“No soy de aquí ni soy de allá” fue una de las canciones que le valió la fama en los años 70 y la que mejor describe su actitud hacia la vida que él mismo definió alguna vez como la de un “vagabundo que busca ser felíz”.
Nacido en la ciudad bonaerense de Balcarce, sufrió el abandono de su padre y emigró junto a su madre y seis hermanos a Tierra del Fuego, en el extremo sur del país, donde vivió una niñez traumática en la extrema pobreza.
“Un día me fui a Buenos Aires sin avisar a nadie, porque no había casa ni nadie a quien avisar, tardé siete semanas en llegar, tenía 9 años y casi no hablaba, quería conocer al presidente (argentino Juan) Perón y lo hice”, relató en una reciente entrevista en Buenos Aires en la que repasó su vida de asombro.
En la adolescencia empuñó una guitarra “para conseguir un peso” y comenzó a tejer una carrera de trovador en Mar del Plata, 400 km al sur de Buenos Aires, donde se presentaba en hoteles con repertorios de los folcloristas argentinos Atahualpa Yupanqui y José Larralde, de donde brevó sus fuentes.
Su desparpajo y sus canciones que mezclaban ácidas críticas sobre la realidad ganaron su mayor fama en Argentina en los años 80, cuando regresó de su exilio en México durante la dictadura militar (1976-1983).
Sus canciones fueron grabadas en nueve idiomas y cantó junto a artistas como el estadounidense Neil Diamond, el español Julio Iglesias y el mexicano Pedro Vargas.
Su canción de cuna “Vuele bajo” fue uno de los hitos de su carrera, grabado por numerosos artistas.
“Facundo hablaba de Dios y de la paz, nunca fue un desobediente de la sociedad ni le hizo daño a nadie, fue un hombre en el buen sentido de la palabra bueno”, recodó este sábado el cantautor argentino Alberto Cortés, con quien formó un trío con el que hizo decenas de presentaciones en España durante los años 90.
“Mi vida es caminar por la calle sin maletas, soy libre”, decía Cabral, que se jactaba de no tener propiedad alguna y cuya residencia eran cuartos de hoteles de Buenos Aires.
Fue analfabeto hasta los 10 años, enviudó a los 40 y conoció a su padre a los 46.
Grabó una veintena de discos cuya producción matizó con la escritura en la que había una fuerte impronta mística con alusiones a Dios y a la Madre Teresa de Calcuta.
Su constante llamado a la paz le valió un reconocimiento de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que lo declaró Mensajero Mundial de la Paz en 1996.
“Soy un agradecido de la vida, jamás pensé hacer tanto, nadie pensaba eso porque nadie daba nada por mí, yo soy un milagro”, dijo alguna vez Cabral sobre sí mismo.
(Con información de AFP)
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