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Fumar: ¿Hábito o adicción?

Parecería paradójica la pregunta que encabeza este trabajo, cuando la evidencia científica más actualizada asegura que el consumo del tabaco es la principal causa prevenible de defunción en todo el mundo, y sin embargo mata a la mitad de sus consumidores. Pero se habla además de epidemia, de números que crecen en fumadores activos y pasivos y engrosan anualmente la lista de seis millones de personas que mueren por causas atribuibles al tabaquismo, y de las cuales, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 600 000 pierden la vida por respirar humo ajeno.

Se coloca este asunto como un serio de­safío para la salud pública mundial, que debe “lidiar”, esta vez, con un vector tan agresivo como es la propia sociedad, diseñada para incentivar cada vez con mayor fuerza los patrones de consumo.

¡¡Mal hábito??, suelen asegurar o preguntarse muchos. Es una adicción; tipificación que la OMS le ha dado al acto de fumar. Síndrome de dependencia tabáquica, en la clasificación internacional de enfermedades. “Los cigarrillos y otras formas del uso del tabaco son adictivos. Los patrones del uso del tabaco son regulares y compulsivos y ocurre el síndrome de retiro que acompaña normalmente a la abstinencia. El proceso farmacológico y de actitud que determina la adicción al tabaco es similar a aquellos que determinan la adicción a  drogas como la heroína y la cocaína”, sentencia.

Unas 4 000 sustancias tóxicas, de las cuales más de 60 son cancerígenas, se han identificado en la combustión del cigarro. La nicotina, por su parte, es un producto altamente adictivo y su experimentación durante la niñez y la adolescencia puede llevar fácilmente a toda una vida de dependencia del tabaco.

CONSUMO EN CUBA
Nuestro país ocupa el quinto lugar en Amé­rica Latina y el Caribe en cuanto a la prevalencia del tabaquismo, siendo mayor la proporción de hombres que fuman que de mujeres.

Según estudios realizados en el Instituto Na­cional de Epidemiología y la Unidad de Pro­moción de Salud y Prevención de En­fer­me­dades, en la prevalencia global del tabaquismo en nuestro país se observa una tendencia a la disminución, hasta el 2011, fecha a partir de la cual se ha notado un incremento, principalmente en determinados grupos de edad como los adolescentes y jóvenes, apuntó a Granma la doc­tora Patricia Varona Pérez, presidenta de la Sección de trabajadores en lucha contra el tabaquismo, de la Sociedad cubana de Hi­gie­ne y Epide­mio­logía.

De acuerdo con la experta, dichos resultados muestran además que “cada vez es me­nor la brecha entre las y los adolescentes, pues ellas cada vez igualan más la prevalencia. Es extremadamente preocupante, en tan­to en estos grupos vulnerables están los adictos futuros, y se conoce por ejemplo que los componentes del tabaco tienen un efecto más nocivo en la mujer”.

La encuesta nacional de tabaquismo en adolescentes de 13 a 15 años de edad, realizada en el 2010, arrojó más de una preocupación en cuanto a conocimiento, actitudes y prácticas de este grupo etario en relación con esa adicción.

Según el estudio, el 9,7 % de los estudiantes de 7mo. y 9no. grado eran fumadores activos, el 24,6 % había fumado alguna vez y el 10,2 % eran susceptibles a iniciarse, estadísticas que resultaron ser más elevadas que estas proporciones en la capital del país.

Diversas razones fueron esbozadas por los jóvenes, destaca la investigación, que menciona entre estas la creencia tanto en muchachas como en muchachos de que fumar hace que luzcan más atractivos y que es bueno para perder peso corporal.

Una elevada proporción de los encuestados, 90,6 %, dijo estar consciente de que el hu­mo del cigarrillo que fuman le hace daño a otras personas, mientras que el 84,3 % estuvo de acuerdo con que se prohíba fumar en lugares públicos tales como restaurantes, guaguas, camiones, trenes, escuelas, patios o campos de recreo, gimnasios, canchas deportivas y discotecas.

Vale alertar en este sentido que más de la mitad de los integrantes de las familias cubanas están expuestos al humo del cigarro. Las estadísticas muestran que el 54 % de las familias cubanas, el 65 % de los niños, el 51 % de las embarazadas y el 60 % de los adolescentes están expuestos a este agente contaminante. Apenas el 5, 5 % de los encuestados refirió  que no se les vendió los cigarrillos por su edad, aun cuando en el país existen leyes que prohíben el expendio de cigarros a menores de 18 años.

No es ocioso remarcar entonces el papel esencial que debe desempeñar la familia. En los infantes los daños a la salud se acrecientan, dado que las sustancias tóxicas que inhalan se mantienen mayor tiempo en su organismo, según el criterio de varios especialistas. Las embarazadas, de convertirse en fu­ma­doras, tanto activas como pasivas, son otro grupo de riesgo, pues aumentan las probabilidades de tener niños bajo peso o que puedan sufrir en el primer año de vida el síndrome de muerte súbita infantil.

Tampoco sobra insistir en el papel formador de la escuela. El último estudio de tabaquismo en trabajadores de la educación arrojó que un 35 % de ellos fuma, y es  una alerta que habla por sí sola, si bien ya se vienen tomando medidas.

De las diez primeras causas de muerte en nuestro país, ocho de ellas tienen una asociación muy fuerte con esta adicción, lo cual constituye un reto para la población y las autoridades de salud.

El 14 % de la mortalidad en el país se produce por el tabaquismo, lo que equivale a 13 301 personas cada año; mientras alrededor de 1 500 mueren en este mismo lapso de tiempo por exposición al humo de tabaco ajeno.

“Estas cifras no requieren explicación adicional y justifican con creces los esfuerzos dirigidos a hacer más efectiva la prevención y control del tabaquismo en el país”, apuntó la doctora Varona Pérez. Reducir el consumo del tabaco —enfatizó— implica un accionar multifactorial, “pero si logramos que las personas entiendan que tanto el consumo de tabaco activo, como la exposición al humo de este producto es prevenible y evitable, y asuman los daños que provoca a todos, vamos a ganar un buen trecho en el camino”.

“Son nuestros niños y niñas de los más afectados en América Latina por el humo de tabaco ajeno. Casi el 60 % están expuestos en sus hogares a todos los componentes del humo del tabaco”, dijo.

MÁS ALLÁ DEL BOLSILLO…
“La respuesta a porqué el tabaquismo es un problema para la salud pública se expresa en la morbilidad, mortalidad y discapacidad que lleva asociadas.

Los impactos negativos no solo recaen en la salud de los fumadores, sino que se traducen también en costos diversos para los ingresos individuales y familiares”, sostuvo la experta.

“Son serias las implicaciones para la familia del fumador, generadas por el gasto monetario de la compra de cigarrillos y que trae como consecuencia disponer de menor cantidad de dinero para suplir las necesidades básicas del hogar. Un fumador que consume una cajetilla diaria utiliza, por ejemplo, el 44,5 % del salario promedio en moneda nacional”, refirió por otra parte a este rotativo la doctora Elba Lo­renzo Vázquez, coordi­na­dora nacional del Programa de Pre­vención y Control del Ta­baquismo.

La experta llamó la atención sobre la carga económica de esta adicción, que impone tam­bién a la sociedad gastos relacionados con la atención médica de las enfermedades que produce y sus complicaciones, pago de pensiones y de periodos de incapacidad, pérdida de productividad, fuerza de trabajo, experiencias y años potenciales de vida perdidos por enfermedad, discapacidad o muerte prematura de personas en la cúspide de su vida productiva, y daños al medioambiente.

Un estudio del año 2011 sobre el costo fiscal atribuible al tabaquismo por pérdida de productividad laboral, arrojó que, como promedio por causa de esta adicción, cada fumador activo masculino cubano deja de vivir 19,3 años y cada fumador pasivo masculino unos 4,3 años. En el caso de las mujeres, cada fumador activo femenino cubano deja de vivir 10,8 años, mientras para las fumadoras  pasivas se reducía en dos años su expectativa de vida; todos con respecto a la que tendrían en ausencia del tabaquismo.

“Se sabe que los fumadores utilizan dos veces más los servicios de salud del nivel primario que los no fumadores, así como los servicios de urgencia; ingresan cuatro veces más, es decir, utilizan tecnología más sofisticada y compleja que los no fumadores. Al­gunos estudios de costos que hemos realizado dan cuenta además que una cifra superior al 79 % de los costos institucionales de los centros de salud está asociada a la atención de los fumadores”, ejemplificó la doctora Varona Pérez.

La máster Fé Fernández Hernández, profesora auxiliar de la Facultad de Ciencias Médicas, quien ha estudiado este tema, explicó que la OMS, por ejemplo, ha declarado que el tabaquismo le está costando a la salud pública el 15 % de su presupuesto. En Cuba, señaló, cálculos preliminares donde hay que ahondar más, estiman que estamos en un 16,1 % del presupuesto que el Estado cubano desagrega para la salud pública, y que tiene que invertir producto de esta enfermedad.

Sin embargo, ¿cuánto cuesta una vida? ¿Cuánto el sufrimiento y la carga emocional de vivir con una persona dependiente de cuidados? ¿Cuánto puede costar que un niño o niña nazca con los efectos de haber convivido durante su desarrollo fetal con una madre fumadora, haber crecido dentro de un hogar donde se le exponga al humo del tabaco, o visitar lugares públicos donde impunemente otros lo obligan a fumar involuntariamente? ¿Cuánto puede costar una sola persona enferma de al menos una de las más de 30 enfermedades de las que, no existen dudas, se asocian a esta adicción; y cuánto entonces los casi 5 000 enfermos de cáncer de pulmón que cada año se diagnostican en Cuba y luego mueren por esta causa?

Son “los costos intangibles”, pero que ciertamente devienen elementos de gran peso cuando de esta adicción se trata.

CUESTIÓN DE DERECHO
Si bien en Cuba existen múltiples normas jurídicas para la regulación y el control del consumo del tabaco en diferentes espacios de la vida cotidiana, falta todavía una Ley sobre la Prevención y el Control del Tabaquismo de carácter general que exija legalmente contra este flagelo. Varios expertos coinciden en que la existencia de una Ley Antitabaco no tiene, per se, que desestimular la producción, sino que su objeto debe ser el consumo y la protección del medioambiente, para resguardar al fumador y a la población no adicta.

No obstante el necesario papel de la legislación, que hoy las más de las veces no se cumple, “es importante que las personas no fumadoras, que somos mayoría en la población cubana, pues solo un 24 % fuma activamente, aprendamos a defender nuestro derecho a no exponernos a ese humo. El derecho a no enfermarnos. Hay que pasar de el humo molesta, a el humo mata, y los que no fumamos tenemos derecho a disfrutar del máximo posible de salud”, destacó la doctora Patricia Varona.

Para la entrevistada, en ese sentido es fundamental lograr que los sindicatos apoyen en que la exposición al humo de tabaco en los centros laborales constituya un riesgo de salud laboral.

A juicio de las especialistas, el incremento del precio es una de las medidas que se ha comprobado tiene un mayor impacto en el consumo y en la prevalencia de fumadores. Un aumento del 10 % en el cigarrillo es capaz de reducir un 4 % de consumo, explicaron.

¿Qué nos pasa en Cuba? Coincidieron las doctoras en señalar que los incrementos en nuestro país aún son mínimos, y no han logrado variar la demanda en las proporciones que se necesitan, además de que deben  ser continuas y sostenidas, y no se ha producido de esta manera.

Precisan además ser coherentes con las políticas de salud y no responder solamente a elementos económicos.

Cuando el cigarrillo fue retirado de la canasta básica, refieren las expertas, la reacción de la población fue favorable, lo cual significa que si se van modulando otras medidas encontrarán también respaldo.

“Los cubanos y cubanas saben los daños de consumir tabaco, lo que nos falta es que ese conocimiento se acompañe de medidas regulatorias efectivas y de estricto cumplimiento”, acotó Varona Pérez.

Al respecto, agregó la coordinadora nacional del Programa de prevención y control del tabaquismo que hoy se trabaja también en que todos los espacios cerrados sean libres de humo. “Es importante recalcar que las áreas para fumadores no tienen ninguna efectividad. Al final sabemos que está el humo de tercera mano, que se queda en el ambiente y las personas, aunque estemos separadas”.

“No desistimos de la idea de una Ley don­de de manera general no se permita fu­mar ni en lugares cerrados ni públicos, porque a veces estos últimos son abiertos pero hay conglomerados de personas que se ven afectadas”, dijo Lorenzo Vázquez.

“Hay evidencia en estudios donde se mide la cotidina, una sustancia que está en el cuerpo y que te da la medida de que la persona ha estado expuesta al humo del cigarro, sin ser fumadora. Es el llamado humo de tercera mano, que permanece en muebles, ropas, etc.”, comentó.

La Ley No. 109/2010 del Código de Se­gu­ridad Vial establece la  prohibición de fumar en los vehículos cuando se conduce en transporte  público o colectivo de pasajeros, en tanto el Decreto Ley 287 establece la infracción de fu­mar en el grupo 3 y la clasifica como de “menos peligrosas”, con una puntuación de 6  puntos y multa de una cuantía de 20,00 MN.

Fue uno de los ejemplos que utilizaron las especialistas para ilustrar la brecha que existe en el cumplimiento de lo establecido. Son frecuentes las escenas del chofer u otro pasajero en el ómnibus cigarro en mano sin respetar al resto, o la imposición de multas por otras violaciones como hablar por teléfono o no traer el cinturón de seguridad, cuando está comprobado que los segundos en que se desvía la atención para encender un cigarro, bastan para provocar un accidente de tránsito.

De acuerdo con la doctora Lorenzo Vázquez, en las  áreas de salud se han ido fortaleciendo los servicios para las consultas de cesación tabáquica. Aunque en algunos policlínicos todavía se cuenta solo con la opción de la medicina natural y tradicional, ya en muchos otros están presentes los equipos multidisciplinarios con el psicólogo, encargado de proveer al paciente de las herramientas básicas. “No es una adicción fácil pero sí se puede dejar. Los pacientes reciben incluso orientación nutricional porque aparejado a este proceso deben hacer ejercicios, llevar una dieta adecuada que les ayude y  alternativas para controlar la ansiedad”.

El recién concluido 7mo. congreso del Partido recogía en los Lineamientos el compromiso del Estado y el Partido por mejorar la salud cubana. Una voluntad política expresa, pero que necesita ser desagregada para mayores niveles de objetividad y que no se traduzca nunca en contradicciones que desde el plano económico vayan en detrimento del bien más preciado, es decir, la vida.

Cuba, en su condición de país subdesarrollado no está en capacidad de sustituir el cultivo del tabaco, pero ello no es antinomia irreductible para trazar estrategias efectivas y llevarlas a vías de hecho, que permitan reducir el consumo en la población. Bas­taría por empezar con cumplir lo que ya está dictado.

Datos del recién publicado Anuario Es­tadístico de Salud 2015 confirman lo que hace años es una tendencia en la población cubana: la tasa de mortalidad por enfermedades crónicas no transmisibles es la más elevada. Dentro de las mismas, las enfermedades del corazón ocupan el primer lugar, seguida de la muerte por tumores malignos. Ambas causas explican el 49 % del total de las defunciones del año 2015. Factor común: el tabaquismo.

La jornada de reflexión en este próximo 31 de mayo, Día Mundial sin Fumar, habla de que esta adicción cuesta. Pensemos mejor antes de exponernos, otra vez, a la nocividad de los productos de la hoja de una planta, arraigada a las tradiciones de nuestro país. Ahí está el mayor de los retos.

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Etiquetas: CubaJóvenesMuerteTabaquismoenfermedades

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