Sin importar las situaciones extremas, las cubanas dedican tiempo y esfuerzo a cuidar y educar a los pobladores de esta ciudad, marcados aún por el espectacular sismo del 12 de enero pasado, sin olvidar a la familia que dejaron atrás, y hasta a los niños, a veces muy pequeños.
Yoleinis Vázquez, especialista en medicina interna, estaba de vacaciones en Cuba cuando el seísmo, pero al retorno a este territorio se encontró con un panorama desolador que la obligó a trabajar cada día más en una unidad de cuidados intensivos.
Vázquez es la jefa de la comisión médica, constituida, además, por un cirujano, una enfermera y un técnico de laboratorio y, entre otras misiones, sobre ella recae el cuidado de los colaboradores cubanos.
“No solo nos dedicamos a éso, sino que damos nuestra consulta normal y la asistencia en una sala de hospitalización de medicina interna”, nos dice mientras una laboratorista, convertida por momentos en peluquera, rejuvenese el color negro de su cabello.
A Yoleinis la impacta, sobre todo, el sufrimiento de las mujeres en este país, la mayoría de las cuales realizan todo el trabajo de las casas, en los casos que aún le quede un techo, buscar la alimentación para el esposo -en primer lugar- y cuidar de los niños.
“Realizan mucho esfuerzo físico y son atendidas en las consultas por cefálea, por dolores articulares y cervicales, como consecuencia del hábito de llevar peso sobre la cabeza.
Vázquez, oriunda de la oriental ciudad cubana de Bayamo, admite que Haití ha sido una experiencia fundamental en su vida, entre otras cosas, por tener en sus manos la salud de los cooperantes de su país, por la posibilidad de convivir en familia con personas que antes no conocía.
Nostálgica, Yoleinis recuerda a su esposo Julio Alberto Reyes y al hijo de ambos, Alaín Daniel, de solo tres años de edad, a quien extraña infinitamente.
Mientras, la peluquera improvisada y laboratorista de profesión Juana Guerra Almaguer deja escapar alguna lágrima y se le transforma la voz cuando recuerda los instantes que vivió durante el terremoto.
Almaguer reconoce que “todavía nos queda mucho por hacer aquí. Ahora mismo solo pienso en terminar el trabajo que comenzamos, por más que en mi casa esté con los míos, con mis comodidades”.
“Solo con ver el agradecimiento en el rostro de los haitianos, me siento pagada. Ver las consultas llenas cada día, me recuerda lo importante que son nuestros colaboradores acá”, comentó.
En Haití trabajan poco más de mil 500 trabajadores cubanos de la salud, 463 de ellos mujeres, un por ciento que disminuyó después del terremoto, porque antes las féminas fueron siempre mayoría.
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