Por: Kim Sengupta, Página 12, Desde Trípoli
Los macizos portones verdes se abrieron de par en par después de siete horas de lucha feroz y los exultantes rebeldes entraron a Bab al Aziziyah, la fortaleza de Muammar Khadafi y el símbolo de la sangrienta resistencia del régimen en Trípoli. Los combatientes registraron el complejo gritando que habían atrapado al dictador en su guarida. Las frenéticas búsquedas anteriores no habían logrado encontrar a la presa y anoche los revolucionarios estaban tratando de localizar una red de túneles supuestamente escondidos en el complejo. Mientras esto sucedía, Khadafi hizo declaraciones a la radio Al Oruba que fueron reproducidas por la cadena italiana RAI. “La retirada fue una jugada táctica”, dijo el líder libio. “Victoria o muerte.”
Mientras, arrancaron la bandera verde del régimen de lo alto de su casa, que fue bombardeada en 1986 por aviones de guerra de Estados Unidos, y la reemplazaron por la bandera de la revolución. A los revolucionarios, frustrados y enojados de que su entrada a la capital no resultara en la inmediata derrota de su odiado enemigo, la caída del bastión les dio un alivio catártico. Se abrazaban unos a otros en medio de repetidos gritos de “Allahu Akbar”. Uno de los combatientes se trepó a la estatua de un puño cerrado, un símbolo de desafío contra Occidente, y levantó su manto en un saludo victorioso. Otra estatua, la del coronel Khadafi, fue arrastrada del edificio por una cuerda y arrancada la cabeza, que pasó de mano en mano.
Anoche, comenzaron incendios en varias partes del complejo de Bab al Aziziyah. Algunos habían comenzado por artillería que explotaba, pero otros habían sido obra de los combatientes rebeldes y luego se desparramaron fuera de control. Yéndose con tres jarrones, Amr Kalim Hassani dijo: “Algunos de los Shabab son estúpidos, comenzaron los incendios, están destruyendo la propiedad del pueblo”. Pero no todas las fuerzas del régimen habían dejado el expandido complejo y emergían grupos para llevar a cabo emboscadas, lo que conducía a nuevas batallas. La violencia seguía creciendo luego de irrumpir en el complejo con descargas de morteros y misiles que atravesaban la ciudad.
Algunos de los choques más feroces fueron alrededor de la Plaza Verde, ahora renombrada Plaza de los Mártires, el escenario de la fiesta de la victoria de la noche en que los rebeldes llegaron a la capital. Las tropas de Khadafi, que habían tomado posiciones ventajosas en los edificios altos, comenzaron a disparar constantemente hacia abajo, forzando a las posiciones rebeldes a retroceder.
Los Shabab, los voluntarios del levantamiento, conducían por las calles flanqueadas por vehículos incendiados, tocando la bocina, cuando cayeron bajo fuego de francotiradores, causando que algunos de sus “técnicos” –camiones con acoplados con ametralladores– chocaran. Pronto los sonidos de la celebración de las calles se mezclaron con los sonidos de las sirenas de los servicios médicos de la ciudad, ya bajo fuerte presión. Malik Abdullah Bagdis, en una pausa entre disparos al aire de su Kalashnikov, gritó: “Nos hemos metido en la cueva de este animal. Lo encontraremos, no se puede esconder mucho tiempo, ¿a dónde huirá ahora?”.
Abdel-Aziz Shafiya, caminando por una de las calles principales del complejo con una granada propulsada a misil en una mano y una Kalashnikov en la otra, dijo: “Siento una explosión de alegría en mi corazón”. El estudiante de 19 años convertido en revolucionario, de Misrata, que resistió un largo y penoso asedio por parte del régimen, añadió tranquilamente: “Perdí amigos y parientes y ahora puedo entrar en la casa de Khadafi. Muchos de mis amigos murieron y ahora todo esto tiene un significado”. Otro combatiente, Moha-mmed Bin Shomakh, dijo: “Hemos encontrado documentos que prueban su culpa, todo el sufrimiento que causó. Khadafi debe enfrentar a la Justicia, él y su familia”.
El paradero de la familia Khadafi ayer era incierto. Un hijo de Muammar Khadafi, Saif al Islam, se había burlado de los rebeldes anteriormente al llevar a un grupo de periodistas extranjeros a Bab al Aziziyah. La administración de la oposición, el Consejo Nacional de Transición (CNT) en Benghazi, había afirmado el lunes que él y su hermano Mohammed habían sido capturados y serían juzgados en Libia. El asalto a la fortaleza fue lanzado seis horas después de su sorpresiva aparición, con una descarga de seis minutos y 40 segundos, lanzando llamas naranjas y oscuros remolinos de humo.
Mientras la lucha continuaba durante la mañana, un buque llegó a Trípoli desde Benghazi con cientos de combatientes así como grandes cantidades de armas y convoyes de “técnicos”. Esto era en contravención a la propia declaración del CNT de que las fuerzas del Este no serían enviadas a la capital en un esfuerzo por evitar enemistades tribales y regionales.
Ayer se vio también una serie de ataques aéreos de la OTAN enfocados en Bab al Aziziyah, como fuego naval. Al devolver las descargas desde la costa, el mar se levantaba. Los ataques de Occidente llegaron un día después de que la jerarquía de la oposición, incluyendo su enviado a Londres, había pedido que se detuvieron, ya que el régimen no presentaba una amenaza.
Los ataques de las fuerzas del coronel Khadafi habían aumentado durante las últimas 24 horas. La precaria naturaleza del control de la ciudad por parte de la oposición fue ilustrada durante una conferencia de prensa en los cuarteles de los combatientes de la Brigada Trípoli de la ciudad, que debían ser el único control hasta que la creciente violencia necesitara la llegada de refuerzos rebeldes.
Hablando en un colegio de niñas, vacío desde el comienzo de la guerra civil, Emhemmed Ghula, quien afirmaba que era el vicecomandante para la capital, señaló que la ciudad estaba “90 por ciento bajo control. Ellos tienen algunos francotiradores, tienen algunos techos, pero no pueden moverse en las calles, que nos pertenecen”. En ese momento, uno de los francotiradores disparó al patio, lo que hizo que los rebeldes se resguardaran contra las paredes. Esto fue seguido por un ataque en la puerta por hombres armados en camiones disparando Kalashnikovs y granadas lanzadas por misiles. Los revolucionarios de la entrada cayeron uno sobre el otro en su apuro por abandonar su puesto. Uno de ellos les gritó a los periodistas: “Llamen a la OTAN, por favor”.
Una cosa con la que la OTAN no pudo ayudar era el paradero del coronel Khadafi. En la base de la Alianza en Nápoles, desde donde se dirige la operación libia, el vocero, coronel Roland Lavoie, respondió: “No sabemos. No tengo ni idea”. Añadió: “Nuestra misión no termina hasta que las fuerzas del régimen regresen a sus barracas”.
El régimen declaró que no sólo seguirían luchando sus soldados, sino que se está armando a la población para la batalla final de Trípoli. A los medios extranjeros que fueron llevados a Bab al Aziziyah les mostraron un centenar de hombres que habían sido reunidos en el complejo para recoger armas. Levantando su mano en señal de victoria, Saif al Islam gritó: “Este es nuestro país. Estamos aquí, vivimos aquí y morimos aquí. Vamos a ganar, porque el pueblo está con nosotros. Mírelo, mírelo, en las calles, por todos lados”.
En realidad las calles estaban vacías de civiles salvo por unos pocos autos y gente cruzándolas corriendo entre el fuego. En un clima febril de intimidación y temor, es también difícil juzgar con cuánta lealtad cuenta el régimen en la capital. Sin embargo, hombres en dos áreas mayormente pobres –Buslin y Tariq Matar– recibieron armas y explosivos en los últimos días.
Ahmed Mouad Faroush, un carpintero de Buslin, dijo que era sabido por todo el mundo que su área estaba siendo fortificada para una lucha. “Hay gente que todavía lo apoya, por supuesto. Yo no soy uno de ellos. No lo apoyo y me mudaré de mi calle mañana hasta que todo se termine. Pero le digo una cosa, aún hoy la OTAN nos bombardea. A la gente no le gusta que su país sea bombardeado por extranjeros. Esto sucede desde hace meses, mi país está destruido. ¿Usted cree que la gente olvidará eso?”
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