Mientras se intenta consensuar una solución diplomática para el conflicto sirio, los civiles obligados a buscar refugio no siempre tienen la posibilidad de huir, perseguidos como se sienten por extremistas.
“Los terroristas quieren matarme. Irrumpieron en mi casa para dar conmigo. Saquearon todo. Secuestraron a seis miembros de mi familia. Todo porque me buscan”, explica a RT Duhayba Mahliv, una de las refugiadas.
La familia de Duhayba Manliv, con dos hijas, se ve obligada a esconderse a unos 200 kilómetros de su pueblo. Los extremistas la persiguen por ser partidaria del régimen.
“Me han dicho muchas veces que si dejo de apoyar a Al Assad todo irá bien, pero no cambiaré mis principios. No”, afirma.
Segun datos de la ONU, la constante espiral de violencia y muerte ha hecho que el número de sirios desplazados dentro del país ascienda a unos 3 millones y medio. Una cifra que casi podría duplicarse a finales de este año. La mayoría de ellos se concentra en las provincias de ciudades grandes como Alepo o Damasco, aunque en numerosas ocasiones son forzados a mudarse de los lugares donde se asientan.
Muhammad Guiha es uno de los numerosos menores de edad cuya familia también tuvo que abandonar su hogar. “Vivíamos en Gobar, pero abandonamos ese lugar debido a la situación que teníamos allí y ahora estamos en Damasco”, explica.
Muhnmad estudia en un colegio de la capital, su familia ha encontrado un sitio seguro, al menos por ahora, pero ninguno de ellos se siente seguro en un país donde operan numerosos grupos extremistas.
A Duhaya Mahliv la torturaron cuando estaba embarazada de ocho meses, perdió a su bebe, pero logro escapar. “Huí con mis hijos. Quiero mucho a mi madre. Esta es la segunda Celebración del Sacrificio que ella pasa sin mí. Dios está con mi madre. Él no la abandonará. Ellos están raptando gente joven, de 16 años, y los están mutilando y cortando en pedazos”, dice Duhaya.
Occidente solo ayuda con palabras
Para muchos la huida no es ni tan siquiera una solución, ya que muchos de los que tratan de dejar atrás el horror de la guerra se quedan estancados en las fronteras entre Siria y Turquía o Jordania, países que no pueden asimilar el constante flujo de refugiados. Y mientras la ONU advierte del riesgo de catástrofe humanitaria, las ayudas de algunos países occidentales no pasan en muchos casos de las palabras. Una ayuda poco efectiva si se tiene en cuenta, por ejemplo, el modo de actuar de EE.UU., que el año pasado solo acogió a 31 personas, de los más de 2 millones que tenía estimado.
Palabras y posturas políticas que se lleva el viento mientras millones sufren el azote de la guerra. Los enfrentamientos en Siria no cesan, los diálogos diplomáticos en Ginebra 2 parecen estancados y la mano de los terroristas sigue siendo fuerte en un territorio que quedará para siempre estigmatizado por estas batallas. Es en este punto donde mirar a los ojos del más débil parece fácil desde los atriles, aunque no tanto cuando de lo que se trata es de dar un simple trozo de pan a una población rota.
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