“Gibraltar, queridos amigos, Gibraltar. Debimos haber tomado Gibraltar”, comentó en cierta ocasión Adolf Hitler ante un grupo de conocidos en su casa de Baviera, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin y veía que su objetivo de conquistar Europa se venía abajo.
Para el mandatario alemán, la invasión del Peñón habría sido la clave para ganar la guerra, y para ello hubiese tenido que contar con la inestimable colaboración del General Franco, quien no le prestó finalmente todo su apoyo para conseguir su fin, a pesar de haber sido otra de las aspiraciones frustradas del Caudillo.
Tras ganar la Guerra Civil española y proclamarse Jefe del Estado, Francisco Franco tenía una obsesión por encima de otras: recuperar el Peñón de Gibraltar para España, tras más de dos siglos bajo dominio británico.
Ello coincidió con los intereses de Adolf Hitler, quien después de asestar un duro golpe, tras la caída y armisticio de Francia, en junio de 1940, urdió un perfecto plan para atacar uno de los puntos estratégicos del Reino unido y obligarles a pactar una alianza. Ese lugar no era otro que Gibraltar, tan ansiado por Franco.
Ese objetivo común hacía viable la posible unión de ambos mandatarios para crear un frente conjunto, pero el Führer quería obtener un compromiso en firme del Caudillo español de que este participaría en la SGM.
Franco no estaba por la labor de participar en dicha contienda, por lo que había declarado a España como “país no beligerante”. La Guerra Civil había dejado mermados los recursos armamentísticos de la nación, y entre las exigencias del Generalísimo estaba el ser dotado de un buen armamento, tanto terrestre como aéreo, además de traspasar al estado español algunas de las colonias francesas en África.
Hitler tenía prisa y era consciente de que el tiempo corría en su contra si demoraba mucho la acción de ataque contra Gibraltar. El armisticio de Francia junto a la huída del cuerpo expedicionario inglés y abandono de arsenal, en la playa de Dunkerque, habían mermado las fuerzas británicas, o así lo creían desde Berlín, por lo que estaban prácticamente seguros de una inminente alianza entre Gran Bretaña y Alemania.
El dictador alemán sabía que si en ese preciso instante le daba una estocada a la mermada moral británica acabaría consiguiendo lo que tanto deseaba.
Tanto Franco como Hitler querían un compromiso del uno con el otro que garantizase el buen resultado de la misión, que había sido bautizada bajo el nombre de ‘Operación Felix’, y que estaba coordinada por el General del Alto Mando de la Bermag, Alfred Jodl.
Una división de asalto, compuesta por los mejores hombres del ejército alemán de todos los grupos especiales, fue trasladada a Besanzón, una zona rocosa que serviría para entrenar adecuadamente de cara al inminente ataque al Campo de Gibraltar.
Pero, mientras tanto, el gobierno británico sospechaba de las intenciones de Hitler y mandó reforzar toda la seguridad militar del Peñón, ampliando la red de túneles ya existente desde el siglo XVIII en más de 48 kilómetros y habilitando el interior para que una guarnición de dieciséis mil soldados pudiesen vivir allí durante nueve meses, en caso de ser necesario. También se fortificaron los alrededores con alambradas y minas. En caso de ser atacados, no querían ser sorprendidos.
Los meses pasaban y Hitler no conseguía arrancar a Franco una fecha concreta para la incorporación de España en la guerra y así poder iniciar la invasión de Gibraltar. Franco se resistía a concretar el acuerdo, ya que solo entraría en la guerra si a esta le quedaba poco periodo de actividad. Todo parecía indicar que así sería, pero el Generalísimo no las tenía todas consigo.
El 23 de octubre de 1940 tuvo lugar el esperado encuentro entre ambos dictadores. El lugar escogido fue la francesa estación de Hendaya, localidad fronteriza entre el Pirineo español y francés.
Allí ambos dirigentes hablaron y llegaron al acuerdo del interés mutuo por atacar Gibraltar y que este volviese a formar parte de la soberanía española. Se puso una fecha límite para tal ataque: el 10 de enero de 1941.
En los siguientes meses, representantes gubernamentales de ambos países fueron yendo y viniendo de una nación a la otra, con el fin de concretar un plan común.
Un grupo selecto de militares germanos se desplazaron hasta la zona próxima a Gibraltar y desde allí estudiaron minuciosamente todos y cada uno de los detalles de cómo acceder y cortar el paso a la posible retirada de efectivos británicos. Todo estaba calculado milimétricamente y, según se estimaba, la invasión al Peñón no duraría más de 36 horas.
Representación de Gibraltar y sus puntos más cercanos en la SGM (Wikimedia commons)Gibraltar era de vital importancia para los planes del Führer. El que consiguiese hacerse con su control tendría media guerra ganada, ya que era la puerta de acceso al Mediterráneo y, por lo tanto, la llave para controlar el paso hacia el Oriente Próximo. Hitler deseaba tener la posibilidad de poder entrar por allí para su inminente ataque a Moscú y poder atacar también desde el flanco más oriental.
Pero la guerra se alargaba y Franco no veía que aquella contienda militar fuese a acabar en breve, por lo que sus peticiones a cambio de colaborar en el ataque al Peñón eran cada vez más difíciles de cumplir por parte del ejército alemán.
Y llegó finalmente el esperado 10 de enero. El mandatario español no se había decidido y la ‘Operación Felix’ fue cancelada momentáneamente hasta que terminase la siguiente misión emprendida por Hitler: la ofensiva contra la Unión Soviética a través de la llamada ‘Operación Barbarroja’.
En ese momento, se acabaron las esperanzas de Franco por conseguir arrebatar Gibraltar, pero no se arrepintió de ello, ya que evitó que España entrase en una guerra que todavía debía durar cuatro años y medio más. Todo lo contrarió que Hitler, que se lamentó continuamente de no haber llevado a cabo el que podría haber sido el gran detonante que inclinase la balanza hacia el triunfo final de Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
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