Jesús Borrego y Ana Gonzalo son los creadores de la escuela. Pasaron de hacer terapias acuáticas en piscinas a unir esos conocimientos con la práctica del surf en las playas de Cádiz. Ya han pasado seis años desde que comenzaron y, luego de haber puesto a prueba los efectos con un niño autista, ahora cuentan casi un centenar de alumnos discapacitados.
La intención de trabajar sobre las olas es mejorar el equilibrio, la concentración, la atención, la coordinación y que cada uno descubra cómo superar la frustración mediante ejercicios tanto en la superficie como en el mar.
Significa esto una interesante forma de indagar en lo positivo del deporte, que más que una válvula de escape es una excelente técnica para tratar deficiencias psicológicas y físicas.
(Con información de Noticias 365/EFE)
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