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Historias poco conocidas sobre la explosión del Maine (+ Video)

A este relevante acontecimiento, que tuvo lugar en las postrimerías de la Guerra Necesaria y que motivó a la Guerra Hispano Cubano Norteamericana, estuvo dedicado el espacio televisivo Mesa Redonda de este jueves 15 de febrero.

Por: Manuel Alejandro Hernández Barrios

Foto: Roberto Garaicoa

Emisión: 15/02/2018

El acorazado USS Maine estuvo fondeado en el puerto de La Habana durante tres semanas, hasta que el 15 de febrero de 1898, a las 21:40 horas, una violenta explosión en su interior, lo hizo hundirse con rapidez. Investigaciones posteriores determinaron que varias toneladas de pólvora habían detonado. Al ocurrir la explosión, la mayor parte de la tripulación estaba durmiendo, o descansando, pero la alta oficialidad del acorazado estaba en tierra en ese momento.

De una dotación de 354 personas que componían la tripulación, 266 perdieron la vida como producto de la explosión, ocho de ellos, horas más tarde debido a las lesiones sufridas, 18 de los supervivientes eran oficiales, solo dos murieron en el acto.

A este relevante acontecimiento, que tuvo lugar en las postrimerías de la Guerra Necesaria y que motivó a la Guerra Hispano Cubano Norteamericana, estuvo dedicado el espacio televisivo Mesa Redonda de este jueves 15 de febrero.

Para contextualizar el hecho el doctor Rolando Rodríguez García, profesor titular de Historia de Cuba de la Universidad de La Habana, recordó que posterior a la Guerra de Secesión en Estados Unidos se produce un periodo de tránsito de un capitalismo manufacturero al capitalismo imperialista. En los ochenta pasa de veintitantos consorcios a tener unos 150 con un capital que llegaba a la inmensa suma de entonces de más de tres mil 150 millones. En ese momento se comenzar a plantear la necesidad de que EE.UU. tuviera una gran flota mercante, de guerra y carboneras.

En Cuba el Capitán General Valeriano Weyler disponía de un ejército de 250 mil hombres, que fue derrotado en el Oriente del país. Calixto García tomó Las Tunas. La Reforma de Máximo Gómez en el centro del país destroza a ese ejército. En Occidente los generales Mayía Rodríguez, Alejandro Rodríguez y Pedro Díaz resisten ante ese ejército. España estaba derrotada.

El Secretario de Guerra de los EE.UU. en ese momento escribe: la moral de las tropas españolas es pobre, su entrenamiento peor, están mal dirigidas y son incapaces de resistir mucho tiempo más a los insurrectos. El Secretario de Marina en su libro escribió que el 11 de enero de 1898 ya le habían dado órdenes a la flota de guerra de EE.UU. para prepararse para una contienda con España.

El presidente McKinley es quien determina, junto a ambos secretarios, enviar un barco a Cuba como “una medida de amistad”. El acorazado USS Maine entra en La Habana el 25 de enero de 1898 de día y con los cañones en zafarrancho de combate, apuntando a la ciudad todo el tiempo.

El Maine y la Marina de Guerra de Estados Unidos

El doctor Gustavo Placer Cervera, Miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba, explicó que la Marina de Estados Unidos a comienzos de 1898 estaba en desarrollo aún, pero estaba en plan expansión. Contaba en ese momento con cuatro acorazados de primera clase: Indiana, Massachusetts, Oregón e Iowa. Dos acorazados de segunda clase: Texas y su gemelo Maine. Dos cruceros acorazados: Brooklyn y New York. Además de 16 cruceros, 15 cañoneros, seis monitores y cinco torpederos. Estaban en construcción: cinco acorazados de primera clase, 16 torpederos y un submarino. Contaba con mil 200 oficiales en servicio activo u 11 750 hombre de marinería.

Respecto al Maine detalló que su construcción comenzó en 1888, pero no se pone en servicio hasta 1895 por problemas en su construcción y en su maquinaria. Cuando lo ponen en servicio ya era un buque anticuado. Su construcción era peculiar, poseía cuatro piezas de artillería en dos montajes dobles de diez pulgadas montadas la de proa a estribor (a la derecha) y la de popa a babor (a la izquierda).

Las carboneras estaban ubicadas en la periferia, rodeando los pañoles de municiones y las calderas, porque se pensaba que la carbonera serviría como un amortiguador en caso del impacto de algún proyectil. En aquel momento era frecuente la ignición espontánea de las carboneras, sobre todo del carbón bituminoso, el que poseía el Maine cuando llegó a La Habana, cuando debió cargarse de carbón de antracita en Cayo Hueso, con menos contenido volátil, pero con mayor contenido calórico.

En el buque los sollados de la marinería estaban situados a proa, en el centro los dormitorios de los suboficiales y a popa los camarotes de los oficiales. En la marinería de la época había cierta promiscuidad, lo que no permitía que hubiera muchos negros en las tripulaciones de los barcos.

Cuando entra en La Habana es ubicado en una zona dedicada solo a buques de guerra. Cerca estaba un buque de guerra español, el City of New York que era un buque de transporte de pasajeros norteamericano y el Alfonso XIII, un buque de carga español. El Maine poseía 6 mil 682 toneladas de desplazamiento. Tenía una tripulación de 26 oficiales y 328 marineros. Era el buque de guerra de mayor porte que había entrado en La Habana hasta ese momento.

La explosión ocurre en la zona de proa, debajo de donde estaban los dormitorios de los marineros. El Comandante y el Segundo Comandante del buque estaban a bordo en el momento de la explosión. Para ellos, estar en La Habana era estar en una zona hostil, por lo que permanecían listas piezas de artillería de tiro rápido para cualquier tipo de emergencia.

La proa casi desaparece y al instante la popa asume una posición casi vertical y comienza a hundirse. Empiezas a explotar los distintos pañoles de municiones. Lo cierto es que el Comandante fue el último en abandonar el buque.

El doctor Gustavo Placer Cervera, Miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba, explicó que la Marina de Estados Unidos a comienzos de 1898 estaba en desarrollo aún, pero estaba en plan expansión.

El historiador Gustavo Placer Cervera comentó que la comisión de investigación norteamericana que llegó a La Habana para investigar las causas de la explosión fue prácticamente una farsa, compuesta solo por oficiales de mando. No interrogaron a ningún técnico, ni a ningún experto. Hubo voces en Inglaterra y en los propios Estados Unidos que refirieron que la explosión debió ser accidental.

En 1911 durante las conversaciones del Tratado de París, los españoles propusieron formar una comisión internacional para que dilucidaran las causas de la explosión, una propuesta que fue inmediatamente rechaza por Estados Unidos. Setenta años después se crea otra comisión no oficial, dirigida por un almirante de la Marina norteamericana que había dirigido el proyecto de construcción del primer submarino nuclear, un hombre que estuvo 63 años de servicio en la marina. Esta comisión concluyó que las anteriores estaban equivocadas y que la explosión fue de origen interno debido al carbón bituminoso.

Era el año 1976, ya España era aliada y estaba empezando el camino su camino para formar parte de la OTAN. El gobierno de los Estados Unidos no reconoció su equivocación. Pero ya en ese momento no había a quien pedirle responsabilidad.

Echarle el muerto a alguien

El Miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba, Rolando Rodríguez García, añadió que el Secretario de Marina de Estados Unidos en 1898 escribió en una de sus misivas que, aunque España fuera se desataría una guerra porque el buque estaba protegido por la bandera española en territorio español, sin importar si fuera inocente o no.

Comentó que lo que se dijo en aquel entonces es idéntico a lo que se dice ahora respecto a los ataques sónicos. España fue culpable, como Cuba lo es ahora, de un ataque del que no se tienen ni siquiera pruebas. El problema de Estados Unidos es echarle el muerto a alguien. La historia se repite como diría Marx, aquello como tragedia, ahora como farsa.

Desde 1896 Estados Unidos había preparado la intervención militar a Cuba, preparado por el departamento de la guerra. Empieza la prensa la norteamericana a formar escándalos.

Mencionó que Estados Unidos disponía en ese momento un ejército de 28 mil hombres que no eran suficientes para emprender una guerra contra España. Estados Unidos empieza a proponer dinero por Cuba, primero cien millones y hasta 300 millones, datos que están en el Archivo Central de Madrid y que incluyen además que los negociantes recibirían un millón de pesetas. España no aceptó por la honra, porque Cuba era su última colonia, además eso ponía en peligro la dinastía.

En Cuba Estrada Palma era delegado del Consejo de Gobierno y Delegado en el Exterior radicado en Estados Unidos, pero al llegar al poder, unifica ambas delegaciones. Firmó un contrato para dar dinero para que Estados Unidos interviniera en Cuba. En ese momento dos enmiendas en Estados Unidos confluían en el tiempo. Una reconocía a la República de Cuba, ante la que McKinley se negó porque eso llevaría a tener que sostener compromisos y tener atenciones con esa República de Cuba. En la otra se decía que si los Estados Unidos venía a apoderarse de Cuba los mambíses tirarían contra el ejército de Estados Unidos, por lo que se pedía que Estados Unidos solo ayudara a Cuba a la liberación de su pueblo de la metrópolis española.

“Yo pondré la guerra”

Mencionó que Estados Unidos disponía en ese momento un ejército de 28 mil hombres que no eran suficientes para emprender una guerra contra España.

Por su parte el master en ciencias históricas René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba, refirió que el Maine fue el pretexto que tanto soñó Estados Unidos desde los padres fundadores. Durante el siglo XIX llenaron a la isla de espías, incluso durante los noventa enviaron a Cuba a un grupo de topógrafos para hacer estudios de los puertos y las playas de Cuba.

Desde 1896 Estados Unidos había preparado la intervención militar a Cuba, preparado por el departamento de la guerra. Empieza la prensa la norteamericana a formar escándalos. El primero de ellos estuvo relacionado con Evangelina Cossío, una patriota cubana presa en la casa de prisión de mujeres en Guanabacoa, a la que ayudan a escapar agentes cubanos y personal del Consulado norteamericano y que logran salvarla de las garras españolas y llega hasta la ciudad de Nueva York donde se convierte en atención mediática instantáneamente.

Dos grandes magnates de la prensa estaban en pugna. William Randolph Hearst dueño del New York Journal y Joseph Pulitzer dueño del New York Herald. Ambos pugnaban por incentivar el conflicto militar. Hearst manda al dibujante Remington a Cuba y le pide que permanezca en Cuba, que de imágenes “Yo pondré la guerra”, fue la frase exacta que utilizó Hearst para obligar a Remington a quedarse en Cuba.

El 14 de diciembre de 1889 José Martí le escribió a su discípulo Gonzalo de Quesada: “Sobre nuestra tierra hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos, y es el inicuo de forzar a la isla, de precipitarla a la guerra para tener un pretexto de intervenir en ella. Y con el crédito de mediador y de garantizador quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría. Morir para dar pie en que levantarse a esta gente que nos empujan a la muerte para su beneficio”.

En video, la Mesa Redonda


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Etiquetas: Buque de guerraCubaEstados UnidosExplosiónHistoria de CubaMesa RedondaRelaciones bilateralesintervención

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