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La Habana a través de los ojos y el alma de Eusebio Leal (+ Video)

Por: Javiel Fernández Pérez

Fecha: 16/11/2018

Entrevista ofrecida el pasado viernes por el Historiador de la Ciudad de La Habana Doctor Eusebio Leal Spengler al espacio En Persona de la Mesa Redonda en ocasión del aniversario 499 de la capital de todos los cubanos y el advenimiento de su aniversario 500.

Randy: La Habana que enamora y que atrae, la que maravilla a pesar de sus descuidos, la que también invoca a sus seres y a sus calles, una ciudad que quiere renacer y que quiere llegar  a sus 500 años con toda la maravilla de tener su bahía y su Almendares, su Plaza de la Revolución y su Capitolio, también de tener al Morro y a La Cabaña, al estadio del Cerro, o incluso, a La Tropical, esa Habana que hoy está cumpliendo 499 años es La Habana del Doctor Eusebio Leal Spengler. Nuestro regalo a los habaneros y a los cubanos en esta Mesa Redonda de hoy es poder conversar con este hombre que tanto ha hecho y tanto ha trabajado por transformar a La Habana.

Randy: Buenas tardes, Eusebio, y gracias por recibirnos acá en esta Lonja del Comercio, sede de la Dirección de Comunicación de la Oficina del Historiador de la Ciudad que siempre tan gentilmente nos acoge para algunas entrevistas como esta que hemos tenido la oportunidad de realizar.

Eusebio: Gracias Randy, nos hemos pasado la vida por muchas motivaciones cerca de la Mesa Redonda, en tiempos arduos, allí, y en muchos momentos claves para la historia de Cuba y de la ciudad, junto a ti y el equipo de la Mesa. Estoy muy contento y muy alegre de haber podido llegar a este 499 aniversario. Yo no lo pensé; pero aquí estamos, y cuando digo estamos uso el plural porque son muchas las personas que a lo largo de los años han sostenido ese proyecto, que es un proyecto maravilloso, un proyecto de sueños, que era reunir lo inmaterial, lo intangible, con lo palpable, con lo cierto, darle un sentido a la monumentalidad de la ciudad, a sus museos, a sus calles, y sobre todo, lo más importante, que la gente sienta el orgullo de La Habana, cuya historia amerita que sientan ese orgullo.

es La Habana del Doctor Eusebio Leal Spengler.

Randy: Esa historia a través de sus ojos, lo que vivió desde niño hasta hoy, lo que la ha permitido llegar hasta los 499 y a los 500 también de La Habana es lo que quiero que le contemos hoy a nuestros televidentes y radioyentes.

Randy: Hay historias conocidas Eusebio, pero que siempre merecen la pena contarlas cuando se celebra un cumpleaños como este, el 499 de la ciudad. Tengo entre los tesoros que guardo en mi oficina un libro suyo, Fiñes, la visión suya de niño, de la primera juventud, sobre el amor a La Habana, el amor a la Patria. Decía Fernández Retamar que la Patria es la niñez y siempre eso nos lleva un poco a pensar cómo vemos la Patria, cómo la Patria se nos creó desde niños. ¿Cómo recuerda La Habana, cómo era La Habana de Eusebio Leal cuando niño?

Eusebio: Esas crónicas se escribieron para el periódico y agradezco mucho como la directora del periódico Granma ha ido tomando algunas de esas crónicas para muchos años después darlas de nuevo a la imprenta. Esas crónicas las llevé de noche al periódico. En esas noches del periódico que eran tan especiales porque allí se reunía una parte de la dirección de la Revolución, casi todas las noches. Y yo llegaba con mis pequeños trabajos, ya con estos especialmente dedicados a esas pequeñas memorias y otros que tenían que ver con conmemoraciones cubanas o de Cuba con el mundo. Las crónicas nacieron de una rememoración casi obligada del lugar donde nací y viví. En realidad nací en el hospital América Arias, la ilustre capitana del Ejército Libertador cuyo nombre lleva ese hospital en G y Línea, pero mi casa, a donde regresamos, fue la calle Hospital 660 y era un barrio del barrio de Cayo Hueso, un barrio muy activo en el cual la casa donde nací es una casa de vecindad como se llamaría después, un solar donde las puertas estaban divididas, estaban nunca cerradas sino con una cortinita, las personas pedían permiso para hablar detrás de la cortina y para entrar a la habitación. Y ese fue el barrio de la escuela, el barrio de los compañeros de la escuela, los hijos de obreros, Lucía la hija del cartero, Hortensia, su padre era también obrero. Todas estas personas arroparon mi infancia, una infancia ardua ya que mi mamá era conserje de una escuela pública, y en esa escuelita a la que ella me llevaba escuché las primeras nociones de lo que serían en un futuro conocimientos y letras. Pero mi maestra fue más bien una señora muy mayor, Blanquita, como le llamábamos todos, nos sentaba en uno bancos a leer y allí nos explicaba la cartilla, y así fue el comienzo; el patio y sus símbolos, el patio y sus fiestas, el patio y sus tristezas compartidas, el patio de todos los acontecimientos de aquella época. La niñez estaba marcada por la época que La Habana vivía los episodios de lo que se llamó el gansterismo y de vez en cuando sobresaltos muy cerca del hospital donde ocurrieron crímenes en La Habana, batallas de grupos delincuentes. Una de las cosas más interesantes es que allí a la casa acudía un anciano vestido de blanco con su gran sombrero y nosotros nos beneficiábamos de su amor porque él nos repartía las tarjetas para ir al Palacio Presidencial, el 6 de enero era el Día de Reyes y el 24 de diciembre la noche buena. Objetivos: primero los juguetes y segundo una jaba llena de golosinas para la familia. Tan pobres éramos. Todas esas imágenes de La Habana, el carnaval, del incendio, del yelero, del vendedor de la leche, del carnaval de la ciudad con su comparsa y sus personajes tejieron el mundo de la belleza. Y también fue La Habana de la insurgencia revolucionaria con sus figuras más relevantes, la presunción de que la tierra estaba temblando debajo de nuestros pies y todo lo cual finalmente eclosiona con el primeo de enero la salida de las sombras de la milicia revolucionaria. Recuerdo la sexta estación de policía, a donde llegaban con nuestros brazaletes y nuestras botas y recuerdo aquel traje y en el fichero, las fichas de Fidel y de Raúl, las fichas en el fichero de las personas que estaban bajo esa condición en las estaciones policiales de La Habana.

Randy: Ese Eusebio del 59, 16 años tenía. Cómo salta de Cayo Hueso a La Habana Vieja y llega a la Oficina del Historiador, conoce a un hombre tan importante como el Dr. Emilio Roig y aprende a querer a La Habana, a creer en La Habana y a ver un poco por los ojos de Emilio Roig. ¿Qué dejó en el alma de Eusebio Leal Emilio Roig, cómo llega hasta hoy en usted Emilio Roig?

Eusebio: Primeramente, muchos tienen la idea de que yo fui uno que atravesó francamente el camino hasta llegar a los grados académicos. No, en realidad cuando triunfa la Revolución por razones familiares, económicas y mil razones yo no tenía alcanzado ni siquiera el quinto grado. Nunca más pude volver a la escuela y cuando el 26 de julio del 59 pude hablar en nombre de las casas del 26 de julio en un acto frente a la Normal de Maestros, el presidente del gobierno de la ciudad, que eran los comisionados municipales en ese momento me llamó y dijo: ¿quién es ese muchacho? Y me invitó a visitarlo al lunes siguiente. Yo estaba buscando en el almanaque para ver exactamente si era lunes, martes, miércoles. El caso es que llegué a la puerta de aquel edificio que veía por vez primera. Aquel Palacio de los Capitanes Generales donde iba a estar mi destino, que era la municipalidad de La Habana. Allí vi salir y entrar a gente de todas partes y de pronto me convertí en un empelado del Gobierno de la ciudad de La Habana; pero un empleado iletrado. Cuando me ofrecieron pasar a inspector del Departamento de Ingresos, solo en una Revolución pasa eso, el mundo estaba patas arriba y se abrieron todas las puertas y oportunidades. Lo primero que dijeron fue la educación obrero-campesina. Asistí rápidamente a la vida cultural que proponía la ciudad a partir del trabajo con la extensión universitaria que proponía el municipio: los ciclos de cine, la biblioteca pública, de niño el amparo cultural de mi barrio había sido la biblioteca de la Sociedad Económica Amigos del País. Y después mi mamá me llevaba a las casas donde trabajaba, y en las casas, en algún lugar descubría una biblioteca y leía muchísimo. Como te das cuenta la educación fue como trunca, resultado, nunca más pude volver a la escuela. Pero un día, el Secretario General de la CTC que era Lázaro Peña me entregó el certificado de sexto grado. A partir de ahí vino la alfabetización, los cortes de caña y café. Todo lo que rodeaba en ese momento las expectativas del gran movimiento que la Revolución alentaba, sobre todo, para los jóvenes, todas las puertas abiertas, todas las murallas rotas. Y a partir de ese instante supe, al empezar a trabajar, que muy cerca, en la Plaza de la Catedral estaba el hombre que tú mencionabas. Entonces fui a allí, porque a mí me fascinaba la Historia de Cuba, la historia de La Habana, la toma de La Habana por los ingleses y todas aquellas fantasías. Me enfrenté de pronto al gran hombre que estaba sentado sobre su mesa ya tocado por la enfermedad y por el tiempo y a partir de ahí  recibí los libros más preciosos que la Oficina publicaba, las conferencias se trabajaban solamente en el municipio. También como inspector de ingresos y de tributos tenía que ir a distintos lugares de la ciudad. Así conocí Diezmero, Diez de Octubre, caminaba enormemente para llegar a las direcciones. Tuve que entrevistarme con personajes increíbles de la época que por extraño que parezca adeudaban al fisco y no pagaban sus impuestos, sobre todo, el que me tocaba a mí, el impuesto territorial. Éramos como el símbolo de la honestidad de la Revolución. Solamente en el primer año de la Revolución se construyeron 53 escuelas en la ciudad de La Habana y hubo un arquitecto, Cesáreo Fernández, un hombre importantísimo en esa etapa que murió trabajando. Y gracias al programa de extensión universitaria, de extensión cultural llegaron las tarjetas para ver los grandes ciclos de cine, de pintura. Y así comenzó el gran camino hasta hoy. Entonces Roig jugó un papel muy importante. Tras su muerte en 1964 fui a allí junto a su Oficina y cuando él se derrumbó a su enfermedad siendo todavía un hombre capaz y poderoso que había escrito obras capitales para cultivar el sentimiento de dignidad nacional y el sentimiento cubano, martiano y antimperialista. Entonces bebí de esa fuente, él no tuvo la posibilidad de participar en la restauración. A él le tocó enfrentar la batalla por impedir la destrucción de la Iglesia de Paula para la ampliación del ferrocarril, la batalla por preservar el monumento donde los estudiantes de Celestino fueron ejecutados, la gran pelea por la demolición de la antigua universidad o la gran pelea por colocar la estatua de Céspedes en la Plaza de Armas cuando en realidad solamente había un pequeño busto de Céspedes que la maestra Hortensia Pichardo y su esposo Fernando Portuondo habían colocado en el Instituto de La Víbora. Entonces ese sentimiento cespediano, martiano, cubano, bebí de esa fuente.

Randy: De esa fuente, por supuesto, son los ataques de Eusebio Leal por preservar la única calle empedrada que queda por La Habana Vieja, ese monumento a Céspedes que es su diario perdido que a la vez que llevó a un niño de quinto grado a ser Licenciado de la Universidad de La Habana y después Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana por esa monumental obra. Un hombre que en poco tiempo luchó contra muchos demonios y contra las propias aprensiones y llegó a ser el historiador de La Habana Vieja, el historiador de la ciudad. Cuando le dijeron que tenía esa responsabilidad y usted emigró para La Habana Vieja, esta que tenemos ahora por aquí que no se parece en nada quizás a la de aquellos tiempos, ¿qué pensó?, ¿tenía fuerzas para enfrentarse a lo que venía adelante?

Eusebio: Esa historia es muy complicada, porque fue una historia de mucha confrontación, fue una época difícil donde todo parecía estar ya en su lugar y de pronto irrumpí como uno que no estaba invitado, y de pronto se podía convertir en una batalla por mucho tiempo. Por eso hoy le recomiendo a mis colaboradores, mis discípulos, que no se empeñen nunca en otras batallas que no sean aquellas que consideren de principios. Hay dos cosas: la primera fue cuando con motivo de la inauguración del busto de Simón Bolívar en el Palacio para lo cual fue señalado por el Partido el venerable Juan Marinello con el cual llegué a tener una amistad entrañable, Fidel llegó a aquel acto y yo hechizado con la idea y con lo que le conté entonces empecé a soñar con salir del Palacio y buscar a través del testimonio de Alejandro de Humboldt, buscar la calle de madrea que estaría debajo de aquel lugar, según testimonio de Humboldt. Y entonces Fidel se fue e inmediatamente maquiné para destruir la calle y le pedí el apoyo al presidente del gobierno de la ciudad que en principio nos lo dio. ¿Pero qué ocurrió? Que todavía por allí circulaban vehículos, camiones, carros, en frente estaba el Consejo Nacional de Cultura cuando ya tenía la calle rota y había encontrado unos pocos adoquines de madera resultó que llegaba una importante personalidad y le pidieron al Presidente del Gobierno que era José Antonio Alonso, bran compañero, gran amigo, gran revolucionario, que la calle no podía estar rota. Entonces él me dijo que complaciera a aquellas personas, que había que cerrar la calle. Entonces aquello fue un corre corre y me amenazaron con que a la mañana siguiente vendrían, como vinieron, los camiones a echar concreto y a acabar con eso allí. Y cuando allí encontraron más abajo las tumbas de muchos personajes de la Parroquial Mayor que estaban subyacentes como una cosa arqueológica debajo de la Plaza de Armas. Entonces yo salí esa mañana y como decía Martí hay que poner un poco de locura en la cultura, y me acosté en la calle. Cuando avisaron que yo estaba haciendo aquel acto de desobediencia un poco escandaloso vino alguien a persuadirme y vino con un amigo entrañable mío con el cual tendría además una relación de admiración, el arquitecto Mario Coyula, que era arquitecto de la ciudad. Y me dijo, te tienes que levantar. No, yo no me levanto. Y me dijo, sal que si tú sales yo te prometo que después que pase esa visita volverán a hacer excavaciones arqueológicas. Eso fue así. Entonces esa época de salir a dar pasos, recuerdo El Templete, cerrado siempre, se abría una vez al año, el 15 de noviembre durante la noche, al triunfo de la Revolución de había plantado una nueva ceiba y entonces durante la madrugada se abría, pero las pinturas estaban casi calcinadas por el calor del encierro. Y entonces lo persuadí a él y él estuvo de acuerdo en que debía abrirse todos los días y que debía celebrarse el aniversario de la ciudad de La Habana y así se celebró el 450 aniversario, hace exactamente 49 años, próximamente hará 50 años de eso, que coincide con 50 años de trabajo en la Oficina y con 80 años de fundada la Oficina por el Doctor Roig. Creo que todo el que sirvió y apoyó, aun discrepó, al final, como es lógico, no es una obra perfecta, defectos tiene que tener y sombras tiene. Yo mismo debo hacerme esa confesión al final, es necesario pensar que nada es perfecto y que  en nuestro propio trabajo fue necesario aprender a veces de aquello en que nos equivocamos, de lo que no fue oportuno, de lo que se anticipó al tiempo, como decía Dulce María Loynaz en un memorable poema, no es tiempo para las rosas y es pronto para el invierno, por ahí anda la cosa.

Randy: Se habla mucho también no solo de esa anécdota de Eusebio, se habla mucho también del Eusebio que con ropa de trabajo, carretilla en mano, estuvo presente en toda la restauración y salvación del Palacio de los Capitanes Generales, el hombre que no solo es capaz de liderar grandes ideas para La Habana Vieja, sino que se pone allí junto con los constructores. ¿Por qué ese afán de Eusebio, un intelectual de su talla, a lo mejor pensaría, desde aquí arriba se ve muy bien todo lo que se está haciendo allá abajo? ¿Por qué es estar con el obrero, promover los oficios, por qué sentirse no solo un diseñador sino un hacedor real?

Eusebio: Había que reconstruir primero y en medio de esa reconstrucción un día se da aquello que Fidel había creado de visitas al barrio, en esa época Fidel andaba en los yipis por todas partes. Entonces me puse de acuerdo con el guardián del Palacio, un gigante tuerto, nos acercábamos al centenario del 10 de octubre, había una comisión nacional creada. Le dije, solo tú puedes salvarme, si esta madrugada aparecieran los tres yipis y Fidel te preguntara qué está pasando ahí que hay esas montañas de escombros y de cosas, qué tú le dirías. Bueno que están haciendo un museo, a la mañana siguiente me enteré de que él había tenido la visión que yo le había comentado y la había convertido en realidad osadamente y todo el mundo hablaba y algunas personas de que habían visto a Fidel, eso se lo pude yo contar después a él y le pedí perdón pero esa dimensión había salvado el proyecto de inaugurar la primera sala del museo en ocasión del 10 de octubre del año 1968 y que el objetivo era reunir en una sala la Historia de Cuba, en una sala que se llamó la sala de las banderas. Por esa época se construía todos los días y el traje gris nació de la ropa de los médicos que iban a la montaña y me pareció la ropa más adecuada para trabajar en una obra de construcción y sobre todo porque mi mamá debía lavar todos los días la camisa más no el pantalón que me debía durar varios días, y así nació esa ropa, hoy día al visten nada más que dos personas, el Doctor Chongo y yo. Una noche en la universidad en curso para trabajadores el Rector entonces me dijo, hasta los 60 años todo tiene que ser académico para que nadie te diga que estas cosas las regalaron porque la educación es algo muy serio. Y entonces pude ir a la universidad y llenar los grandes vacíos y las grandes lagunas que todavía hoy trato de llenar. El camino escogido fue ese, a las estrellas por el camino de la aspereza. Se persuadió  a muchas personas, se forjó un movimiento, se multiplicó en personas. Fue necesario hablar con los ancianos, con las personas. Un día estaba en una barbería y se presentó una anciana: ¿Leal está ahí?, y yo puse un rostro descompuesto y molesto. Me levanté y dije; Dígame señora, qué usted quiere. Yo estaba rompiendo estos papeles y he venido a traérselos.  A partir de ese momento y de lo que ocurrió después nunca me aparté de la idea de que en mi trabajo, en nuestro trabajo, había que tener la cabeza fría y la mano caliente. Cuando llegué a mi oficina y abrí los papeles, entre los papeles había una carta que terminaba así: Quien intente apoderarse a Cuba, recogerá el polvo de su suelo. Fidel fue la figura que me dio la señal de que la voluntad política del Estado era preservar la cultura y la cultura material contra viento y marea, coa que después escuché decir con palabras de reafirmación en un memorable encuentro en la UNEAC, es fue su palabra. Y después un día se reía mucho cuando le conté que mi armadura estaba llena de golpes, de hachas y de espadas y como él sabía todo lo que había pasado se rió muchísimo y después recuerdo aquel memorable año en que en la Fortaleza de La cabaña había un gran debate sobre el poeta Juan Clemente Zenea aclarado por Cintio Vitier en un memorable ensayo. Entonces se entregaba por vez primera la Réplica del Machete de Máximo Gómez en el Castillo, y allí, sobre aquel lugar, el General de Ejército determinó la tarea de reconstruir La cabaña primero y El Morro después. Quiere decir, que han sido inseparables para mí en la memoria las grandes figuras a las cuales me tocó servir con humildad y con lealtad.

Randy: ¿Para usted qué significa haber trabajado incansablemente por preservar el patrimonio de esta Habana? ¿Cuánto puede haber impactado en la vida de los habaneros y de los no habaneros que han venido a esta ciudad esa obra monumental desarrollada por usted y sus colaboradores?

Eusebio: Sin la Revolución todo se habría perdido, porque aquí casi todo estaba sentenciado por el desarrollo inmobiliario a desaparecer. Quedaban algunos sitios. Después escuché unas palabras como: ustedes no saben lo que tienen. Sí, claro que sabemos lo que tenemos. Lo que había era que tener ese sentido de continuidad de la obra de muchos precursores que lo diseñaron desde la academia o trabajaron incansablemente por hacerlo realidad en obras que cuando vemos hoy el fruto de lo que se ha hecho, sobre todo en este año que casi termina, pienso en la escuela de Mendive, pienso en las siete escuelas grandes que se ha construido en el Centro Histórico en edificios históricos, la escuela Mariano Martí, la Secundaria General Quintín Bandera, la Vietnam Heroico, escuela primaria, la Camilo Cienfuegos, la Ángel Aranda, la escuela de Mendive en el Prado, que tiene un tremendo valor moral haber puesto esa ficha sobre el tapete. La lucha por rescatar el histórico teatro de La Habana, el Teatro Martí, en ese ambiente donde está recogida la historia del teatro popular cubano, la historia de las grandes aspiraciones de nuestro pueblo. En el momento de su inauguración, después de haber visto aquel pulguero, aquella ruina, era realmente algo venerable. La Basílica de San Francisco donde ya la música ha hecho olvidar lo que fue antes, almacén, correo y después del triunfo de la Revolución un depósito de mercancías. Recuerdo la batalla por la restauración de ese lugar y recuerdo el momento en que Fidel se quitó la gorra delante de aquella obra maravillosa reverenciando los símbolos de la cultura y de la fe. Recuerdo también que miles de personas tienen hoy un techo nuevo y el único decreto que está refrendado por dos presidentes, por el Presidente Fidel Castro y por el General de Ejército, General Presidente. Esa década fue muy importante porque conforma estos años de arduo trabajo. Después se tendió la mirada sobre el Centro Histórico, se comprendió que había tal caudal aquí y tal concentración de valores que si eso se ponía realmente sobre la mesa, sería capaz de cambiar la ruta de la misión que la gente tenía sobre Cuba. Y es verdad, con el regreso de la Asamblea, con la posesión de la Asamblea del Capitolio Nacional, el Tribunal Supremo en el Centro Histórico y el revivir los salones de la ciudad histórica, la Casa de Martí, la historia que forma hoy ese entramado. Ahí entra de lleno la participación popular, la Escuela Taller, por ejemplo, se fundó con 31 jóvenes y educa hoy a más de 400 bianualmente, de ahí han salido casi 5000 graduados aprendiendo los oficios de la construcción que estaban perdidos, oficios artesanales de gran valor. Un día me trajeron una teja escrita en chino y cuando se descifró el texto de la teja hecho por un alfarero chino de los que llegaron a Cuba y estando en un tejado oculta donde solamente los pájaros podían ver aquella inscripción, después de mucho buscar, los viejo chinos de Cantón me dijeron, la teja dice: la mano ejecuta lo que  el corazón manda. El mandato del corazón ha sido preservar el patrimonio. Esta persona en última instancia encarna una voluntad política y encarna un sentimiento popular. Y están los que te dicen, gracias, los niños que piden que se repare y que asisten a esa programación cultural mensual impresionante. Después comenzaron aquellas conferencias para el conocimiento de La Habana Vieja, hablaba desde los balcones a un grupito pequeño de personas. Hoy las Rutas y Andares conducidas por arquitectos, historiadores, comunicadores sociales, supone un movimiento de miles, en familia, sobre el Centro Histórico. Y se ha vuelto un movimiento nacional, hoy las oficinas del Historiador y del Conservador están en los principales lugares de Cuba y se van incorporando nuevas ciudades. Decía esta mañana la impresión que me causó llegar a Matanzas y ver la impresionante labor que han desarrollado para preservar lo suyo, y exactamente igual Camagüey y Cienfuegos y Bayamo y Santiago. Cuando me preguntan qué pasará después, mañana o pasado, una pregunta que se repite en distintas dimensiones, siempre digo, tener confianza, porque ya Martí lo escribió, tengo fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud, en la vida futura. En la calle están los historiadores, los arqueólogos, los historiadores del arte, los que van a continuar están ya.

Randy: Lo que se siembra siempre tiene que germinar, y usted ha sembrado muchísimo en esta ciudad. Usted ha tenido muchísimo que ver con la restauración de una obra monumental como el Capitolio, como con una escuela restaurada como con las viviendas de los pobladores. ¿Por qué esa visión de Eusebio de que la ciudad no es solo el patrimonio sino también esa gente que la vive?

Eusebio: Nos preguntamos, por dónde empezar, por las personas individualmente o por lo colectivo. Fidel, con esa visión que tiene, nos dijo, vamos a crear un mecanismo que permita generar ingresos y vamos a tratar de que eso se comparta equitativamente en el desarrollo social y comunitario, escuelas, viviendas, hogares maternos, salas para niños discapacitados, centros de salud para los ancianos, asilos de ancianos, residencias protegidas, esa ha sido la visión social. Fue como colocar la palanca del pensador griego, dame una palanca y moveré el mundo, cuando vean el ejemplo, gustará, porque el ser humano además de vestir y de comer necesita la belleza, es importante que el hombre ame lo bello, que ame la flor, que cuide el entorno, que ame la estatua, que sienta que la ciudad es suya, el que no quiere el barrio, el que no quiere la aldea, el que no quiere el pequeño pedazo de nuestro país donde nació es difícil que quiera a la madre grande y a la familia mayor que somos los cubanos. Soy consciente de que esa obra del Capitolio Nacional solo fue posible por la expresa voluntad del General Presidente Raúl Castro y que Fidel en su momento catalogó como la obra más importante desde el punto de vista constructivo que se había realizado en este país, solamente comparada a las que en otro momento se realizaron cuando se edificaron El Morro o la Catedral de La Habana. Una obra de enorme significación, recordando las cosas que han pasado allí, gratas e ingratas, recordando el velatorio de Jesús Menéndez, o recordando, en el gran Salón de los Pasos Perdidos, yo lo vi, el grupo de los bienes malversados recuperados, sillas, mobiliario en aquel espacio, el velatorio de los héroes del Granma que se realiza allí en aquella gran sala. Entonces, la reconstrucción ha sido una tarea ardua que no se habría podido hacer sin haber formado antes a cientos de jóvenes restauradores. Esa cúpula de 91 metros de altura que hemos pagado un precio de sangre y de esfuerzo por realizarla, en este momento se está cubriendo con las láminas de oro la cúpula tal y como fue originalmente o la gran escultura, de las más grandes bajo techo del mundo, la obra de Angelo Zanelli, el gran escultor italiano, las grandes exposiciones. A partir del día 15 las personas podrán visitar la Sala de las Constituciones con los textos constitucionales y la historia de la legislación constitucional hasta hoy, la historia de la bandera y el escudo, la historia de la construcción y sus desafíos, la historia de los arquitectos y los obreros que la hicieron posible, pero eso es nada más que una ficha en el juego. Cuando tú colocas el Capitolio frente al Prado y vez lo que está pasando, ahora vamos a entrar en el Teatro Campoamor, al lado, una obra inducida del Capitolio Nacional, el lugar donde se manifestó uno de los momentos más esplendorosos de la cultura intelectual cubana, ya estamos entrando esta semana, limpiando el recinto. Abel Prieto decía sobre el trabajo y la restauración que muchos veían solamente ruinas insalvables y que los restauradores veíamos a través de la mirada cosas terminadas. Y esa fortaleza de ver las cosas terminadas y no temerle a las ruinas ni temerle a las limitaciones y ser capaz de luchar para conseguir un objetivo siempre con una mano levantada y sin sentirme avergonzado de pedir para una obra pública. Es muy importante que se sepa y se diga que esto es una obra de la nación, nosotros somos los que tenemos la tarea de dar cumplimiento a esa voluntad política, contra el ciclón, contra la penetración del mar que golpeó y destruyó el monumento a Calixto García. Ya se está colocando y en breve estará el caballo del General montado con él en la Quinta Avenida y allí en el lugar donde estaba el General el asta con una gran bandera cubana porque eso fue lo que permaneció en el medio del huracán, lo único que prevaleció después del gran desastre, pues bien, bajo ese símbolo luchamos y bajo ese símbolo nos amparamos.

Randy: Ya que habla de símbolos Eusebio, tengo desde aquí una vista hermosa de la ciudad. ¿Es un poco La Habana Vieja esa capital de la unidad? ¿Ha pensado cuando idea las cosas para La Habana Vieja en esa posibilidad de unión dentro de la diversidad que puede dar un territorio como este?

Eusebio: Sí, porque al principio había el interés de muchas naciones en poner casas aquí y decidimos abrir proyectos para establecer puentes con el mundo, así surgió la Casa de África, a la que Fidel aportó, y el Comandante de la Revolución Juan Almeida aportó y el General de Ejército aportó. La Casa de Asia, tan importante, la Casa de los Árabes, tan importante. Estamos viendo tres continentes, tres mundos distintos y al mismo tiempo el detalle significativo de cosas excepcionales que La Habana ha vivido, por ejemplo, la presencia de Bolívar en La Habana aquel 25 de marzo de 1799, la presencia de Benito Juárez en La Habana en dos ocasiones. Además La Habana Vieja se convirtió en el espacio ecuménico de encuentro de las culturas, ahí están las fraternidades africanas, el Seminario de San Carlos y San Ambrosio mientras estuvo en La Habana Vieja, la Catedral Católica Romana, la Iglesia Bautista, la Catedral Griega que fue algo tan importante por la relación de los griegos con el mar. Está la comunidad judía más antigua, la comunidad ruso-cubana como un símbolo de la amistad entre Rusia y Cuba y vino el Patriarca Kirill y estuvo en la consagración de la Catedral dedicada a Nuestra Señora de Kazán, que es el símbolo de la Rusia resurrecta de la batalla y que fue inaugurada por Kirill y por el General Presidente Raúl Castro. Tres Papas han estado en La Habana Vieja, esa ciudad que tiene el legado monumental impresionante de su Archivo Nacional que es la historia de América y de Cuba y del mundo  y de su relación con el mundo que tiene aquí la casa de Martí con os libros del Apóstol y la escálatela de Céspedes, que tiene en el Museo de la Ciudad la primera bandera, el machete de Máximo Gómez, esa ciudad que tiene en el Museo de la Revolución la epopeya de la gesta revolucionaria. Esta ciudad que es como un núcleo, como un corazón palpitante. Mi corazón está en cada rincón de La Habana, hemos tratado de hacer cosas en la universidad, que es Plaza de la Revolución, en la Quinta de los Molinos, que es nuestro centro ecológico más importante, en la Casa del Vedado, en la Casa de las Tejas Verdes en la Quinta Avenida, en el apoyo a cualquier iniciativa que se haga en la ciudad en cualquier rincón por pequeño que sea. La lucha de muchos años por traer cosas de Cuba, como fue la estatua de Martí de Nueva York o el regreso de la primera bandera de Cuba procedente de los Estados Unidos o del fusil de Antonio Maceo que venía desde Suecia, desde Estocolmo. Quiere decir, buscar y encontrar donde quiera que esté. Nos alentará siempre esa maravillosa cosa que es la esperanza de hacer.

Randy: La ciudad, Eusebio, llega hoy a sus 499 años. ¿Qué le sigue enamorando de La Habana? ¿Qué le preocupa de La Habana? ¿Qué sombras nos quedan todavía por resolver?

Eusebio: La Habana me llevó la vida. Quizás en determinados momentos siento la nostalgia de que no pude mirar como quisiera a un lado y a otro. Pero hay una pasión que me ha arrastrado y esa pasión ha sido en primer lugar Cuba y en segundo lugar la ciudad en que nací. Siempre he dicho que si me designan en cualquier otro rincón de Cuba, a las pocas horas después de pasar el disgusto, a las pocas horas lo consideraría el centro del mundo para mí. Entonces qué espero, espero ante todo que esto no sea una meta a alcanzar, ni una fecha para olvidarla luego, sino que sea un camino ya iniciado y apoyar a las autoridades de la ciudad y al Gobierno para continuar con mucha energía pensando en la táctica y en la estrategia a seguir para que eso se vea, que la gente sienta que su ciudad es amada, que es necesario defenderla, que La Habana es tan importante para Cuba por su valor simbólico que no es posible tenerla convertida ni que se convierta en un arrabal. Es necesario el respeto a la ley, a la creatividad, pero dentro de la ley. Es necesario respetarle a la ciudad sus colores, es necesario respetar su altura, es necesario ir introduciendo en ella la modernidad porque tal como están planteadas las cosas la ciudad está como detenida en el tiempo, cubierta por un velo decadente que cada vez que lo rasgamos aparece la ciudad maravilla. Yo no sé qué tiene La Habana, pero todo el que viene a ella se queda prendado de ella y eso a mi juicio, es quizás, la garantía del compromiso.

Randy: La Habana es una ciudad cosmopolita donde están los descendientes de sus habitantes originarios, pero también hay muchos que han venido de otras partes del país y de otras partes del mundo y se han asentado aquí en La Habana. ¿Cómo crear entre tanta diversidad ese sentirse habanero? ¿Cómo formar ciudadanos de bien en esta ciudad?

Eusebio: Para mí la capital quiere decir la cabeza. Hay muchos que han llegado por necesidad y no para hacer turismo en La Habana y han contribuido como trabajadores. La Habana es la ciudad más plural y más representativa de toda la nación, lo que hace falta es trabajar para esa interculturalidad que consiste en tratar de que florezca el árbol bajo cuya sombra estamos todos. Hay que sembrar cultura de lo verdadero, no cumbancha, hay días para reír y hay días para llorar. Qué hermoso es una ciudad que recuerda. Yo creo en el patrimonio compartido, yo creo en la posibilidad de que todos participen, lo que hay que abrirle los caminos, esto comienza en la escuela, esto comienza en la familia, continua en la escuela y sigue en la vida cotidiana. Yo le puedo asegurar, volviendo al principio de todas las cosas, el orgullo de haber sido cubano según lo que consideraba aquella generación. Yo hay tres cosas que aborrezco, por las que trato de tomar todas las medicinas posibles, la primera, la ingratitud, lo segundo, la envidia y lo tercero, lo peor de todo y que ataca a veces malignamente a muchos intelectuales, es la vanidad. Yo creo que el ejemplo supremo de lo que es la anti vanidad es Fidel al acoger para sí las palabras de Martí: toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, yo lo asumo como propio.

Randy: ¿Cuánta historia queda por descubrir de esta Habana y transmitir a las nuevas generaciones?

Eusebio: De la historia Patria y de la historia de las provincias, soy siempre partidario de no banalizarla, para divulgarla no hay que vulgarizarla, hay que estar con la cabeza descubierta. ¿Qué hubiera sido de nosotros entonces? ¿Cómo habríamos reaccionado ante la gran epopeya, ante la gran gesta?, que se repite todos los días, porque a cada generación le toca un particular desafío, a la que está naciendo ahora le toca un desafío no menos importante que el que vivieron los padres fundadores, los padres de la Revolución en la etapa que concluye con la victoria y el sostenimiento del poder revolucionario. Solamente nos queda decir eso, hay un compromiso, el compromiso por dar a conocer. ¿Cuánto nos queda por descubrir? Es infinito, yo todos los días descubro cosas nuevas, todos los días me avisan de nuevas pinturas murales, de nuevos papeles, de libros maravillosos, de testimonios, de cartas, de fotografías, no me canso de leer y por tanto, no me canso de soñar. Como decía Martí, y hay que citarlo mucho a él: Mis versos son como son, a nadie los pedí prestado, cuando he dejado de verlo, he dejado de pintarlo. Yo creo que todas las escuelas son buenas. Como decía Luz Caballero hablando de Filosofía y de Pedagogía: Cuba tiene que hacerse su propio traje, su propio destino lo hace ella, en comunión con el mundo, pero ella, a nuestra imagen, a nuestra semejanza, a nuestra identidad. Solo así recorreremos el camino que nos falta y la otra generación recibirá como legado la gallardía y el valor con que esta defendió ese destino de las generaciones futuras. Yo creo mucho en eso, creo en eso. Y bueno, me he convertido un poco en estatua porque ahora cuando venía para acá me para una familia con un niñito, por favor para tomarse una fotografía y me para el otro. Quizás ahí esté el placer verdadero. Algún día, cuando sea un fantasma, como decía mi querida y entrañable amiga Fina García Marruz, quizás las piedras me recuerden.

Randy: 16 de noviembre de 2019, cuando le de las vueltas simbólicas a la ceiba allí en El Templete, 500 años. ¿En qué pensará? ¿Qué le deseará a esta ciudad, a su pueblo, a esta Patria?

Eusebio: Qué trabajo costó que se diera ese árbol, finalmente está ahí, las lluvias lo hicieron renacer y ahí está y bajo esa sombra estaremos, felizmente. Aspiro,  deseo fervientemente estar, qué pediré, bueno, todo tiempo futuro será necesariamente mejor. No soy un predicador del pasado, también he creído que solo se puede ir al futuro desde el pasado. Entonces, daré las vueltas, me preguntan por qué y para qué y digo, es como pedirle a la poesía que se explique a sí misma, es imposible. Damos la vuelta dándole la mano al tiempo, dándole la mano imaginaria a las generaciones que nos precedieron, dando la mano a las generaciones que vendrán. Quizás para ellas el árbol sea más frondoso y el tronco sea más inabarcable. Pero bueno, al menos hemos defendido el árbol, el árbol es como el sueño, en la cultura china el árbol es importantísimo, porque a él llegan los pájaros y se posan y hacen nido. Que las generaciones futuras lo hagan también como lo hicimos nosotros, con sus propios aciertos y desaciertos, pero que hagan su destino. Si el sembrador no recoge el fruto, lo recogerá otro. Es un gran privilegio cuando se siembra y se puede recoger el fruto. Se ha sembrado mucho, y yo creo que cuando llegue la primavera que será el tiempo futuro, la siembra florecerá.

Randy: Gracias infinitas, Eusebio, por esta entrevista, por su perseverancia, pero sobre todo por la tanta obra que ha hecho por la Patria. Que tenga mucha salud, que los 500 años lo reciban activo y vigoroso como está ahora. Salud para usted, salud para La Habana que es la capital de todos los cubanos.

Eusebio: Muchas gracias, Randy.

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Etiquetas: 500 Aniversario de La HabanaEusebio LealOficina del Historiador

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