Ante un país con millones de desempleados, personas que pierden sus viviendas y en medio de un clima de ira y frustración popular contra el liderazgo político que prometió el cambio, el presidente Barack Obama rindió ayer su informe a la nación en el que subrayó sus prioridades de empleo, rescate de la clase media y retomó su promesa de ser un insurgente en Washington.
Por primera vez en años, los asuntos de seguridad nacional y política exterior, incluida la “guerra contra el terror”, pasaron a segundo plano al centrarse en los rubros económico y social.
En el informe anual ante el Congreso, transmitido por todos los medios al mundo, llamado El estado de la nación, Obama reconoció la demora en el cambio prometido, pero rehusó culparse por ello, al subrayar que continuará con sus propuestas de reformas de salud, del sector financiero, de la energía y hasta de migración.
Pero dado que su informe se rinde en el peor momento de su aún joven presidencia, el mensaje fue moldeado en gran parte por la coyuntura política, en la cual él y su Partido Demócrata están en apuros después de alarmantes y hasta sorprendentes derrotas electorales recientes (la elección especial para el escaño del difunto senador Ted Kennedy en Massachusetts, las gubernaturas de Virginia y Nueva Jersey), que podrían ser indicadores de derrotas graves en las elecciones legislativas programadas para finales de este año.
Discurso para recuperar el apoyo
“Rescate, reconstrucción, restauración”no fueron una referencia a Haití, sino el lema oficial de su informe. Y más allá de resumir su agenda política para su segundo año y enviar el mensaje a los legisladores congregados esta noche, el discurso estaba diseñado para intentar recapturar el apoyo de la opinión pública estadunidense.
Y es que según una encuesta de NBC News/Wall Street Journal, siete de cada 10 estadunidenses creen que el gobierno está “estancado” o que funciona mal, y sólo 28 por ciento cree que trabaja más o menos bien. A la vez, 58 por ciento estima que el país va por una vía equivocada, el nivel más alto en esta presidencia.
Obama reconoció este repudio de Washington. “Sé que las ansiedades están ahí ahora mismo… estas dificultades fueron la razón por la cual me lancé a la presidencia… Para estos estadunidenses… el cambio no ha llegado suficientemente rápido. Algunos están frustrados; algunos enojados”. Agregó que no entienden por qué se rescata a los bancos, y no a los ciudadanos comunes, “o por qué Washington no ha podido o no ha tenido la voluntad para resolver nuestros problemas”.
Presentándose más como un líder populista (pero pragmático y responsable), se centró sobre el tema fundamental para la mayoría en este momento: la resucitación de la economía y el empleo. Argumentó que las acciones de su gobierno en sus inicios para estabilizar el sector financiero fueron necesarias, aunque poco populares, para evitar una segunda gran depresión y que ahora hay señales de que lo peor ha pasado. Pero, admitió, millones siguen sufriendo las consecuencias de la crisis.”Por ello el empleo tiene que ser nuestro enfoque número uno en 2010 y por eso estoy llamando por una nueva legislación para empleo esta noche”, dijo.
Propuso medidas para generar más empleos, incluido un segundo paquete de estímulo económico, más inversión en infraestructura (ferrocarriles y empresas “verdes”) y educación. Como parte de ello, llamó a ampliar la exportación de bienes estadunidenses, incluyendo fortalecer relaciones comerciales con Corea del Sur, Panamá y Colombia (en aparente, pero no explícita, alusión a tratados de libre comercio pendientes). Además anunció nuevas medidas para amortiguar el peso de la crisis sobre la clase media.
A la vez, defendió la prioridad de su primer año: una reforma al sistema de salud, y la enmarcó como una necesidad para la clase media, al afirmar que no los abandonará en esto. Insistió también en la urgencia de una reforma financiera para evitar la posibilidad de otra crisis que ponga en jaque a toda la economía. Obama reiteró que estas iniciativas son las correctas, como también las reformas de energía y de educación que promueve.
Pero, aparentemente para presentarse como un presidente fiscalmente responsable (y para complacer al sector financiero y conservador), también anunció un congelamiento del gasto federal de tres años en una gama de programas, pero excluyendo el sector militar, y una comisión sobre “disciplina”presupuestal para aplacar la supuesta preocupación “popular” por los déficits presupuestales (que alcanzaron 1.4 billones de dólares este año).
Incluyó una referencia general al asunto de la reforma migratoria, dijo que “debemos continuar el trabajo de componer nuestro sistema de inmigración, de asegurar nuestras fronteras, implementar nuestras leyes y asegurar que todos los que juegan con las reglas pueden contribuir a nuestra economía y enriquecer a nuestra nación”. Pero evitó decir más sobre una reforma migratoria, y menos anunciar que será prioridad para este año, tal como había prometido anteriormente.
Y buscó recuperar su consigna del”cambio”. “Fuimos enviados aquí para servir a nuestros ciudadanos, no a nuestras ambiciones. Demostremos al pueblo estadunidense lo que podemos hacer juntos”, advirtiendo que el politiqueo entre demócratas y republicanos “está sembrando mayor división entre nuestros ciudadanos y mayor desconfianza en nuestro gobierno”. Subrayó: “Yo hice campaña sobre la promesa del cambio -el cambio en que podemos creer, decía la consigan. Y ahora mismo, sé que hay muchos estadunidenses que no están seguros si aún creen que podemos cambiar, o si yo puedo cumplir con ello”. Argumentó que siempre dijo que no sería fácil, pero concluyó su discurso elogiando la “decencia fundamental” del pueblo, y su determinación e idealismo, y que eso es lo que lo convence que sí se pueden lograr los cambios necesarios.
Por primera vez en años el informe presidencial no se dedicó principalmente al rubro de seguridad nacional y política exterior. Informó sobre el estado de las guerras en Irak y Afganistán, la promoción de una cumbre internacional sobre las armas nucleares, la continuación de la “guerra contra el terrorismo”, y una política más multilateral de cooperación internacional.
Más allá de Haití y las acciones de asistencia de Estados Unidos, no hubo referencia a América Latina (más allá de Colombia y Panamá en torno del comercio), sin una sola mención a México.
Concluyó: “hemos acabado un año difícil. Hemos pasado por una década difícil. Pero ha llegado un nuevo año. Una nueva década se presenta ante nosotros. No nos damos por vencidos. Yo no me doy por vencido. Tomemos el momento para empezar de nuevo, para llevar el sueño adelante, y para fortalecer nuestra unión una vez más”.
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