Este país no es solo lo que dibujan los medios de prensa por estos días. No es solo lo que se oculta debajo de los escombros, no es un montón de campamentos hacinados de personas, no es solo una capital destruida y colapsada…No es, ni mucho menos, un país sepultado, borrado del mapa, como algunas agencias aún se empeñan en describir.
Incluso para quienes llegamos por primera vez a esta tierra luego del terremoto, nos resultaba difícil desprendernos de la idea de un Haití sacudido sin piedad. Por eso cuando alguien nos propuso salir de la capital para ver otro Haití, también con vida, no dudamos en tomar carretera. Hacia el Sur partimos. Y ese día, al regreso, muchos sentimos nuestros pulmones reventar de aire nuevo.
Las imágenes del Sur sorprendieron, luego de 52 días caminando esta capital convertida en infierno de este mundo desde el 12 de enero. Allí estaba la instantánea feliz y sosegada de los niños con uniformes escolares de cualquier color: naranja, rosado, amarillo, verde, azul… que tomados de las manos y con las mochilas repletas subían lomas empinadas para llegar a la escuela. Eran una fiesta las riberas de los ríos, las orillas de las playas, las márgenes de cualquier espejo de agua donde todos juntos bañaban sin pena sus cuerpos, daban puño a la ropa y perseguían sin descanso los ya cansados peces. Luego, la ropa limpia estirada sobre el piso, y los pescados descamados al sol daban por concluida la jornada.
Al lado de los humildes hogares no faltaba la tumba “lujosa” para sus muertos. Creo no haber visto un cementerio en los cientos de kilómetros andados por el Sur del país, sin embargo, sí muchas flores que acompañaban los camposantos de cada familia. Por otro lado, en las afueras de algunos de estos hogares, pintorescos puestecitos para probar suerte en la lotería embobecían a muchos con la idea de un número mágico que podía alegrarles la vida.
HOSPITAL COMUNITARIO DE REFERENCIA DE AKEN.
En medio de todo esto, una “inquietante” y frondosa vegetación tiraba por tierra la imagen de un Haití sin árboles. Afirman los conocedores del tema que este país está forestado solo en un 2%, entonces es posible que una buena parte se concentre en esta región de la isla, donde sus playas azules y llenas de cocoteros nada tienen que envidiar a las que se venden en revistas turísticas de todo el mundo. No sé si por ignorancia, o por esa triste manía de condenar a nuestros pueblos a la omisión, no imaginé un Haití lindo.
Entre tales bellezas naturales, pero también entre las desgracias de muchísimos años de olvidos y durísimos maltratos, andan nuestros médicos sanando desde hace más de diez años. Por allí decidieron comenzar a fortalecer el sistema de Salud Pública haitiano, quizás para seguir demostrando que el Sur también existe.
UN, DOS… Y SEGUIMOS CONTANDO
Dicen que el 13 de enero llegaban en camiones y en rastras los enfermos al Hospital Comunitario de Referencia de Aken. Muchos allí vieron a los médicos cubanos, la mayoría mujeres, subirse en ellos con una destreza increíble para canalizar venas, dar primeros auxilios, poner medicamentos, inmovilizar miembros… Eran tantos los heridos que hubiera sido una pérdida de tiempo bajar a cada uno para atenderlos. Hoy un número habla de las vidas salvadas o aliviadas: 7 014 pacientes que llegaron huyendo desde Puerto Príncipe, casi a 200 kilómetros.
También cuentan que desde ese día son muchos los que continúan durmiendo en los alrededores del Hospital de los cubanos, como muchos allí lo nombran. Cada noche tiran alguna sabanita en el piso, y en la mañana bien temprano regresan a sus casas. Son los haitianos que viven en las casas más endebles y temen que un nuevo temblor los sorprenda durmiendo. Se salvaron de la primera gran sacudida, y se cuidan ahora de otra a la vera de los médicos, pues como ellos mismos dicen “con los cubanos se salvan”.
La doctora Mercedes Maturell Comas es la directora del Hospital de Aken, y el 12 de enero le tocaba la guardia. Quizás esta mujer nunca estuvo más acompañada que aquel día cuando todos nuestros galenos decidieron juntarse para ayudar en esa fatídica noche. Muchos habían llegado para curarse, otros buscaban refugio. Pero hace unas horas cuando allí estuvimos, parecía como si la tierra hubiera seguido temblando. Decenas de haitianos hacían colas frente a las consultas. “Menos los sábados y los domingos, que son los días para ir a la iglesia, vienen muchos a curarse”.
Y es que no podía ser de otra manera. Servicios completamente gratuitos de endoscopia, ultrasonido, radiología, cirugía, pediatría, ginecobstetricia, medicina interna, laboratorio, oftalmología… allí donde el olvido ha campeado toda la vida, no podían recibir rostros volteados por respuesta. Afecciones comunes como la hipertensión arterial, el asma bronquial, las infecciones diarreicas, la malaria, la fiebre tifoidea, el SIDA y la tuberculosis encuentran alivio en el único Hospital de Aken, localidad de más de 95 000 habitantes.
Dicen los que más canas pintan allí que antes un examen de laboratorio costaba 300 gourdes (alrededor de ocho dólares), una cirugía de mama 3 000 gourdes (alrededor de 80 dólares), cifras inalcanzables para quienes malviven. Ahora más de 70 pacientes cada día devuelven solo agradecimiento cuando los médicos cubanos les sanan.
A 20 kilómetros de allí, otra institución similar crece. Hasta Port Salut llegan 18 colaboradores para refundar el antiguo hospital de la ciudad, con apoyo de la Organización Panamericana de la Salud. Antes, solo un médico cubano prestaba atención en un hospital al que le faltaban especialistas, medicamentos, equipos médicos, y le sobraban demasiados enfermos.
Se trata de comenzar a fortalecer el sistema de Salud de Haití. Electromédicos y constructores arman nuevas salas para operar, realizar partos, ofrecer servicios de laboratorio, cuidados al neonato, rayos X, ultrasonidos… Cuando concluya la segunda etapa constructiva, más de 150 000 personas de siete comunas podrán encontrar aquí solución a sus dolores.
Y aunque la palabra Sur recuerda persistentes olvidos, nuestros médicos, testarudos al fin, se empeñan en empezar por ahí la revolución de salud que necesita este sufrido país.
Por Leticia Martínez, Corresponsal de Periódico Granma en Haití
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