Nueva York tiene ocho millones de habitantes; un millón vive en la pobreza. Es una vergüenza. Y, sin embargo, el sistema no se detiene aquí. Por mucha vergüenza que podamos sentir, la maquinaria va hacia adelante, para hacer más dinero. Nuevas maneras de hacer trampa con las jubilaciones, de robar aún más. Pero algo está sucediendo en la Plaza Libertad.
Estuve en la plaza para realizar un par de notas. Y volveré. ¿Saben? Están haciendo un gran trabajo ahí. Y están recibiendo aún más apoyo. La otra noche, el sindicato de empleados de transportes –los conductores de ómnibus, los conductores de la metropolitana– votaron con entusiasmo para sostener la protesta. Hace tres días, 700 pilotos de línea –sobre todo de United y Continental– marcharon por Wall Street. No sé si hubo forma de ver esto en televisión. Sé cómo estuvo la cobertura aquí; se mostró a unos cuantos hippies tocando sus tambores… las cosas típicas que buscan los diarios. Por favor: ¡Dios bendiga a los hippies que tocan sus tambores! Pero “ellos” quieren que se vea sólo eso. Y ahora yo les digo lo que vi en aquella plaza. Vi jóvenes, vi ancianos, vi gente de todo tipo y de todos los colores y todas la religiones. Vi también a la gente que vota por Ron Paul (el candidato presidencial ultraconservador que quiere abolir el banco central). Quiero decir, era un grupo de gente de todo tipo. Estaban los enfermeros en esa plaza. Estaban los maestros. Gente de todo tipo.
Este martes habrá una nueva manifestación: también los conductores de ómnibus y de la metropolitana marcharán por Wall Street. Escuché decir que la UAW (el sindicato de los obreros del automóvil) planea hacer algo parecido. Piensen: su peor pesadilla se convierte en realidad. ¡Hippies y obreros del automóvil marchando juntos! La gente entendió. Y todos esos cuentos de divisiones internas y esto y lo otro: a la gente ya no le importa. Porque esta vez se trata de que sus hijos corren el riesgo de ya no poder ir a la escuela. Esta vez corre el riesgo de quedarse sin techo. Eso es lo que en verdad está en juego.
Pero lo que me parece más extraño de los ricos es cómo habían decidido excederse tanto. Quiero decir: les iba muy bien. Pero para ellos no era bastante. Para los nuevos ricos no era bastante. Los nuevos ricos, que no hicieron su fortuna gracias a una buena idea. Ni a un invento. Ni con su sudor. Ni con su trabajo. Los nuevos ricos que se enriquecieron con el dinero de los otros, con el que jugaron como si fuesen al casino. Dinero y más dinero. Y ahora nos encontramos con una generación de jóvenes para quienes los héroes a emular son los de los canales de televisión de negocios: los que se enriquecieron haciendo dinero a costa de quienes hacen dinero.
Pero, ¿cuánta necesidad tendremos de jóvenes que se pongan a trabajar para salvar a este planeta? Para encontrar la cura a todos estos males. Para encontrar una manera de llevar agua y saneamiento a los millares de personas sobre esta tierra que no los tienen.
Esto es lo que querría. Que en lugar de que las 400 personas más ricas de este país tengan más riqueza, sean los millones de estadunidenses, todos juntos, los que estén mejor.
Dirán, es una de esas cifras que Michael Moore tira por ahí. Pero es una estadística cierta: verificada por Forbes y por PolitiFact. ¡Las 400 personas más ricas de este país son más ricas que los 150 millones juntos! Eso no se puede llamar democracia. La democracia implica una suerte de igualdad: yo no digo que cada pedazo del pastel debe ser de la misma medida, pero ¿no nos fuimos mucho más allá?
Ahora ésta es una buena noticia. Porque mientras la Constitución se mantenga intacta, cada uno de nosotros tendrá el mismo derecho de voto que los señores de Wall Street: un voto por persona. Y ellos podrán comprar todos los candidatos que quieran, pero su mano no guiará a nuestra mano cuando estemos en la casilla oscura. La idea de gritar fuerte es llegar a las millones de personas que se dieron por vencidas, o que fueron convencidas por ignorancia. Lograremos hacer llegar nuestro mensaje, que para aquellos 400 será la peor de las pesadillas. Porque lo único que saben hacer bien son las cuentas. Nosotros somos muchos más que ellos. Depende sólo de nosotros. Basta de despertarse a la mañana y decir “Ok”. Ya basta. Decidí involucrarme. Ésta es ahora nuestra misión, involucrarnos. Por eso les digo: apoyen la protesta de la Plaza Libertad.
* Durante la presentación del último libro de Moore en ST. Mark’s Bookstore.
Traducción: Celita Doyhambéhère para La Radio del Sur
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