Enrique Loynaz del Castillo, dominicano de padres cubanos que integraron la delegación independentista de ese país, recibió la influencia desde la cuna a su futura posición revolucionaria.
Loynaz es uno de los que salvan la vida de Maceo en el atentado colonialista español de 1894; es el joven oficial mambí que, ante constantes provocaciones, raya al lado de un poema colonialista estrofas insurrectas, posterior letra del Himno Invasor.
El espacio radio televisivo Mesa Redonda fue, este viernes, una suerte de continuidad de Memorias de la guerra, publicación póstuma del general cubano-dominicano de la Guerra de 1895, las vivencias como mambí de Enrique Loynaz, a través de las declaraciones de René González Barrios, Presidente del Instituto de Historia de Cuba.
La Mesa Redonda compartió también, como homenaje a los 150 años del inicio de las luchas independentistas en la Isla, la entrevista concedida por el General Enrique Loynaz del Castillo a Jorge Mañach, periodista cubano.
Jorge Mañach, en su entrevista afirmaba que Loynaz no fue un espectador emocional, sino que tuvo un papel fundamental en la Guerra; aún así, resulta una figura desconocida en ocasiones por varias generaciones de cubanos.
Al respecto, René González Barrios dijo que el General Loynaz es uno de esos héroes desconocidos de la historia cubana. “Quizás, ha pasado a la posteridad como el autor del Himno Invasor y muchos le recuerdan como tal, pero no se tiene realmente idea de la dimensión de este hombre”.
“Loynaz es uno de los representante genuinos de esa generación que Martí llamó “pinos nuevos”, un cubano nacido fuera del país, lo que generó en él, pequeño entonces, el pensamiento antillanista”, agregó.
González barrios apuntó además que el que luego fuera General del Ejército Libertador, y quien respiró independencia y revolución desde su nacimiento, con solo 14 años, en el año 1885, ya se involucraba en el primer proyecto de expedición para Cuba.
“Era la época en que se gestaba el Plan Gómez-Maceo, desde Honduras, y Loynaz se enrola en esta expedición para venir a Cuba a pelear por la independencia”, dijo.
Su opinión política, según detalló el historiador, siempre estuvo relacionada al progreso y la paz de la Isla de Cuba, por lo que los presidentes preferían tenerle lejos, consideraron oportuna su distancia porque era un hombre lapidario, con opinión precisa.
Difundir la memoria histórica de la nación es el objetivo principal del Instituto de Historia de Cuba. En cuanto al valor de un archivo tal como el material encontrado, relacionado a la figura de Loynaz, y su importancia para la transmisión del conocimiento y los valores nacionales a las nuevas generaciones, René González explicó: “El material fue donado al archivo del Instituto y pertenecía a las grabaciones de la Universidad del aire, espacio que transmitió hace muchos años la Radio cubana”.
“Hace cinco años, en una revisión general que hicimos al archivo, detectamos que estaba en ese estado; fue entonces cuando se produjo el encuentro con la que hoy consideramos joya de nuestro patrimonio: las placas de la Universidad del aire, de los programas ante la prensa y las entrevistas a los más destacados intelectuales de las personalidades de la Cuba de los años ’40 y ’50”, explicó Goznález Barrios.
“Al escuchar, decidimos digitalizar aquella placa que contenía la única grabación a un General mambí de las gestas cubanas”, finalizó.
Su contenido se ha compartido en diversos espacios que privilegian la historia de Cuba dentro y fuera del país, y ha servido para el estudio de investigadores del tema, en indagaciones realizadas por la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística.
Loynaz constituye una imagen extraordinaria de conspirador, revolucionario, soldado, estratega y jefe militar, además de educador, orador, periodista y político.
Sobre sus memorias y el papel protagónico, acto indiscutible de valentía, que desempeñó Loynaz al salvar al General Antonio Maceo de la tentativa de asesinato organizada por la Legación Española en San José: “Inmediatamente oyéronse voces: “¡A Maceo! ¡Tiradle a Maceo!” Y estallaron de nuevo los disparos; de un lado los españoles y del otro Pepe Boix, Adolfo Peña y yo respondiendo con nuestros revólveres. Inclinábase el general Maceo a recoger el paraguas –que una bala le había arrebatado- cuando Isidro Incera, que corriendo se le acercó, le disparó por la espalda, hiriéndolo a lo largo de la espina dorsal hasta internarse el plomo en el cuerpo, aparentemente en el pulmón. Vi al General caer en la acera, la mano en la pared: y a Incera metiendo cápsulas en el revólver, que ya tenía agotada la carga, volver sobre sus pasos para rematar al General. Rápido, disparé sobre el agresor, a la frente… Y al caer, le repetí, en la parte posterior de la cabeza, otro disparo”.
Resulta igualmente conmovedora la evocación de la figura de José Martí en Nueva York: “Al terminar nuestra larga visita ya Martí nos había regalado, con amable dedicatoria, sus últimos libros. En el de Ramona había escrito: “A Enrique Loynaz, que amará, con su alma tierna y fogosa, a mi pobre Alejandro.” Y viendo empolvado mi sobretodo tomó un cepillo y con esmero lo sacudió. Y antes que pudiera impedirlo, ¡había sacudido también el polvo de mis zapatos!… ¡A mí me pareció tener delante la encarnación de Jesucristo!”.
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