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La crisis también golpea a los griegos más jóvenes

Por: Antonio Cuesta, Corresponsal de Prensa Latina en Grecia.

Con el nuevo memorando de préstamo ratificado por el Parlamento, la crisis financiera en Grecia parece limitarse a la reestructuración de la deuda y al cobro del empréstito, sin embargo, esos cálculos silencian profundos dramas sociales.

Los recortes presupuestarios están hipotecando el futuro de las nuevas generaciones griegas, pues tendrán que sortear peligrosos obstáculos desde su nacimiento hasta el momento de entrar en el mercado de trabajo, pasando por su etapa escolar.

La drástica reducción del 40 por ciento en la financiación de los hospitales está provocando el rápido deterioro de todo el servicio de sanidad pública, y especialmente grave es la situación del Instituto de Salud Infantil, responsable de las prestaciones sanitarias a los menores.

En 2011 este organismo vio reducido en un 55 por ciento la aportación de fondos estatales, lo que llevó a la cancelación de numerosos programas de atención infantil y el incremento de su deuda hacia los proveedores, pero recientemente el gobierno anunció la posibilidad de cerrarlo.

Ante la falta de presupuesto se suspendió el plan de revisiones a los recién nacidos, un conjunto de exámenes para detectar hasta 40 trastornos graves que afectan al desarrollo así como desórdenes congénitos o metabólicos, algunos de los cuales solo pueden ser tratados si se detectan a tiempo.

La doctora Korina Jatzinikolau, trabajadora de esta institución, alertó ante la supresión de este programa, lo cual provocará en próximos años “la muerte de niños por enfermedades que sabemos cómo detectar y cómo tratar”.

Pero el Instituto también evidenció otras víctimas de la crisis, pues según esta especialista aumentó el índice de acoso escolar debido a que “muchas familias se hallan sometidas a una gran tensión y ello se refleja en el comportamiento de los menores”.

Numerosos educadores advierten del bajo rendimiento y del fracaso escolar entre los alumnos, provocado por la masificación en las aulas, la falta de recursos humanos y materiales debido a los recortes, y también a las difíciles situaciones personales en las que viven los niños.

En muchos centros del país se detectaron casos de desnutrición entre los escolares de familias con menos ingresos, lo cual motivó la cancelación de actividades deportivas y la puesta en funcionamiento de programas de ayuda alimentaria, gestionados por los propios maestros o las asociaciones de padres.

La caída de los ingresos familiares, un 25,7 por ciento desde 2009 según los datos oficiales, provocó asimismo la retirada de muchos estudiantes de las academias privadas, complemento escolar obligado para superar los exámenes de grado ante las carencias del sistema público.

Estas academias pueden suponer entre 300 y 400 euros mensuales para los más pequeños, y llegar a 600 o 900 euros en el último año de secundaria y el consiguiente examen de ingreso en la universidad, lo que significa un altísimo coste para la mayoría de los progenitores griegos.

También en este caso surgieron organizaciones altruistas, difundidas por internet, e integradas por profesores voluntarios que imparten estas clases de refuerzo de manera gratuita, pero no es suficiente para contener el desplome de la educación pública.

Mantener alta la moral se convirtió en un reto diario para los educadores, así como la ardua tarea de enseñar enfrentándose a la apatía y la desilusión justificada; ¿para qué estudiar, se preguntan los alumnos, cuando familiares altamente cualificados no tienen trabajo?

Una de estas alumnas, Alexia, de 13 años, expresó con singular madurez que “la vida en Grecia cambió radicalmente para muchas personas en el último año, todo el mundo se vio afectado de un modo u otro por la pérdida del empleo, la reducción de las pensiones o el aumento de los impuestos”.

“Los pobres parecen haber sido más castigados que los ricos, y esta es una de las razones de las protestas y la violencia que vemos en las noticias”, añadió.

Pero si esto sucede en las escuelas públicas, tampoco el ingreso en la universidad o el intento de acceder al mercado de trabajo son motivo de tranquilidad para unos adolescentes desilusionados y con una perspectiva laboral ciertamente sombría.

A finales de 2011, la tasa de desempleo alcanzó el 51,1 por ciento para la franja de edad que va de los 15 a los 24 años, una cifra que se duplicó en los últimos tres años según los datos del organismo griego de estadísticas (ELSTAT).

La educación superior en Grecia, como en gran parte de Europa, se vio afectada por las políticas antisociales de ajuste que, desde 2009, ya mermaron los presupuestos universitarios en un 23 por ciento.

Las facultades recortaron los sueldos de los profesores, congelaron las convocatorias para cubrir vacantes, y en muchos casos suprimieron el consumo de combustible para la calefacción y los gastos de mantenimiento de los edificios.

A lo largo de este duro invierno, muchos estudiantes tuvieron que asistir a clase con gorros, bufandas y guantes debido a las bajas temperaturas que había en las aulas.

La mayoría baraja la posibilidad de marchar al extranjero para encontrar trabajo, como es el caso de Nansy Azanasopulu, estudiante de derecho en la universidad de Atenas, quien decidió aprender sueco con la esperanza de poder vivir y trabajar en el país nórdico al finalizar sus estudios.

En su clase de lengua solo tres de 20 alumnos planean quedarse en Grecia, explicó.

El caso de Ioanna Panagioto, de 32 años, con un máster en comunicación comercial y experiencia laboral en el extranjero, es un ejemplo de las dificultades que tienen los jóvenes para encontrar un trabajo, aun contando con una sólida formación académica.

Tras dos contratos temporales de corta duración al inicio de la crisis, desde 2010 los intentos de la joven resultaron infructuosos pese a haber enviado durante todo este tiempo más de 300 currículos solicitando otros tantos empleos, algunos de ellos no cualificados en almacenes o talleres.

Sin ninguna esperanza de poder desarrollarse profesionalmente en su especialidad, Ioanna se plantea abandonar un país donde “simplemente trabajamos para sobrevivir”.

Y mientras tanto, la Universidad de Tesalónica, segunda ciudad en importancia del país, inició un plan de asignación de terrenos para aquellos que quieran cultivar sus propios alimentos, ofreciendo además asesoramiento gratuito sobre los cultivos.

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Etiquetas: Crisis EconómicaGreciaJóvenes

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