El gobierno de Estados Unidos acusó ante la Justicia a dos ciudadanos iraníes –y, por elevación, al gobierno de Irán– de querer contratar a narcos mexicanos a cambio de 1.500.000 dólares con el objetivo de asesinar al embajador de Arabia Saudita en Washington. En verdad, los narcos no eran narcos, sino agentes de la DEA y eso –según la versión norteamericana– permitió descubrir el plan, lo que llevó a la detención de un iraní y a declarar prófugo a otro, que vive en Teherán. El documento oficial de 21 páginas presentado a la Justicia –y al que tuvo acceso Página/12– no menciona a la Argentina, pero según la agencia ABC News, fuentes de la investigación sostuvieron que los supuestos terroristas tenían también planeado atacar las embajadas de Israel y Arabia Saudita en Buenos Aires. Ni Interpol ni la SIDE recibieron información oficial sobre un eventual ataque en territorio argentino. Por las dudas, anoche se reforzó la custodia de ambas delegaciones diplomáticas. El encargado de Negocios de Irán en Buenos Aires, Alí Pakdaman, en diálogo con este diario, rechazó la acusación: “Es un armado rudimentario que no se lo puede creer nadie. ¿Quién va a creer que desde Irán giran dinero a través de un banco a un supuesto intermediario de terrorismo? ¿Quién puede creer que hablen por teléfono, cuando todos saben que cualquier llamada desde Irán a Estados Unidos está intervenida? Y, encima, meten a la Argentina a través de una agencia periodística. Justo cuando faltan unos días para las elecciones. Esto es una difamación y una forma de presionar al gobierno argentino (ver aparte)”.
Dos fiscales de Nueva York, Glen Kopp y Howard Kim, se presentaron ante el juez Michael Dolinger para anunciarle las conclusiones de una investigación realizada por el FBI, la CIA, la DEA y otras agencias norteamericanas. El secretario de Justicia, Eric Holder, fue quien presentó toda la investigación en una conferencia de prensa. La causa judicial se desarrolla en Nueva York porque en el aeropuerto de esa ciudad fue detenido Manssur Arbabsiar, un iraní naturalizado norteamericano, es decir, que tiene pasaporte de Estados Unidos. A Arbabsiar lo acusan de ser el organizador del ataque, aunque recibía instrucciones y dinero de Gholam Shakuri, supuestamente un militar que se mantuvo en Irán durante toda la puesta en marcha del plan. Para la Justicia de Estados Unidos, Shakuri ahora es un prófugo.
A lo largo de las páginas de la acusación, no aparecen ni Buenos Aires ni la Argentina. La única referencia indirecta surge en la transcripción de diálogos entre el iraní Arbabsiar y el supuesto narco, que en verdad es un agente de la DEA. El iraní le dice al mexicano que el plan es matar al embajador saudita en Washington, pero que después podrían hacer negocio con otros ataques: “Contra embajadas que están en Estados Unidos y fuera de Estados Unidos”. La agencia ABC News sostuvo ayer que fuentes no identificadas de la investigación dijeron que la intención era atacar las embajadas saudita e israelí de la capital argentina. Sin embargo, si se analiza toda la acusación y sobre todo el aspecto casi artesanal de la trama, la idea de los atentados en Buenos Aires parece más que lejana.
La denuncia
Lo denunciado por los norteamericanos es lo siguiente:
– Arbabsiar y Shakuri son parte de las Brigadas Revolucionarias y su objetivo era matar al embajador de Arabia Saudita en Washington, Adel Al-Jubeir.
– En el marco de ese plan, Arbabsiar se trasladó desde Texas a México para encontrarse allí con los integrantes de un cartel mexicano de drogas. A ese contacto mexicano lo llaman en el escrito judicial CS-1 y –justito– resultó un informante de la DEA. CS-1 fue acusado de tráfico de drogas en un estado norteamericano, pero a raíz de su colaboración con sucesivas investigaciones se cambió de bando y cobra de la DEA. Esto lo dice el texto en forma explícita.
– Lo que habrían pactado en ese viaje, el 24 de mayo pasado, es el asesinato del embajador saudita. Los mexicanos cobrarían 1.500.000 dólares por el trabajo. No se menciona el cartel, pero por la descripción que se realiza se trataría de los Zetas o del cartel de Sinaloa.
– En el encuentro de México se habría acordado también que el crimen se cometería usando explosivos, en particular un explosivo plástico, el C-4. En la acusación se relata que el mexicano le advirtió al iraní que podría haber más muertos, además del embajador, porque el ataque se concretaría en un restaurante de Washington. Arbabsiar dio el visto bueno “sin importarle la cantidad de víctimas”. En el texto se mencionan palabras que no le traen buenos recuerdos a Estados Unidos: “Se utilizarían armas de destrucción masiva”. Estos términos fueron usados por Washington en su momento para invadir Irak, aunque luego se demostró que tales armas de destrucción masiva no existían.
– Los fiscales enumeran varios viajes y encuentros en México. En el realizado el 14 de julio, CS-1 grabó su diálogo con Arbabsiar. La transcripción no es del todo clara: “Voy a necesitar cuatro tipos. Ya estoy hablando con uno. El acepta el millón y medio”. En la acusación se concluye que un total de cinco personas participarían y que cobrarían el millón y medio de dólares por asesinar al embajador. Es más, el agente de la DEA le dijo a Arbabsiar que uno de los hombres del cartel ya estaba en Washington estudiando al embajador saudita.
– En los diálogos grabados por el hombre de la DEA, Arbabsiar asombrosamente mostró todo su juego. Dijo, por ejemplo, que Shakuri, el que le mandaba el dinero desde Irán, trabajaba para el gobierno, que era un alto militar, que le entregaba la plata para los gastos y otros detalles que no parecen propios del secreto de un plan terrorista. Otro dato curioso es que Arbabsiar le hizo a CS-1 dos giros bancarios por 49.000 dólares, es decir que usaron bancos oficiales para mover el dinero.
– El 20 de septiembre el hombre de la DEA le anunció al iraní que estaba listo para el atentado, pero que requería una garantía. Y dio dos opciones: o entregaba la mitad del millón y medio o él mismo servía de garantía haciéndose presente en México durante la operación del asesinato en Washington. Arbabsiar contestó que viajaría a México y se quedaría allí durante el atentado y pagaría inmediatamente después.
– El 28 de septiembre, Arbabsiar se tomó un avión desde Nueva York a México. En este país no lo dejaron entrar y lo devolvieron al aeropuerto John F. Kennedy. Ahí fue detenido no bien se bajó del avión.
– De inmediato, Arbabsiar confesó. Dijo que efectivamente arregló con CS-1 el asesinato del embajador saudita en Washington, que le mandó por transferencia bancaria los 100.000 dólares de adelanto y que trabajó para Irán en ese plan. Es más, dijo que estuvo en Teherán, donde se encontró con Shakuri y con una tercera persona de la rama Quds de la Guardia Revolucionaria.
– En acuerdo con el FBI, Arbabsiar llamó a Shakuri en lo que los fiscales interpretaron como otra prueba. Arbabsiar le dijo que “el Chevrolet está listo”, lo que significaba, en código, que el atentado contra el embajador estaba preparado. “Este muchacho (por el de la DEA) quiere más plata, 50.000. Pero que termine el trabajo y después le damos el resto. Que lo haga rápido.”
Como se ve, lo denunciado consiste en que un supuesto enviado de Irán les compra un atentado, llave en mano, a supuestos narcos de los Zetas o del cartel de Sinaloa. Sólo habla con uno de esos narcos, que resultó ser un hombre de la DEA. No hay verificación de compra de explosivos ni de la forma en que se iba a realizar la operación. Y está la promesa de que si el atentado en Washington salía bien, le iban a comprar otros atentados. Según ABC News, en Buenos Aires.
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