PALABRAS DE RICARDO ALARCÓN DE QUESADA, PRESIDENTE DE LA ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR EN EL ACTO DE CONSTITUCIÓN DE LA COMISIÓN ELECTORAL NACIONAL, MEMORIAL JOSE MARTÍ, 6 DE ENERO DE 2010.
Compañeros y compañeras:
Ante todo felicito a quienes a partir de este momento integran la Comisión Electoral Nacional. Próximamente, según los términos de la Ley, se conformarán las Comisiones provinciales y municipales correspondientes.
Sus miembros a todos los niveles deberán cumplir una misión cuya importancia quisiera que me permitan subrayar en pocas palabras. Lo primero que quiero pedirles es que no la vean como una tarea más.
Todo el proceso conducente a las elecciones de los delegados de circunscripción y las elecciones mismas, tiene que llevarse a cabo con el rigor, la sistematicidad y el espíritu crítico y creador a que nos ha convocado el compañero Presidente del Consejo de estado. Ese estilo debe guiar la conducta de los revolucionarios en todo momento y especialmente en actividades de importancia decisiva para el fortalecimiento de nuestra institucionalidad al que no cesa de llamarnos el compañero Raúl.
Corresponde a esta Comisión Nacional velar porque los principios y normas de nuestro sistema electoral sean aplicados consecuentemente en todo el país. Ese sistema, no nos cansemos de recordarlo, es una de las principales conquistas de la Revolución, a la que jamás renunciaremos y por el contrario debemos empeñarnos en su constante perfeccionamiento.
El ejercicio cabal, libre y conciente, de sus derechos por parte de todos los electores, y su participación voluntaria y entusiasta en las votaciones de abril y mayo harán que estas sean como todas las realizadas desde la creación de los órganos del Poder Popular, una celebración de verdadera democracia, algo que jamás conocieron los cubanos en la República anterior a 1959 y que sigue siendo un sueño para miles de millones de personas en todo el mundo.
Porque, no lo olvidemos nunca, la democracia es víctima principal de la dictadura que impone el capitalismo globalizado. Quien lo dude que mire a Copenhague y su grotesca farsa.
Fortalecer la institucionalidad significa perfeccionar la democracia y ello quiere decir perfeccionar nuestro socialismo.
En términos concretos se trata de elevar a planos superiores la participación popular. En Cuba, lo sabemos, los ciudadanos elegirán el próximo abril mediante el voto, libre y secreto al candidato de su preferencia entre los que antes fueron postulados y seleccionados como candidatos directamente por los propios electores. Aquí no se trata, como en otros lugares, de un momento excepcional en que se le permite a una fracción de los ciudadanos seleccionar aparentemente entre candidatos muchas veces desconocidos, cuya presencia en las boletas fue decidida por maquinarias ajenas al pueblo.
Entre nosotros no se trata de un día de elecciones sino de un proceso que se inicia cuando los electores comprueban la veracidad y exactitud de los registros electorales, proponen a quien quieran como candidato, después votan libremente por el candidato que prefieran, y finalmente verifican el conteo de los votos y sus resultados en cada colegio electoral. Cada uno de esos pasos es importante y ofrece espacio al perfeccionamiento y para que en cada uno se manifieste del modo más auténtico, el papel protagónico, conciente, sincero, de los ciudadanos y las ciudadanas.
Debemos empeñarnos porque cada reunión de nominación de candidatos sea ejemplo de verdadera participación ciudadana, a las que todos se incorporen activamente para producir una reflexión colectiva, profunda, en la que surjan las mejores propuestas. Nada de encuentros rutinarios, para salir del paso cumpliendo un trámite formal, sino ejercicio genuino de democracia directa. Solo así formaremos asambleas verdaderamente representativas de la voluntad popular, que aspiramos reflejen adecuadamente a nuestra población en cuanto a género y diversidad étnica, con delegados y delegadas cuya autoridad se verá acrecentada en la misma medida que surjan de un protagonismo efectivo de masas de electores conscientes.
El delegado o la delegada deberán ser ante todo personas capaces de guiar a sus electores y promover la iniciativa y el control popular. No son ni pueden ser administradores ni funcionarios burocráticos. Son dirigentes políticos que cumplen la honrosa misión de conducir la lucha de su pueblo para defender y mejorar una obra revolucionaria que resiste el asedio y la agresión, hoy como durante medio siglo. La batalla por nuestra economía, por garantizar el ahorro y el uso racional de los recursos, por mejorar la calidad y la eficiencia de los servicios, por erradicar toda manifestación de corrupción e indolencia, es una batalla que sólo se gana con los trabajadores y con la acción colectiva del pueblo, es una batalla que tenemos que librar consecuentemente en cada centro laboral y en cada barrio.
Los felicito porque a Ustedes corresponde una responsabilidad que confío sabrán asumir en esta lucha que sólo debe culminar con la victoria.
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