Los ingenieros japoneses están intentando recuperar el control de la planta nuclear de Fukushima Daiichi, situada a 240 kilómetros al norte de Tokio, que resultó gravemente dañada por el terremoto y tsunami del 11 de marzo.
Dos de los seis reactores de la planta, operada por Tokyo Electric Power 9501 (TEPCO), son considerados estables, pero los otros cuatro son volátiles.
A continuación algunas preguntas y respuestas sobre los esfuerzos para poner fin a la peor crisis nuclear mundial desde el accidente de Chernóbil en 1986.
Los trabajadores están intentado restaurar las bombas de refrigeración, esencial para clausurar rápidamente los reactores dañados por el terremoto de magnitud 9 y el tsunami posterior. Pero algunas áreas clave del sótano permanecen inaccesibles dado que están inundadas con agua altamente radiactiva.
Los trabajadores deben continuar inyectando agua a los reactores para impedir el sobrecalentamiento de las barras de combustible y una fisión nuclear, pero eso genera más agua contaminada, lo que ralentiza las operaciones.
La transferencia de agua radiactiva ha ido progresando a un ritmo de varios centímetros cada vez. Muchos tanques de almacenaje resultaron dañados por el tsunami y las autoridades tomaron la decisión a principios de abril de bombear agua contaminada con niveles bajos de radiación al océano para asegurarse espacio para el almacenaje.
Desde entonces este proceso se ha frenado pero podría reanudarse si se quedan de nuevo sin espacio.
Mientras, la radiación continúa filtrándose al exterior del complejo nuclear de TEPCO, hacia el mar y el aire, aunque a niveles bastante más bajos que el punto más alto de la crisis, a mitad de marzo.
Para contener la contaminación, los trabajadores han intentado verter cristal líquido para frenar la filtración, rociando el suelo con una resina adhesiva para capturar polvo con radiación. También están inyectando nitrógeno a los reactores para impedir nuevos escapes de hidrógeno que podrían esparcir material altamente radiactivo al aire.
Nadie lo sabe. El escenario más probable es una lucha prolongada, con avances progresivos interrumpidos por réplicas, una falta de un sistema interno de refrigeración y picos de radiactividad.
Una vez que TEPCO repare el sistema interno de refrigeración, sólo llevaría un par de días clausurar los reactores en frío.
Los ingenieros están trabajando en la oscuridad, entorpecidos por restos radiactivos y equipos inundados. Las luces sólo han permanecido encendidas en las salas de control, pero los monitores alimentados por electricidad y los indicadores – los ojos y oídos de los trabajadores dentro de los reactores – aún están apagados, al igual que las luces en el peligroso sótano.
TEPCO cree que el corazón de tres reactores entró en una fisión parcial y que al menos una de las estructuras de contención, o las tuberías que salen de ellos, han resultado dañadas. Algunas de las filtraciones se han detenido, pero aún hay derivados radiactivos saliendo. Eso podría significar que clausurar todos los reactores podría llevar meses, para minimizar la exposición de los trabajadores.
El principal riesgo es que la radiación continúe filtrándose, o saliendo, cada vez que una fuga o una subida de presión obligue a los trabajadores a arrojar vapor de agua. El agua filtrada podría encontrar su camino hacia el suelo y el océano, mientras que los picos de radiación podrían contaminar los cultivos en una amplia zona.
El riesgo de que las vas ijas de combustible gastadas entren en una reacción en cadena es bajo, ya que los indicadores de temperatura son adecuados. Pero podría ser necesario arrojar más agua contaminada al mar, si los trabajadores se quedan sin espacio para almacenar el agua.
También existe un pequeño riesgo de escape de vapor de corio, particularmente en el reactor número uno, que es el más antiguo de la planta y que se cree que tiene un punto débil.
Si los trabajadores son incapaces de continuar con sus operaciones, y si el combustible nuclear logra fundirse al fondo del reactor y cae en una piscina de agua que hay debajo, eso resultaría en una explosión de alta temperatura y en la liberación repentina de una gran cantidad de hidrógeno que podría romper la vasija de contención.
De producirse el peor escenario posible, podrían dispersarse en torno en torno a un radio de 20 kilómetros altos niveles de radiación, lo que haría imposible enfriar los reactores sin un gran sacrificio.
Lo más probable es que así sea. Incluso tras un cierre, habrá toneladas de desechos nucleares en el lugar de los reactores.
Sepultar los reactores en cemento los haría seguros para trabajar y vivir en unos pocos kilómetros en torno al lugar, pero no es una solución a largo plazo para el combustible gastado, que se descompondrá y emitirá radiación durante varios cientos de años.
El combustible nuclear gastado en Fukushima ha sido dañado por el agua del mar, por lo que reciclar probablemente no sea una opción, mientras que transportarlo a otro lugar es improbable por la oposición que tendría esa propuesta.
Los expertos dicen que la limpieza total llevará décadas.
Texto y foto: Reuters
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