A Giordano Bruno lo quemaron en la hoguera entre otras cosas por declarar abiertamente que el conocimiento era posible. Pensaba en esto la otra noche durante una cena con un grupo de estadounidenses de visita en la Habana.
En ocasiones me invita algún miembro o coordinador de estas visitas para que comparta con el grupo y ofrezca mi perspectiva respecto a Cuba y los EEUU debido a mis circunstancias algo sui generis. Sucede a menudo que el visitante primerizo suela tener la misma exacta pregunta y este grupo no era la excepción: ¿cuando se normalizarán las relaciones y que hace falta para ello? El grupo estaba bastante convencido que la solución llegaría el día en que Fidel Castro ya no estuviera, físicamente, en vivo y en directo, dicho de manera más grosera: sin respirar. Yo en cambio no estoy de acuerdo y no lo he estado desde hace algún tiempo, de hecho desde mucho antes, cuando Fidel Castro no solo respiraba sino que estaba total, completa y sin lugar a dudas al frente de la nación. Desde principios de la década de 1990 yo he estado dándole vueltas a una teoría: ¿Y si el problema no descansa solamente en la comunidad ultra derechista cubano americana de Miami y Nueva Jersey ni en las expropiaciones y las nacionalizaciones?
¿Y si el problema fuera mucho más sencillo? ¿Y si la cosa fuera el hecho de que Cuba con su revolución social de 1959 que no solo ha perdurado sino que lo ha hecho con cierto grado de decoro (sobre todo si comparas al país con la mayor parte de América Latina y partes de los EEUU), hubiera demostrado algo? Digo yo, la educación y la asistencia de salud universal deben servir de algo. Sin embargo es más que solo eso. Es una industria de biotecnología en una nación subdesarrollada, una generación de científicos que pueden sentarse con cualquiera del mundo occidental. Son compañías de danza que dejan boquiabiertos a espectadores el año entero en la arena internacional, atletas que se son el motivo de angustia de muchos otros competidores a la hora de enfrentárseles. Hablo de escuelas de música, universidades, policlínicos, calles pavimentadas, zonas rurales electrificadas, edificaciones, vaya que hasta shampoo y colonias!
Cuba no solo ha llevado a cabo una revolución de justicia social para cuantos ha podido sino que se ha ganado el respeto en los campos del deporte, la cultura, la ciencia, las artes y hasta la política por el mundo entero. Y lo ha hecho de cara a una de las naciones más poderosas del mundo moderno desde el Imperio Romano, la misma nación de la cual había sido neo colonia luego de su “independencia” risible de 1902.
La revolución cubana lleva educando desde el principio, con la campaña de alfabetización de 1960-1961 durante la cual miles de personas en la isla dejaron la santidad de sus hogares y se fueron a las montañas y las zonas rurales a alfabetizar. La mayor parte de estos educandos por cierto no rebasaban los 20 años de edad y de hecho dos de estos jóvenes fueron brutalmente asesinados por fuerzas contrarrevolucionarias intentas en socavar cualquier avance del proceso. El objetivo era desalentar a otros el resultado fue que se sumaran cientos más.
Desde esos primeros años de solidaridad, ha existido en Cuba un internacionalismo irrefutable. Cuando se le pidió ayuda en Angola y Etiopia, cientos de médicos, maestros y soldados partieron para África. Estas misiones trajeron consigo no solo la independencia de Angola y Namibia sino algo que yo por lo menos nunca pensé ver en vida: Nelson Mandela no sola en libertad sino presidente de una Sur África libre del Apartheid. Cuando el terremoto arrasó con Haití, Cuba no tuvo que enviar médicos, ya había más de 400 ahí presentes. Naciones de América Latina y el Caribe se están beneficiando del arma más potente de Cuba: su pueblo y su solidaridad. Esta ola ya llega hasta el Pacifico Sur donde en Nueva Zelanda se aplica en maorí el método de alfabetización cubano. Cinco mil médicos estuvieron durante días esperando que la administración del presidente G.W. Bush les permitiera entrar a los Estados Unidos luego de que el huracán “Katrina” devastara la región del golfo, nunca se les dio visa y los médicos fueron enviados hacia Pakistán.
Cuba no exporta revolución ni guerras, exporta esperanza.
En estos tiempos de revueltas sociales, la isla está más quieta que las aguas de una bañera. No tiene nada que ver con policías en las calles ni milicias ni tropas, tiene que ver, en mi opinión con un sistema sano, aunque no exento de defectos y errores por sanar, donde sí, es cierto, se violan derechos humanos – insto al lector a que me diga qué país del mundo está eximido de esta realidad – pero si se toman un minuto y revisan la carta, verán que Cuba cumple con la mayoría.
Y fue por esto que le dije a mis compañeros de cena la otra noche, “quizás no sea tanto por lo que perdieron y dejaron atrás, va y tiene más que ver con enterarse de lo que está ocurriendo debajo de sus narices.”
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