“El hombre tiene que luchar contra las adversidades”
Armando Caballero López (ACL) nació en Santa Clara el 7 de septiembre de 1947. Estudió Medicina en la Universidad de La Habana y en la Universidad Central de Las Villas, donde culmino su carrera. Fue el primer presidente de la Federación Estudiantil Universitaria de la naciente facultad de medicina de la UCLV. Se graduó como especialista de primer grado en anestesiología y reanimación en 1976. Cursó beca de un año en París, Francia, sobre ventilación mecánica y hemodinámica del paciente grave. A su regreso es nombrado Jefe de la Sala de terapia intensiva del Hospital Universitario de Santa Clara. Cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola (1981-1983). Autor del primer libro cubano de terapia intensiva, el cual ha tenido 4 ediciones ampliadas y actualizadas. El texto fue reconocido como la mejor obra científica del país en 1989 por la Academia de Ciencias y el Instituto Cubano del Libro. Presidente del Consejo Provincial de Sociedades Científicas de Salud en Villa Clara desde 1992 al 2000. En 2008 se titula como máster en Urgencias Médicas y en el 2010 recibe el título de Doctor en Ciencias Médicas. Participó en numerosos eventos científicos nacionales e internacionales y ganó el Premio Anual de Salud en Cuba en el año 2011. Vicerrector Primero del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara (2000-2002). Ha formado cientos de anestesiólogos e intensivistas. Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular en los periodos de 1993-1998 y 1998-2003. Ha recibido numerosos premios y condecoraciones. Es hijo ilustre de Santa Clara. Se mantiene como Jefe de Servicio de Terapia Intensiva del Hospital, responsabilidad que ha asumido por 38 años.
– P: ¿Cómo llegó a la medicina? ¿Por qué dentro de la medicina, la anestesiología?
– ACL: La vocación por la medicina parte de mi madre que era auxiliar de enfermera por eso desde niño me fui acercando a la profesión. Terminé la carrera de medicina a principios de la Revolución. El éxodo de médicos dejó sin anestesiólogos a Las Villas. Con urgencia el país comenzó a formar técnicos anestesiólogos, que no era una especialidad muy atrayente.
Como era dirigente de la FEU y de la UJC tuve que ir a una reunión a promover la especialidad con varios compañeros del PCC en la cual nadie levantó la mano para dar el paso al frente. Al otro día reunieron a los dirigentes estudiantiles para preguntarles por qué se había dado la situación del día anterior. Después de aquella segunda reunión tuvimos que hablar con cada compañero, conseguimos dos. El próximo curso me tocaba dar el paso al frente.
La anestesiología tiene tres partes: anestesiología, reanimación y tratamiento del dolor. Me incliné por la reanimación. Me ubicaron en Terapia Intensiva en Villa Clara y desde entonces estoy ahí, donde llevo 38 años de jefe de servicios.
Me alegro mucho de haber dado ese paso porque cumplí con la Revolución con una tarea que respeto mucho.
– P: Ha llegado a ser uno de los más grandes practicantes de la anestesiología en Cuba. ¿Qué le ha encontrado a la terapia Intensiva? ¿Qué cualidades debe tener un médico o enfermero de la anestesiología?
– ACL: Humanismo, altruismo y dedicación. Sin eso no se puede ser intensivista. A veces hay que estar varios días en el hospital, a veces no se puede dormir. El intensivista debe ser un médico muy integral.
Un intensivista tiene que tener cinco cualidades: 1- preparado en las cosas técnicas; 2- preparado en la clínica; 3- preparado en la farmacología para usar medicamentos; 4- preparado en las situaciones de las cosas quirúrgicas graves; 5- ser un diplomático porque atiende gente de todas las especialidades.
– P: Usted además ha tenido que atender a las personas en situaciones excepcionales y extremas, a adversarios políticos, lo que implica una alta responsabilidad.
– ACL: Una responsabilidad que la resuelve la bioética que dice que hay que tener justicia social. Hay que atender al que toca atender. Las otras razones son para otro tipo de respuesta. La respuesta del médico tiene que ser siempre de calidad, de humanismo, de altruismo, de dedicación.
He tenido que atender a personas con las que no comparto ideas políticas, a asesinos. Él médico tiene que cumplir con el concepto de salvar vidas. El intensivista está más cerca de la muerte que los demás médicos, pero siempre tiene que luchar por la vida.
– P: En esa lucha sus experiencias son diversas. ¿Cómo están volcadas esas experiencias en el primer libro que se hace en Cuba sobre terapia intensiva del cual usted es autor y que en su cuarto edición ha logrado convocar a más de cien autores? ¿Qué satisfacción le ha dejado tener un libro de texto sobre terapia intensiva hecho por cubanos?
– ACL: El libro me ha dado la satisfacción que nunca imaginé, porque la gente lee el libro. Personas que no conocía se encuentran conmigo y me hace popular. Quieren tirarse fotos conmigo. Cuando me reconocen empieza a existir un clima de satisfacción. No es lo mismo que ver a un paciente con catetes, enfermo, en cama, en una difícil situación de vida o muerte que después lo ves por la calle. Antes decía que me acordaba, pero ya no digo mentiras, porque casi nunca me acuerdo de todos los pacientes, porque las personas cambian.
– P: Usted ha sido profesor de cientos de médicos y enfermeros. ¿Qué le produce el acto de transmitir lo que usted ha acumulado durante más de 40 años dedicado a la medicina intensiva?
– ACL: Damos un servicio muy riguroso. Sin una alta exigencia no puede haber calidad. A las personas cuando les exiges no les gusta y no entienden, sin embargo, después que tienen resultados agradecen. Arnaldo Milián Castro una vez fue a ver a su hermano a la sala de terapia intensiva. Del otro lado del cristal el hermano le decía cosas y él no lo escuchaba por el aislamiento. Pidió una bata para pasar a verlo, pero ahí nadie podía entrar. Yo le abrí los ojos. Al notarlo dijo que por mis ojos parece que aquí no se puede entrar. La gente enseguida le dijo que él era el Primer Secretario del PCC y que podía hacerlo. Él enseguida refirió que, si se pone una ley, se pone para que se cumpla por todos, sino no se pone. Las exigencias son por algo bueno y no son para cambiarlas todos los días.
– P: Su familia también ha tenido que enfrentar adversidades. Su esposa es una heroína. Ejerce la medicina y ha tenido que enfrentar la adversidad que sufrió su primera hija. ¿Cómo valora a su esposa?
– ACL: Ella me ha acompañado durante 43 años. La primera hija que tuvimos sufrió un accidente obstétrico. Fuimos víctimas de un error de la medicina. Pero la niña está con nosotros. Tiene 41 años. Acostada en una cama. No habla, no camina. Pero no tiene escaras, está limpia. Tuvo muchas convulsiones. Mi mujer es el pilar fundamental. Ninguno de mis hijos comió carnes de res cuando se daba por la cuota porque toda era para la niña. Ella solo se ríe, no hace más nada.
Lamentablemente se comenten muchos errores con los pacientes. Yo lucho mucho contra todo eso. Pero es imposible eliminarlas, pero no es imposible luchar por disminuirlas a la más mínima expresión.
– P: Usted ha tenido una vida dedicada a salvar vidas, ¿cómo combinar todo eso en sentimientos y a la vez en entrega?
– ACL: Mi esposa es anestesióloga, terminó la carrera con la niña viva ya. Cuando aquello contaba con la ayuda de mis padres. Después se hizo intensivista y máster en anestesiología. Ella salía del hospital todos los días a darle el almuerzo a la niña por una hora. Así estuvo hasta que el estado creo una ley que le daba la posibilidad de dedicarse a cuidar la hija. La ley fue una panacea para ambos. Seguimos luchando porque el hombre tiene que luchar contra las adversidades que puede tener.
– P: Usted enfrentó sus adversidades, ha hecho una vida profesional que ha llegado hasta hacerse doctor en ciencias médicas. De sus dos hijos, uno trabaja en la terapia intensiva y el otro en la terapia intermedia. ¿Qué satisfacción le produce? ¿cuánto les exige a ellos como profesionales?
– ACL: Ambos escogieron por si mismos sus profesiones. No fue inducido por mí. Ellos forman parte de todos esos profesionales jóvenes que trabajan denodadamente la terapia intensiva y atienden pacientes graves. Las generaciones tienen que cambiar. Nadie puede aspirar a que las generaciones de ahora sean igual que las de antes. Pero los jóvenes de ahora tienen que tener el altruismo y la validez a la misma altura de aquellos que estuvimos al principio de la Revolución, el mismo que tienen que tener los que vendrán mañana. Hay que modificar con disciplina, con cuidado, pero tiene que ser con dedicación. La juventud tiene que estar comprometida para poder obtener una carrera universitaria que se paga ayudando al propio país.
– P: Usted nunca se ha ido de Villa Clara. ¿Qué cosa es Villa Clara para usted?
– ACL: Me siento bien en Villa Clara. No me gustan las grandes ciudades. En París casi me vuelvo loco. No me gusta La Habana. Cada propuesta he tratado de eludirlas sin decir que no. Yo donde mejor estoy es en terapia intensiva. Y el día de mi guardia se respeta porque si no dejo de ser médico.
– P: Cuando sale para el hospital cada mañana, ¿en qué es lo primero que piensa?
– ACL: Cómo están los enfermos que dejé, cómo habrán pasado la noche. Las primeras dos horas son para analizar cada detalle de los enfermos.
– P: La mayor satisfacción de su vida
– ACL: Ser médico y ser intensivista.
Ejemplo de maestro
Juan Virgilio López Palacios (JVLP) nació en Santa Clara el 21 de mayo de 1936. Se graduó de maestro en la normal de Santa Clara en 1954 y desde entonces ha dedicado 63 años de vida al trabajo en la Educación. Su trabajo docente y científico ha estado siempre centrado en el perfeccionamiento de la educación, con énfasis en la formación y superación del personal docente. Es doctor en Ciencias Pedagógicas y miembro del tribunal de grado científico en Ciencias Pedagógicas de la región central. Ha asesorado proyectos de investigación para maestrías y doctorados en Cuba y en el extranjero. Ha ofrecido numerosos cursos de posgrado en instituciones cubanas, latinoamericanas y europeas. Ha participado en más de un centenar de eventos científicos nacionales y en 60 eventos internacionales celebrados en diferentes países. Ha publicado diversos libros y antologías. Es miembro del Consejo de Redacción de la revista Islas y la Revista Cubana de Educación Superior. Ha recibido innumerables reconocimientos por su extraordinaria labor pedagógica, entre ellos, dos veces el premio anual al resultado más útil en la Educación Superior, siete veces la Distinción Especial del Ministro de Educación Superior por el trabajo de postgrado y siete veces la condición de Vanguardia Nacional. Es Premio Nacional de Pedagogía (2003) y Doctor Honoris Causa en Pedagogía de la Universidad Central de Las Villas.
– P: ¿Por qué Juan Virgilio decidió ser maestro y qué ha sido lo que lo ha motivado a dedicar toda una vida al sacerdocio?
– JVLP: Estudié la primaria en la escuela anexa a la normal para maestros de Las Villas, a través de las prácticas de las maestras normalistas aprendí de aquellas que tenían una preparación muy consecuente y humanista en el desarrollo de su propia clase. Esto me motivó y ejerció en mí una influencia.
Al llegar al sexto grado fui becado para estudiar en el colegio Martí y presentarme al instituto de segunda enseñanza. Ingresé en 1950 en la normal. Allí descubrí a Gaspar Jorge García Gayol. Tengo un autógrafo de él del año 1954 donde me decía que para triunfar en la vida había que hacer del trabajo una actividad diaria y consecuente, y que para ser un hombre completo se hacía a través de la perseverancia.
La idea de Gayol de que fuera un hombre completo, la de mi madre de que sea un hombre bueno, y los estudios posteriores que he realizado me conformaron también en el hecho de que debías ser un maestro diferente, que investigue, que haga de mi aula un laboratorio. He trabajo por ello en la educación general 16 años simultaneando parte de ellos con mi labro en la universidad que inicié en 1960 hasta la actualidad.
– P: 63 años dedicado a la profesión. Ha participado en la formación de maestros voluntarios, en toda la etapa inicial de conformación de los maestros de la revolución. Ha formado maestros y profesores de todas las épocas ¿Qué satisfacción le da? ¿Cómo enfrentar esa tarea tan sublime y a la vez tan difícil de formar los maestros de generaciones de cubanos?
– JVLP: Muchas veces se establecen comparaciones de cómo son los maestros de antes de 1959 y cómo han sido después. Pienso que se haga porque las generaciones no son diferentes, sino que vive una etapa diferente de carácter social. No se puede olvidar que la pedagogía estudia un hecho social por excelencia que es la educación. A partir de esa idea de que todo es una educación continua tiene que ir perfeccionándose. Cada maestro debe alcanzar la maestría pedagógica que solo se alcanza dentro del aula. Por eso no he dejado de ser nunca un maestro de primaria, de enseñanza preuniversitaria, y continúo en la universidad porque el maestro se forma en el aula.
Para la labor de nuestra etapa de formación profesoral, fue crucial el Plan Minas Topes Tarará. Cada 15 días se realizaba un curso por encuentro. El Ché decía que un ejemplo aislado no se puede generalizar, y la educación es un sentido de la responsabilidad. Se habla mucho de la vocación del magisterio, pero la vocación se educa a partir de la responsabilidad. La responsabilidad te hace más valioso, más útil y te hace recurrir al aula cada día buscando ese elemento fundamental.
– P: A pesar de que ha sido varias veces premiado por su educación de posgrado, nunca abandona el pregrado.
– JVLP: Porque el profesor que no da clases en pregrado no conoce las normativas de la educación superior. Cada primera clase que prepara para el pregrado, la primera clase la preparo como ninguna otra. Uno puede dar cien clases, pero si la primera no fue buena, las 99 clases restantes seguirán siendo malas clases. Por tanto, hay que prepararse cada día como si a uno lo fueran a visitar.
Utilizo el Power Point, pero como un medio. El profesor soy yo. El Power Point no me suple en mis clases. Los profesores no pueden hacer del proyector el elemento fundamental de sus clases. Maestría tiene Frank Fernández, Ernesto Lecuona, los grandes maestros, pero cada uno en su rama.
– P: Pero usted no se contentó solo con la palabra. También ha hecho ciencia. ¿Qué le encontró a ese deseo de hacer ciencia?
– JVLP: Esa ciencia es la que permite la transformación. La educación es un fenómeno complejo con carácter pedagógico, didáctico y curricular. A la universidad se va a enseñar y a aprender, a enseñar ciencia para demostrar la aplicación de esa ciencia. El maestro tiene que ser un innovador. Mi laboratorio es el aula. Si uno busca la palabra pedagogía en un diccionario dice “ciencia y arte de educar”.
– P: ¿Qué le ha recomendado a los que ha formado? ¿Cuál es la esencia que usted les transmite de qué es ser profesor?
– JVLP: La enseñanza es una obra de infinito amor. Una obra que tiene que hacerse científica. Una vez me dijeron que cada maestro tiene su librito. Pero si su libro está desencuadernado, le faltan hojas y no tiene cientificidad hay que votarlo. El maestro vive en tanto estudia, pero cuando deja de estudiar, muere. Siempre le digo a mis alumnos que se lean las páginas culturales de los periódicos porque la cultura es creativa y de toda la posibilidad.
– P: La familia, ¿qué ha sido en su vida?
– JVLP: Se dice que detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer. No me considero grande, pero sin Olga no hubiera podido llegar a donde he llegado. Nos conocimos hace 60 años. Nos casamos en 1962. El 29 de diciembre cumplimos 55 años de casados. Tengo tres hijos y cinco nietos. Uno de mis hijos estudió Química Nuclear de los isótopos radioactivos en la Unión Soviética. El otro es especialista en Derecho. Y la hija es graduada de Medicina.
– P: ¿Qué significa la Universidad Central de Las Villas?
– JVLP: La universidad es mi segunda casa, es la que me ha hecho. Las condiciones del transporte no están muy buenas. Yo manejé hasta hace muy poco tiempo un Fiat. Antes hasta iba a tomar café a la casa. Pero en la universidad tengo muchos amigos y transporte.
La pedagogía es algo que no se puede imponer. La educación depende de dos elementos básicos: la economía y la política. Que los alumnos reflexionen sobre la importancia de la asignatura es una labor ardua. Algunos me dicen que quisieran tener toda mi experiencia. Siempre les digo que eso es imposible. Uno puede tener mis consejos, mis artículos, pero la experiencia es única.
– P: Usted es también hijo ilustre de Santa Clara, ¿Qué es para usted Santa Clara?
– JVLP: Toda mi familia, paterna y materna, es de Santa Clara. Aquellos que hemos creado la familia continuamos en Santa Clara. La UCLV es mi segunda casa porque he trabajado con mucho amor. Ese amor me ha hecho más completo, más humano y el pedagogo que soy.
– P: Para los más jóvenes, su principal recomendación.
– JVLP: Que estudien siempre y que cuando se encuentren frente a un aula olviden los pesares que puedan haber tenido. Para ser educador el ejemplo es lo fundamental. El trabajo colectivo es mucho mejor que el individual.
– P: Sus preferidos…
– JVLP: Bola de nieve y Esther Borja.
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