El pueblo de Tamacapulin, en la region de los Altos del estado mexicano de Jalisco, se niega hoy a morir bajo las aguas de la presa El Zapotillo.
Este poblado, con sus calles empedradas, sus casas con historias de al menos dos siglos, el templo de cantera rosa del siglo XVIII, balnearios, sus cultivos y sus tradiciones está en peligro de quedar en el fondo de la presa.
Así ocurriría si la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el gobierno de Jalisco desacatan la orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de que la cortina de la presa El Zapotillo sea de 80 metros.
En la región de los Altos de Jalisco, en medio de cañadas, hay unas 200 casas que alojan a cerca de 600 habitantes, y muchos de ellos desde hace una década luchan por preservar el sitio en que nacieron.
Viven en la zozobra desde que en septiembre de 2005 se publicó la licitación de la presa El Zapotillo, sobre el río Verde, y del acueducto, que comienza en esta localidad del municipio Cañadas de Obregón y llegará al vecino estado de Guanajuato.
Este desasosiego se percibe desde que la carretera desemboca en el pueblo. La bienvenida ya no es sólo la leyenda que se lee en lo alto de un cerro: Desde el siglo VI Temacapulín te saluda.
Hay otras frases, pintadas en las paredes blancas que llevan a la plaza central: Temaca resiste, no nos vamos a rendir. Ante el acoso del gobierno por hacerse de propiedades para deshabitar el lugar, en las viviendas hay mantas que advierten: Esta casa no se vende, no se reubica, no se inunda. Respeten lo que no es suyo. Déjennos en paz.
Desde lo alto del cementerio, que dejó de operar a principios del siglo pasado, se ven el pueblo y los cerros que lo rodean. La vista confirma que las casas, iglesia, árboles, todo quedaría inundado: es parte de las cuatro mil 800 hectáreas que la presa ocuparía si la cortina se eleva 105 metros, 25 más de lo que establece el proyecto original.
Las tierras, fértiles, son de riego y temporal. Se siembra chile de árbol, maíz, frijol, calabaza y alfalfa, que se usa principalmente para el ganado. Es una región lechera, avícola y ganadera.
En el poblado y sus alrededores hay ojos de agua termal; por eso hay varios balnearios, y decenas de visitantes acuden los fines de semana. En enero y septiembre son las ferias y fiestas tradicionales.
Las autoridades nos insisten en la reubicación a una meseta donde hay casas desechables que se están cayendo, ni patio tendríamos. Tampoco hay agua ni espacio para cultivar. Habría viviendas, pero no medios de vida. Aquí han venido a comprar casas para desalojar a la gente, pero muchos, hasta los que han vendido, se resisten a abandonar este lugar, señala Abigail, una de las pobladores, según reportó el diario La Jornada.
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