Hace cuatro días, Otsuchi era otra localidad costera más de Japón, un destino para los amantes del surf y de las playas remotas. Hoy, en medio de un mar de devastación, sólo quedan en pie un supermercado y un templo budista.
Al igual que la mayor parte del noreste de Japón, Otsuchi se vio afectada el viernes por un gran terremoto y un tsunami posterior que arrasó con todo. Las autoridades temen que más de la mitad de la población de 19.000 habitantes esté sepultada bajo los escombros.
“Otsuchi me recuerda a Osaka y Tokio después de la Segunda Guerra Mundial”, dijo a Reuters Tadateru Konoe, presidente de Cruz Roja en Japón, mientras los equipos de rescate se desplazaban sobre escombros, metales retorcidos y deshechos, algunos de ellos en llamas.
“Todo está destruido y aplastado. Es un completo desastre.
En mi larga carrera en la Cruz Roja, es lo peor que he visto”, señaló.
Las llamas devoran las colinas que dominan Otsuchi, complicando las tareas de rescate. Unas temperaturas muy frías, y el alcance de la devastación, vuelven escasa la posibilidad de encontrar supervivientes.
“Esto no puede ser peor, no he visto nada tan malo”, señaló Patrick Fuller, de la Federación Internacional de Cruz Roja.
A lo largo de la devastada costa noreste, había similares escenas de destrucción. La columna de agua desplazó casas tierra adentro, llevó barcos hasta campos de cultivo, volcó coches y, en uno de los muchos ejemplos, subió un barco al tejado de una casa.
Se cree que hasta 10.000 personas han muerto. La agencia de noticias Kyodo dijo que se habían hallado 2.000 cadáveres en la costa de la prefectura de Miyagi, que sufrió la mayor parte de los daños.
En Minami Sanriku, el fotógrafo de Reuters ganador de un premio Pulitzer Adrees Latif dijo que toda la ciudad había sido destruida por las olas.
Algunas familias que vivían en las colinas cercanas sobrevivieron y pudieron ser vistas vagando por encima de los escombros para llegar a lo que en el pasado era el centro de la localidad.
“He visto desastres similares, cubrí el tsunami de Tailandia (en el océano índico en el 2004), pero no he visto nada como esto en mi vida”, dijo Latif.
“Dejé de hacer fotos un rato para mirar alrededor, y me quedé ahí en medio, sin creérmelo”, apuntó.
La enormidad del desastre ha sacudido a Japón hasta la médula.
Los supervivientes vagaban por los escombros, muchos con lágrimas en los ojos, buscando a sus seres queridos, otros inseguros sobre el futuro de familia y amigos. Otros se alineaban frente a tablones de información en los centros de emergencia buscando noticias.
“Estoy buscando a mis parientes y a mi hermano mayor”, señaló un sollozante Yuko Abe, de 54 años, en un centro de emergencia en Rikuzentakata, una localidad arrasada de 24.500 personas en la prefectura de Iwate, en el norte más apartado.
“Viendo el estado en el que está la zona, creo que quizás no lo consiguieron. No puedo decir tampoco a mis hermanas, que viven fuera, que estoy bien, ya que los teléfonos móviles y los teléfonos no funcionan”, añadió.
Muchos pasaron otra noche helada cubiertos por mantas y en torno a calefactores en refugios a lo largo de la costa.
Casi dos millones de hogares se quedaron sin energía, indicó el Gobierno. Habría aproximadamente 1,4 millones sin agua corriente.
El primer ministro Naoto Kan dijo que se estaban enviando por mar alimentos, agua y otros productos de primera necesidad, pero que dado el estado de las carreteras, las autoridades estaban evaluando el transporte marítimo y aéreo.
Fuller, de Cruz Roja, indicó que la prioridad debe ser proporcionar ayuda a los que están vivos.
“Es trágico decirlo porque han muerto miles, pero el foco tienen que ser los supervivientes”, señaló. “Esto exige un movilización masiva de recursos porque el área afectada se extiende por centenares de kilómetros”, apuntó.
En la localidad de Kuji, la fábrica de componentes de zapatos Kita Nihon Zosen quedó reducida a únicamente su esqueleto por el tsunami, pero parte del personal acudió a trabajar e lunes e hizo cola en la puerta de entrada, fumando.
Muchos estaban en estado de shock. Un trabajador joven en la fábrica de componentes explicó por qué estaba allí.
“Porque es un día laboral”, dijo.
Cuando el terremoto se produjo, el jefe de la fábrica, Teruo Nakano, envió a unos cuantos trabajadores al nivel del mar. La marea a menudo retrocede de forma anormal en un tsunami antes de volver en forma de gran ola que arrasa con todo a su paso.
“Justo después del terremoto, el nivel del agua estaba ya un metro más bajo, así que pensamos ‘esto está mal’ y escapamos de inmediato a tierras más elevadas”, señaló.
Todos los empleados sobrevivieron. Nakano indicó que tenía previsto mandarles a todos a casa.
(Con información de Reuters)
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