Por: Mark Weisbrot (*) – La Haine
Primero, consideremos lo económico. China ha tenido el crecimiento económico más rápido del mundo por más de tres décadas, creciendo 17 veces en términos reales (tomando en cuenta la inflación) desde 1980. Cabe destacar que la mayoría de este crecimiento récord tuvo lugar (1980-2000) mientras que al resto de las economías en desarrollo les iba bastante mal al implementar cambios de política neoliberales –liberalizando el comercio y los flujos de capital de manera indiscriminada, aumentando la independencia de los bancos centrales, políticas fiscales y monetarias más estrictas (y típicamente pro-cíclicas), y además el abandono de estrategias para el desarrollo previamente exitosas.
China evidentemente no adoptó estos cambios de política, los cuales fueron promovidos desde Washington a través de instituciones como el FMI, Banco Mundial, y después la OMC. (China ni siquiera se unió a la OMC hasta 2002.) Es verdad que la aceleración del crecimiento China coincidió con una gran expansión de comercio e inversión extranjera. Pero estos fueron fuertemente dirigidos por el Estado para asegurar su consistencia con los objetivos de desarrollo del gobierno – precisamente lo opuesto a lo que ha sucedido en la mayoría de otros países en desarrollo. Los objetivos de China incluyeron la producción para mercados de exportación, la promoción de cambios tecnológicos (con la meta de transferir tecnología de empresas extranjeras a la economía doméstica), la contratación de residentes locales para puestos de trabajo directivos y técnicos, y no permitir que la inversión extranjera compita directamente con ciertas industrias domésticas.
La economía China aun es dirigida en gran medida por el Estado. El gobierno controla la mayoría del sistema financiero, el tipo de cambio, y aproximadamente el 44 por ciento de los activos de las principales empresas industriales. Es por eso que China pudo arrasar durante la recesión mundial, con un crecimiento del PIB de 9,8 por ciento, aun considerando la pérdida de 3,7 por ciento del PIB debido a la caída de las exportaciones netas.
Y ahora consideremos las implicaciones políticas e internacionales. Primero, gran parte de la discusión sobre la ascendencia china ha sido escrita desde la perspectiva de Washington – es decir, la perspectiva de un imperio. Desde este punto de vista, la ascendencia de China es una “amenaza.” Ya que este punto de visto considera que la supremacía de Washington y sus aliados es buena para el mundo, la ascendencia de China vista como una amenaza para el mundo. Se supone que China se convertirá en un imperio como lo es Estados Unidos, pero que no será igual de “benévolo.”
Este punto de vista no acuerda con los hechos. Considerando simplemente la historia más reciente, fue Estados Unidos que invadió a Irak—causando unas estimadas un millón de muertes—está ocupando a Afganistán, bombardeando a Pakistán y Libia, y amenazando a Irán. El control que tienen Estados Unidos y sus aliados sobre las políticas económicas de las economías en desarrollo, a través del FMI, Banco Mundial y otras instituciones, ha causado mucho daño durante las últimas décadas.
Así que un cambio hacia un orden más multipolar seguramente producirá un mundo más pacífico y justo. De hecho, ya está sucediendo: la mayoría de Sudamérica , por ejemplo, es ahora gobernada por gobiernos democráticos de centro-izquierda que han producido reformas positivas que han beneficiado a las mayorías – algo que hubiera sido prácticamente imposible cuando Washington aún dominaba a la región. Y por supuesto, la gran mayoría del pueblo estadounidense beneficiaría de un rol reducido para Estados Unidos en el mundo, mientras logramos la transición de un imperio de vuelta a una república: menos gastos en guerras sin sentido, menos muertes, menos enemigos, y menos distracciones de nuestro verdaderos problemas.
La política extranjera china se dirige principalmente hacia la obtención de las materias primas y comercio que impulsarán su crecimiento y desarrollo. Esto lo logra a través de transacciones comerciales. Por supuesto, sus corporaciones – como las de los países ricos – han sido criticadas en varias países. Pero China no le dicta a otros países como deberían manejar sus políticas externas hacia otros países, o sus políticas económicas en general – como lo hace frecuentemente Estados Unidos. Esta es una importante diferencia entre un país que busca avanzar sus intereses nacionales y económicos, y un imperio que ejerce su propio orden sobre el mundo.
Por supuesto es posible que China, una vez que se enriquezca – y esto aún queda bastante lejos – podría desarrollar ambiciones imperiales. Pero hasta ahora, su liderazgo parece ver a China como un país en desarrollo buscando convertirse en un país de alto ingreso, y no ve un espacio para políticas imperiales en el proceso. “Esconde el brillo, aprecia la oscuridad,” dijo una vez el líder chino Deng Xioaping.
Hace un par de meses, la prensa informó, usando una medida del PIB en términos cambiarios, que este año China se había convertido en la segunda economía más grande del mundo. Pero al usar una medida del PIB en términos de la paridad del poder de compra (PPP, por su sigla en inglés), la cual toma en cuenta las diferencias de precios entre China y Estados Unidos, China ya se situó en segundo lugar hace años. Una materia técnica: si medimos la economía china en dólares usando la tasa de cambio actual, esta alcanzó 5,9 billones de dólares en 2010, en comparación con 14,7 billones para Estados Unidos. Según una medida de paridad del poder de compra, su economía alcanzó 10,1 billones de dólares en 2010. Es esa medida que el FMI proyecta que crecerá a 18,98 billones de dólares en 2016, dejando a Estados Unidos en segundo lugar con 18,81 billones de dólares.
Sin embargo, es posible que incluso la medida PPP del FMI subestime el PIB de China: el economista Arvind Subramanian ha estimado que el PIB PPP de China en 2010 ya es más o menos el mismo al de Estados Unidos. Un portavoz del FMI citado por el Financial Times, dijo esto sobre el debate: El FMI considera que el PIB en términos de paridad del poder de compra (PPP) no es la medida más apropiada para comparar el tamaño relativo de países en torno a la economía mundial, porque los niveles de precios PPP son influenciados por servicios no transables, los que tienen más relevancia para domésticamente que globalmente … El Fondo cree el PIB a precios de mercado ofrece una comparación más relevante. Según esa medida, Estados Unidos es actualmente 130 por ciento más grande que China, y será aún 70 por ciento más grande en 2016.
Es verdad que la medida de “precios de mercado” es mejor para algunas comparaciones. Pero un importante ámbito donde el PPP es más relevante es el gasto militar. El costo de producir un avión militar y entrenar un piloto en China es mucho menor que en Estados Unidos. La política actual de Washington es de mantener la supremacía militar en Asia, pero una carrera de armamentos contra China haría parecer barata hasta a la guerra fría. La economía de la Unión Soviética era tan solo un cuarto de la economía de Estados Unidos cuando tuvimos esa carrera de armamentos. Si Estados Unidos tuviera una seria carrera de armamentos contra China nos podemos olvidar de Medicare, la seguridad social y la mayoría de las cosas en que gasta dinero el gobierno federal.
Afortunadamente, una nueva guerra fría contra China no está en el horizonte ahora. Pero el tamaño de la economía china es otra buena razón para asegurar que no suceda.
(*)Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR).
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