Fue inventado por Paul Sammut, un ingeniero estadounidense de 25 años que comenzó a diseñar el despertador ante la dificultad que tenía para levantarse y llegar con puntualidad al trabajo tras la jornada universitaria.
Mientras trabajaba en el invento, el diseñador se dio cuenta de que la manera más fácil de despertarse sería abandonar la cama e irse lejos de ella. Por eso, el teclado remoto del despertador se coloca en la cocina o el baño, y para apagar la alarma hay que levantarse y caminar.
Además, para despertarse aún más rápido y recuperar el ritmo de vigilia se pide introducir, por ejemplo, una fecha, o sea no basta solo con abrir los ojos, hay que hacer trabajar la conciencia.
Si el despertador está desenchufado, una pila le permite seguir funcionando. Y al aproximarse la hora de levantarse no se puede reprogramar la alarma.
“Ahora me despierto antes de que se suene”, confesó el inventor Paul Sammut. “Temo oírlo y sé que debo levantarme”, agregó.
Según el autor del invento, la única forma de silenciar la alarma sin dejar la cama es “darle una mazada”. Aunque, con un precio de 350 dólares, el propietario del despertador se lo pensará dos veces antes de destruirlo.
(Con información de RT)
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