La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lanzó ayer, a poco más de dos meses del inicio de su intervención, su ataque más feroz sobre Trípoli, la capital y trinchera del líder de Libia, Muammar Khadafi. “A pesar de los bombardeos jamás nos someteremos”, desafió el legendario dirigente, cuya renuncia es, desde febrero, el reclamo más escuchado en las calles de su país. Pero Khadafi no fue el único que realizó advertencias, en una jornada en la que se perdieron las vidas de más de 30 personas. El presidente de Estados Unidos volvió a meter la cola y avisó que seguirá ejerciendo presión para que el gobierno del resistente líder llegue a su fin. Sin embargo, la reacción internacional no es puro apriete: un enviado de Moscú visitó a los rebeldes en Benghazi, su base operativa al este del país, con el objetivo de intentar construir un diálogo entre las partes en conflicto. Beijing se ofreció para la misma tarea.
La OTAN lanzó unas sesenta bombas sobre Trípoli ayer. El vocero del régimen de Khadafi, Musa Ibrahim, fue el primer funcionario del gobierno libio en hablar sobre el ataque, al que calificó de “rencoroso”. Según los cálculos oficiales, las bombas provocaron 31 víctimas fatales y decenas de heridos. Ibrahim agregó que los bombardeos tuvieron como blanco particularmente el complejo residencial de Khadafi en el centro de Trípoli, el suburbio de Tajura (este), así como la ruta del aeropuerto al sur de la capital libia.
Luego, el líder habló públicamente, a través de un audio difundido por la televisión libia. “Estoy cerca de los bombardeos pero sigo resistiendo. El pueblo debe acompañarme. El pueblo debe resistir”, instó a través de la cinta difundida por el medio oficial. El bombardeo de Trípoli duró toda la mañana y continuó luego por la tarde, justo después de la difusión del mensaje de Khadafi. Los ataques destruyeron varias construcciones del complejo residencial del dirigente, blanco regular de los aviones de la OTAN y en donde sólo quedan ruinas.
“Continuamos presionando al régimen limitando la capacidad de Khadafi para dar órdenes a través de los centros de mando”, explicó uno de los voceros de la OTAN, Mike Bracken. Washington se pronunció en el mismo sentido, pero de manera más clara y directa. “Khadafi debe dejar el poder y rendir cuentas a los libios, y la presión se intensificará hasta que lo haga”, sentenció el presidente estadounidense. Si bien no es signo de desmoronamiento inexorable, la renuncia de otro ministro libio, el jefe de la cartera laboral, Al Amin Manfur, y su unión a los rebeldes que exigen a Khadafi que abandone el poder, demuestra que el círculo de confianza y apoyo del líder es demasiado pequeño.
En medio de bombardeos, advertencias y más muertes, llegó a Trípoli el enviado especial de la ONU, Abdel al Jatib, cuya visita fue sorpresiva. Al Jatib ya había viajado a mediados de mayo a la capital libia cuando insistió ante el régimen que se instaure un alto el fuego y que se autorice el acceso de ayuda humanitaria a las ciudades más expuestas a los combates.
En Benghazi, el enviado del Kremlin, Mijail Marguelov, recordó la nueva posición de Moscú, durante mucho tiempo cercano a Trípoli: “Creemos que Khadafi perdió su legitimidad cuando disparó la primera bala que mató a un inocente”. Además, afirmó la voluntad de Moscú de desempeñar un papel de intermediario para facilitar el diálogo entre el gobierno y los rebeldes.
No obstante, desde Rusia, el ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, negó que su país quiera asumir el rol principal de la mediación en el conflicto libio, papel para el que considera a la Unión Africana (UA) como idónea. Desde hace semanas, el organismo regional intenta llevar a cabo esa tarea, acotada por el gobierno pero sistemáticamente rechazada por los rebeldes, que se niegan a iniciar conversaciones hasta que el dirigente se aleje de la presidencia.
Sin embargo, la escena cuenta con un nuevo intérprete: China, que tiene importantes intereses económicos en Libia. El jefe de la diplomacia libia, Abdelati al Obeidi, viajó ayer a Beijing para buscar una solución política. El mismo día, diplomáticos chinos llegaron a Benghazi para reunirse con miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT), órgano político de los rebeldes.
En el plano humanitario, un barco libio proveniente de Ben-ghazi llegó el lunes al puerto tunecino de Sfax (sur) con 24 heridos y un equipo de médicos a bordo. De los 6850 refugiados que entre el lunes y ayer atravesaron la frontera con Túnez para escapar a la violencia en Libia, seis mil son libios, según el Ministerio de Defensa del país vecino. Según la ONU, entre diez y 15 mil personas murieron y cerca de 890 mil huyeron de Libia desde que comenzó la insurrección en febrero pasado.
Tomado de Página 12
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