Si los mismos problemas no generaran nuevas miradas, la vida sería una lata. En el supuesto que la frase aún no haya sido dicha, la patento. Me parece tan acertada como aquella de Fiodor Dostoievski: “Si todo en la Tierra fuera racional, no sucedería nada”.
Y a nosotros nos ha correspondido ser testigos de nuevas miradas. De miradas agudas y penetrantes. De miradas fuertes, desconcertantes a veces. Tal vez porque el escenario en que nos tocó actuar ha sido de una complejidad creciente. Lo que significa que estamos en un período de acelerada transición. Una etapa que viene después de doscientos años en que la idea liberal se desarrolló como matriz central. Acompañada de otras propuestas que se le oponían desde los extremos. Y ahora pareciera que entramos en la etapa de la revisión final.
Lo que hemos vivido este 2011 en Chile ha sido la manifestación de esas miradas. Y las respuestas han estado llenas de desconcierto. Desde el rechazo de los proponentes, esgrimiendo como razón su juventud. Hasta el atrincheramiento en posturas conservadoras, porque son lo conocido. Como si las convenciones no hubieran sido creadas por seres humanos.
Los dos rechazos revelan el temor a lo que viene. Las razones pueden ser muchas. Pero me parece que saltan a la vista la defensa de intereses personales o de grupo y la comodidad. Además de que la descalificación por la juventud reafirma el temor ancestral a ser desplazados. Y, en política, eso es un golpe de muerte para muchos de sus practicantes.
Creo que no se debiera rechazar a los jóvenes por su falta de experiencia. En realidad, ésta no es más que una base para dar respuestas eficientes, pero no es la única. Por lo tanto, es posible que muchachos, estudiantes aún, se desenvuelvan con gran acierto en temas tan complejos como las políticas públicas. Mejor, incluso, que muchos senadores, diputados y ministros de Estado. Sobre todo, porque sus respuestas están más cercanas a las verdaderas necesidades ciudadanas del momento.
En los episodios ocurridos en el 2011, los muchachos han sido acusados de ideologizados y dogmáticos. La verdad es que la autoridad dio pocas muestras de estar dispuesta a abrirse desde su sesgo ideológico. Y eso, obviamente, trajo una respuesta similar de los demandantes juveniles. Lo lógico -y con esto no digo nada nuevo- era lograr soluciones en que ambos sectores aportaran. Las sociedades ancestrales tenían su Consejo de Ancianos. Y era un verdadero aporte. Pero los jóvenes también tenían voz y muchas veces resultaba determinante.
Las cosas han cambiado. Pero la necesidad de miradas nuevas continúa existiendo. Sobre todo cuando en el poder Legislativo, diputados y senadores intentan perpetuarse en el poder mediante sucesivas reelecciones. Y, además, manteniendo un sistema electoral que asegura, básicamente, la permanencia de sólo dos corrientes de opinión en organismos esenciales de la democracia.
Pero pareciera que la situación muestras visos nuevos. El último episodio ha sido la elección de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH). En ella resultó derrotada la lista que encabezaba una de las líderes más llamativas aparecidas en este año: Camila Vallejo. Su oponente vencedor fue Gabriel Boric, representante de una línea más hacia la izquierda que el Partido Comunista, colectividad en la que milita Vallejo.
En este cambio hay varias cuestiones que hacen prever la existencia de nuevas miradas. Una de ellas es que la juventud que estudia en la Universidad de Chile -la mayor del país- ha comenzado a buscar nuevas alternativas en la izquierda. Por supuesto, a Boric se le intentará masacrar bajo epítetos tales como “ultra”, “infantilismo revolucionario” o “terrorista”. La verdad es que se trata sólo de un líder que encabeza una búsqueda en un sector que aún no entrega respuesta -no sólo en Chile- a los problemas de hoy. Y ese espacio político se encuentra vacío, cuestión que ha quedado de manifiesto en las movilizaciones de este año. Hasta ahora, tal espacio parecía cubrirlo el PC. Pero después de las marchas y manifestaciones efectuadas en todo el país, está claro que los comunistas no son el único interlocutor posible y deseado. La votación de la FECH así lo atestigua.
Esto parecen comprenderlo mejor los jóvenes que la clase política. De allí que ésta siga jugando las cartas con el viejo estilo. Hoy, es cierto que el movimiento estudiantil no alcanzó los éxitos que pretendía. Es cierto, también, que la táctica de desgaste dio resultados exitosos al Gobierno. Pero también es cierto que el tiempo corre a favor de los jóvenes y sus nuevas miradas. Sin embargo, no se trata de una lucha generacional. Lo que está en juego es el inmovilismo político versus el necesario aceleramiento de las construcciones sociales.
Este año hemos conocido buenos dirigentes que, ojalá en el futuro, se transformen en referentes políticos. Allí tienen mucho que decir una Camila Vallejo, un Giorgio Jackson o un Gabriel Boric. Y estos son sólo algunos de los componentes de una rica camada que nos entregó el 2011.
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