El 8 de diciembre de 1980 el ex Beatle recibió 4 balazos cuando llegaba a su departamento del edificio Dakota, en Nueva York. La noticia de su muerte no tardó en consternar a toda una generación que lo consideró un líder musical y espiritual.
Como toda historia, la de John Winston Lennon debería iniciarse con su nacimiento. Así, contaríamos que llegó al mundo el 9 de octubre de 1940 en medio de los estruendos de la Segunda Guerra Mundial, en cercanías del puerto de Liverpool, ciudad donde tocó los primeros acordes de la guitarra que Julia, su madre, le regaló, y que no dejaba dormir a su tía Mimí, con quien vivía.
Hasta ahí sería una historia que empieza como otras tantas, salvo porque en la de Lennon adolescente, quien no encontraba manera de divertirse en clase, se topó con un tal Paul McCartney, luego con George Harrison, y años más tarde con Richard “Ringo” Starkey.
Lennon, McCartney y Harrison, junto a Stuar Sutcliffe y Pete Best, admiradores de Elvis y amantes del rock, decidieron formar una banda de covers y algunas letras propias. Con sus sueños en andas partieron a Hamburgo, donde por un mínimo sueldo diario pusieron música a las noches de los iniciados años 60, en los más oscuros clubes de Alemania.
Cuenta la historia que debieron salir de Alemania porque George era menor de edad, y volvieron a Liverpool, donde The Cavern Club, los esperaba.
Nacieron The Beatles y con ellos el cambio más significativo que vivió la música del último siglo. Siguieron los discos, los reconocimientos, las condecoraciones, las devoluciones a la Reina, las giras mundiales, la esperada llegada a los Estados Unidos, las nuevas técnicas de sonido, Yoko Ono, la filosofía hindú. Luego, la terraza de Apple puso el fin a una década. Let it be se convirtió en el último disco de la banda.
Cada uno de los cuatro ya había grabado su trabajo solista, ya había aparecido en la pantalla grande contando alguna historia, ya eran considerados semidioses, ya habían generado un sinnúmero de fanáticos. Entre ellos, un joven llamado Mark David, amante de las novelas de Jerome David Salinger.
Corrían los años 70 y Lennon tenía cada vez mayor influencia en la juventud de todo el mundo por sus opiniones políticas y su compromiso pacifista y antibelicista.
En 1971 grabó Imagine; sin dudas, desde allí la historia de Lennon y del mundo caminaron de la mano. La era pacifista hizo poner de pie a los jóvenes influenciados por las canciones de protesta del ex Beatle.
En 1975 nació Sean, el hijo de John y Yoko, lo que marcó un hito en la vida de Lennon, que decidió colgar la guitarra para ser sólo padre y esposo, y poder disfrutar del niño como no pudo hacerlo con Julian, su primogénito.
Cinco años depues, su corazón estaba en llamas, tenía que sacar de sí eso que sentía, y lo hizo en Double Fantasy, primero en ventas y difundido por el corte (Just like) starting over. Fue tal el éxito que Lennon regresó al estudio para grabar un segundo álbum en forma inmediata: Milk and Honey.
La tarde del 8 de diciembre de 1980 la pareja Ono-Lennon salió del edificio Dakota, donde vivían con su pequeño hijo, y en las afueras esperaban varios fans. Entre ellos hubo uno que le entregó una copia del disco Double Fantasy, que Lennon firmó. Tras hacerlo, cortésmente le preguntó, “¿Es todo lo que quieres?”, y Mark David Chapman (25) asintió. El fotógrafo Paul Goresh tomó una foto del encuentro. Lennon firmó todo y siguió rumbo a Record Plant Studio, donde preparaba su nuevo trabajo.
Entrada la noche, volvió a casa y una vez más sintió una voz que lo llamaba. Era el mismo joven que lo había llamado horas antes. “¡Señor Lennon!”, dijo, y en el silencio de la fría noche neoyorquina sonaron cinco disparos.
Un tiro falló, pasando por encima de la cabeza de Lennon e impactando en una ventana del edificio Dakota. Dos tiros hirieron a Lennon en el lado izquierdo de su espalda y dos más penetraron su hombro izquierdo. Las cuatro balas infligieron graves heridas, con al menos una de ellas perforando su aorta. Lennon subió cinco peldaños hacia el área de seguridad. “Me dispararon”, dijo, y se desplomó. El conserje Jay Hastings lo cubrió con su uniforme y le quitó las gafas; luego llamó a la policía.
La noticia se corrió de inmediato y con igual rapidez la gente hizo vigilia en la puerta del edificio y en la del Hospital Roosevelt, que lo vió dar su último respiro. Esperaban el parte médico, pero no hizo falta. sólo una imagen habló: Yoko Ono entraba llorando.
No había más palabras: a las 23:15 del 8 de diciembre de 1980 John Lennon había pasado a la inmortalidad.
Había acabado la vida del astro, del músico, del genio, del artista, del vocero, del pacifista y de buena parte de los sueños de millones de almas.
Imagine sonó en cada estación de radio durante días mientras las velas encendidas en el Central Park se consumían.
Cientos de fanáticos permacieron allí, aunque apenas podían cantar porque el llanto era más fuerte, pero allí estaban.
Hace 31 años Chapman decidió que el mundo se quedara sin John Lennon. Sólo pudo privarnos de su presencia física, pero no pudo acallar su voz, que aún invita, que nos invita, a seguir soñando.
¡Vaya si lo que hoy este mundo necesita es amor! Aquí quedan millones de buenos augurios en vísperas de Nochebuena: como él lo quiso, un mundo sin fronteras, en paz y en donde todo sea amor. ¡Imaginate!.
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