El primer ministro, Benjamin Netanyahu, en respuesta a la última de una serie de manifestaciones masivas protagonizadas por una clase media desencantada en el centro empresarial del país, Tel Aviv, y otras ciudades, mantuvo su promesa de aplicar los cambios pero no a cualquier coste.
“La gente conoce ahora su fuerza, es algo adictivo y que no puede parar”, dijo Yonatan Levy, uno de los líderes del nuevo movimiento social, a la radio Israel.
Los organizadores cifran en más de 450.000 los asistentes a las protestas del sábado, manteniendo la presión sobre el Gobierno de Netanyahu para reducir el coste de la vida y promover la igualdad social.
La policía dijo que los manifestantes eran unos 300.000. Las manifestaciones a esa escala en Israel, que tiene una población de 7,7 millones de personas, se han limitado hasta ahora a asuntos de guerra y paz.
El movimiento de base ha crecido desde julio, pasando de ser una acampada estudiantil a convertirse en una movilización de la clase media en todo el país.
La coalición de gobierno de Netanyahu no afronta ninguna amenaza inmediata, pero las protestas han subrayado el potencial impacto electoral de los centenares de miles de votantes que abogan por la “justicia social”.
Los líderes de la protesta dijeron que harían una pausa en sus movilizaciones en las próximas semanas, hasta que un comité de reforma designado por el Gobierno aporte sus conclusiones. Añadieron que la acampada de Jerusalén se desmantelaría el domingo por la noche, y que otras más le seguirán .
Una gran pancarta en la marcha en Tel Aviv del sábado pedía que el presupuesto estatal se modifique para destinar más fondos a servicios sociales.
En declaraciones a su gabinete a la mañana siguiente, Netanyahu no dio muestras de que fuera a ceder en su negativa a ir más allá del límite presupuestario. Añadió que había abierto un nuevo terreno al designar a un comité de reforma, que tiene previsto presentar sus recomendaciones en dos semanas.
“Intentaré actuar con premura tras sus hallazgos y mantener el equilibrio adecuado entre sensibilidad social y responsabilidad fiscal”, dijo Netanyahu.
“Este equilibrio preserva la economía, el país, a sus ciudadanos y los servicios sociales en Israel”, añadió, diciendo que quería evitar el tipo de problemas políticos que estaban afectando a varios países europeos.
El líder del centroderecha, defensor de las reformas de libre mercado, ha advertido de que no podía satisfacer todas las demandas de los manifestantes, que van de recortes fiscales, a ampliación de la educación gratuita y más presupuesto para viviendas de protección oficial.
Aunque la afluencia a la marcha del sábado fue menor de lo esperado – querían llegar a un millón -, los analistas dijeron que el movimiento había dejado huella al catapultar a la economía a una agenda política dominada por las preocupaciones de seguridad y la diplomacia.
Algunos comentarios predijeron un cambio gradual en el debate hacia una cuestión más espinosa: si las ayudas estatales a las familias judías ultraortodoxas, a las instituciones religiosas y a los asentamientos en la Cisjordania ocupada deberían redirigirse hacia una mejor financiación de servicios para el público general.
Los líderes de la protesta, que han pedido unidad nacional, han mantenido distancias con este tema, pero Nahum Barnea, popular analista político, dijo que la irritación por este tema había alimentado las manifestaciones.
“Los jóvenes de la clase media han visto lo que ha ocurrido en la sociedad israelí en los últimos años, y están hartos”, escribió Barnea en el periódico Yedioth Ahronoth.
“Vieron el flujo de dinero a sectores parasitarios, las prioridades distorsionadas de preferir la construcción en asentamientos a arreglar lo que está mal en la sociedad y el rápido enriquecimiento de quienes están cerca del poder”, añadió.
Aunque Israel cuenta con un desempleo bajo del 5,5 por ciento y una economía que crece, los carteles empresariales y las diferencias salariales han mantenido a muchos ajenos al beneficio del crecimiento. Muchos manifestantes proceden de una clase media que tiene una importante carga fiscal y sustenta al Ejército.
Desde que dio sus primeros pasos, el movimiento ha eclipsado la confrontación diplomática con los palestinos y ha supuesto el mayor desafío hasta ahora al Gobierno de Netanyahu, del que forman parte partidos religiosos y favorables a los asentamientos.
(Con información de Reuters)
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