy malas pulgas. Aquella delegación se fue. Entonces nos montamos en los camiones y nos vamos para la finca de San Andrés. Cuando llegamos allí sale el español con un traje azul de cuello y corbata, un sombrero de paño debajo del brazo, unos espejuelos, una calvicie total y unos mechones de canas. Nos presentan ante aquel doctor. El Che educó el acento argentino y hablaba como un español. Al poco tiempo el español le dice al comandante Tomasevich: “Les digo que son unos comemierdas”. Inmediatamente Suárez Gayol reconoce al Che. Inmediatamente se rompió la formación militar y nos fundimos en un abrazo.
– P: Usted es posiblemente el último hombre que vio vivo al Che. Ya tenía muy mal estado físico. ¿Cómo recuerda aquella separación de su jefe?
– LT: Fue un golpe muy duro porque el Che me dio lo que mi padre no pudo. Educación, cariño, respeto, no me faltaron a su lado. Me enseñó el camino del internacionalismo. Y me enseñó cómo ser un verdadero comunista. La pérdida del Che significa la pérdida del ser más querido que he tenido al lado en la lucha armada. El ocho de octubre el Che me manda a buscar y me ordena ocupar una posición entre 100 y 200 metros más arriba de donde estaba. A las dos de la tarde manda a dos bolivianos a buscarnos. A uno lo matan en el camino. El otro desde una posición más baja le hace señas a Villegas de que bajemos. Le digo a Villegas que se retirara que yo lo cubría. Me tiran una granada que me deja medio aturdido, pero aproveché la polvareda y pude salir del lugar. Cuando llegamos a donde estaba el Che en la mañana encontramos el instrumental quirúrgico y la mochila y el abrigo del médico. Tratamos de subir por la parte izquierda de la quebrada. Por suerte estaban Inti, Benigno y Darío. Nos hacen señas de que no subiéramos. Bajamos y cuando se hizo bien oscuro ellos bajan e inmediatamente le preguntamos la hora en la que se retiró Fernando, que era el Che. Pero ellos pensaban que él estaba con nosotros. Consideré que Villegas debía ser el jefe del grupo hasta que apareciera el Che. Al otro día por la mañana escuchamos, por el radio que el Che le había regalado a benigno, la noticia de que el Che había sido gravemente herido en las piernas en combate. Ya estaban tratando de justificar su asesinato. A las veinte horas anuncian que el Che había sido muerto en combate.
– P: ¿El golpe más duro de su vida?
– LT: Por supuesto.
– P: Cincuenta años después usted volvió a La Higuera. ¿Cómo se sintió?
– LT: Al lado de Evo Morales siempre uno se siente bien. El pueblo boliviano quiere a Evo. Habían, delegaciones de más de veinte o treinta países.
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