Un día como hoy, hace 23 años, la asamblea de la Naciones Unidas decidió aprobar la Convención sobre los derechos del Niño. La organización internacional recomendó a los países que la integran que dedicasen un día a los más pequeños. En este aniversario Unicef España ha querido poner el foco en la desnutrición infantil. Un problema que afecta, según datos de la agencia, a 200 millones de niños en el mundo.
Consuelo Crespo, presidenta de Unicef España, ha incidido que 19.000 niños mueren cada día por causas evitables, un tercio de ellos (6.400) por hambre. Se han logrado, sin embargo, notables avances en la erradicación de la desnutrición infantil, fijada hace 22 años en los Objetivos del Milenio (ODM) por la llegada de alimentos a los países más pobres, donde se ha reducido en un 41% la mortalidad infantil gracias a la cooperación internacional. Pero aún quedan retos importantes, según Crespo. “Todavía miles de niños fallecen porque no les llegan vacunas o falta de higiene”.
Las principales causas de mortandad en los más pequeños, además de la falta de alimentos, son los relacionados con la salud y la falta de limpieza. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mayoría de fallecimientos de niños menores de cinco años se deben a infecciones respiratorias, paludismo, malaria y diarreas. Los menores contraen estas enfermedades generalmente por la falta de saneamiento en el agua, la ingesta de alimentos en malas condiciones y el estado de insalubridad en el que viven.
“Ninguna crisis justifica la muerte de un solo niño por causas evitables, y el hambre es una de ellas”, declara Crespo. “La carencia de alimentos es causa directa o indirecta de una de cada tres muertes infantiles”, dice el informe publicado por Unicef. Esto significa que a escala global 180 millones de niños son víctimas de desnutrición crónica y otros 20 millones la padecen con severidad.
La presidenta de la agencia de Naciones Unidas para la infancia en España considera que la desnutrición es “una causa nuclear de la pobreza, la exclusión y la vulnerabilidad”, y a su vez, “consecuencia” de ellas.
Mauritania, un buen ejemplo
El país africano es, según Unicef, un ejemplo que demuestra que es posible llevar las ayudas internacionales con un modelo eficaz que revierta en una mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos. En Mauritania 87.000 niños se han salvado de la desnutrición crónica gracias a las políticas activas de cooperación. Desde 1990, año de referencia de los Objetivos del Milenio, este país ha reducido a la mitad sus niveles de hambruna infantil, aunque todavía uno de cada cuatro menores de cinco años la padece, la mitad de lo que se observa en el resto de África. “Y es que en el África Subsahariana, alrededor de un millón de niños mueren por hambre”, comenta Crespo.
En el último informe sobre Mauritania presentado con motivo del Día del Niño, bajo el título de Mi hijo ya no come arena, la agencia muestra, en palabras de Crespo, que “cuando hay voluntad política, se cuenta con los recursos y compromisos de la comunidad internacional”, la ayuda se consigue y “marcan un cambio en la vida de las personas”.
(Con información de El País)
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