A primera vista, los apuros que está pasando Grecia, un país pequeño enmarañado en las complicaciones de sus crecientes deudas, podría dañar no sólo la zona euro, sino al sistema financiero en su conjunto. Después de que la agencia Standard & Poor’s (S&P) rebajara su calificación, el país se encontró a un mismo tiempo al borde de la suspensión de pagos y de una crisis gubernamental. Además, la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) exigen al país heleno que, a cambio de ayuda financiera, reduzca gastos y aumente los impuestos.
En EE. UU. tampoco pueden alcanzar un consenso sobre el aumento del nivel máximo del endeudamiento, lo que a su vez amenaza con una nueva crisis.
Sin embargo, los expertos consideran que la primera economía del mundo tiene ciertas ventajas en la gestión de su deuda respecto a Grecia, lo que se explica por una serie de razones.
En primer lugar esto se manifiesta en las grandes diferencias que presentan las respectivas monedas. El dólar es una moneda de reserva mundial y está sometida al control de un único Gobierno. Mientras que el euro, por el contrario, es compartido por 17 países soberanos. Por lo tanto, la política monetaria de Grecia no se corresponde a las necesidades del país, sino a las de las economías más fuertes, especialmente la de Alemania, que prefieren mayores tasas de interés como baluarte contra la inflación.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima por su parte que la deuda neta de EE. UU. alcanzará este año el 75% de la economía del país.
En general, los expertos consideran que la balanza se inclina a favor de EE. UU., ya que cada vez que en Europa se desata una ola de pánico financiero, los inversores optan por los bonos del Tesoro manteniendo el estatus de “refugio seguro” en comparación con el resto del mundo.
Los analistas destacan que la similitud fundamental entre Grecia y EE. UU. reside en una tendencia negativa que se acentúa por una serie de factores tales como el envejecimiento de la población y la madurez de sus economías, que tienen poco margen para crecer del mismo modo como lo hicieron en el pasado.
Además, los analistas opinan que los inversores no siempre le concederán a EE.UU. el beneficio de la duda ya que -aseguran- los mercados reaccionan tarde pero si actúan, lo hacen con virulencia.
Hace poco más de un año, el temor de los inversores que han adquirido deuda griega a que Grecia pudiera afrontar un impago no estaba tan justificado como ahora. Por ello podrían decidir castigar al dólar si sospechan que el Congreso estadounidense no tiene la voluntad política de realizar todo lo necesario para reconducir el presupuesto hacia un camino verdaderamente sostenible.
Además, la debilidad del dólar podría traer consigo todo tipo de repercusiones negativas, incluida una rebaja de la solvencia crediticia por las agencias de calificación.
Si el mercado se desequilibra la regulación artificial se presenta como una opción entre un final brusco o una lenta agonía. EE. UU. puede elegir, pero Europa no tiene esa posibilidad y ahí reside la diferencia principal.
En general, EE. UU. está lejos de Grecia en términos de viabilidad económica pero no es inmune a los efectos extenuantes de la deuda.
Tomado de Actualidad RT
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