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Curadores de tristezas

De todo lo que traen consigo, la alegría es esencial, pero no lo es todo. También son fundamentales las cosas imprescindibles para la vida en campaña y para trabajar.

Han llegado a Cajobabo, uno de los escenarios en que Matthew dejó una estela de destrucción y desconsuelo y donde sus habitantes procuran, con la mayor urgencia posible, alejar de sus mentes y del panorama la realidad que dibuja la escombrera de un desastre del que ya no quieren ni hablar, para que no les reste el impulso que tanto necesitan.

No se detienen mucho en explicar quiénes son. Ahora piensan qué puede importarles eso a gentes cansadas y tristes, si son de las lomas y cantan en estas, o si tienen o no renombre alguno.

De todas formas siempre hay quien pregunta y alguien que debe responder: «Somos los integrantes del guantanamero Conjunto Artístico Integral de Montaña», dice un actor. Pero no agrega que el grupo existe hace 30 años, que ostenta con orgullo la Réplica del machete de Máximo Gómez,  que es Premio Nacional de Cultura Comunitaria y ni que han recibido otros lauros.

Los lugareños se suman, o mejor dicho, se unen a quienes trabajan para devolverle todo su esplendor a ese poblado cercano a la playita por donde arribaron Martí y Gómez en el reinicio de la Guerra Necesaria. Es como un símbolo, porque ahora los de allí protagonizan un combate ineludible.

De entre los recién llegados, unos arreglan el techo y las paredes de una panadería donde apremia producir. Otros acomodan sobre un pedazo de asfalto los libros de una escuela en ruinas para que el Sol les saque la humedad. Y entre todos «curan», justo a la entrada del poblado, un amplio espacio plagado de suciedades que el huracán arrastró.

Se olvidan las penas

De los camiones de montaña que los trajeron hasta allí ahora bajan con vestuarios y obras de artistas de la plástica, con guitarras, timbales y una marimba. La misma explanada que acaban de sanear es su camerino.

Un hermoso pendón es colocado por oficiales de la Región Militar Guantánamo, que organiza y convoca. Y justo entonces comienza la otra función.

No eran tantos los espectadores hasta que se escuchó el primer toque de tambor, que atrajo a muchos a la plaza.

Al principio los rostros de quienes están delante del escenario reflejan un abatimiento difícil de describir, pero entendible, porque todos ellos perdieron algo para lo cual algunos lucharon casi toda una vida y otros recuerdan cuánto les costó.

El Conjunto Artístico trae breves escenas de obras humorísticas, danza folclórica, buena música campesina y urbana, una exposición de grabados que toma forma en una cerca de alambres que entre todos levantaron del fango. Soldados y oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias solo por unos instantes dejan de doblar sus espaldas y corean, bailan e invitan; se van dibujando risas en las caras de los presentes.

Nadia Fajardo, una jovencita de secundaria básica, me dice que le encanta lo que ve y que le hacía mucha falta a ella y a los de su familia, que estaban con los ánimos por el piso desde que un día después del paso de Matthew llegaron y ya no estaba como antes su casa al pie de la playa. Lo perdieron todo, excepto los colchones.

José Javier, Osmaydis y Luis Dayron son primos y también están en la plaza. «Estamos disfrutando las funciones para olvidarnos un rato del desgraciado huracán ese que nos desbarató nuestras casas y salir de aquí con más deseos de recuperarnos, porque la vida sigue y hay que trabajar duro y con el buen ánimo que nos transmiten estos artistas», dice la muchacha.

«¿No hay payasos?», escucho preguntar a una niña. Le responde la madre que seguramente sí. Y solo ese supuesto le saca la sonrisa que un rato después le arrancaban los absurdos de un excéntrico personaje con nariz de bombón.

Cuando termina la función no cesan los comentarios favorables de la gente de Cajobabo y mucho menos la alegría que llevaron después al otro escenario, ya fuera en sus casas, en las de un vecino que no tiene quién le ayude, o donde es preciso trabajar duro para revitalizar más servicios y volver a la normalidad.

Al actor y cantante Raimer Rodríguez Villar se le acerca una mujer gruesa y con buena cara que estuvo allí en la plaza desde que comenzaron a montarse los dos escenarios. «Allá adelante vive una ancianita que le encanta cantar, pero está postrada y triste porque su casa está que parte el alma», dice.

Y hasta la casa de Marlén e Ismael se fue el muchacho con su guitarra a cantarle a la viejita Teté. Está ella pulcramente vestida, con el rostro apagado, sentada en su silla de ocuje en el único y reducido espacio techado de la casa. Todos los que viven allí se suman y piden para la anciana de 89 años una canción de todas las épocas. El joven entona Longina. «Cántame ahora Quiquiribú Mandinga», sorprende la anciana. Y todos coreamos y aplaudimos al compás del estribillo. Teté también.

A todas partes van

Así ocurrirá en otras zonas de Imías, Maisí y Baracoa, municipios hacia donde parten este amanecer los 28 integrantes del Conjunto Artístico con su empuje en la recuperación y su carga de alegría, me dice Orlando Rojas Ramírez, director artístico de la multipremiada agrupación del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), cuyos escenarios en tiempos sin contingencias son generalmente las comunidades serranas, unidades del EJT y de las Fuerzas Armadas en el llano, incluyendo la Brigada de la Frontera.

«Y ahora vamos a poder llegar a muchas partes porque se nos unen los conjuntos de este tipo de las hermanas provincias de Granma y Santiago de Cuba, de manera que serán mayores también las posibilidades de ofrecer espectáculos variados en varios lugares a la vez», explica.

«Logísticamente andamos preparados para 30 días de vida en campaña, durante los cuales compartiremos todo con los pobladores. Pero estamos dispuestos a permanecer por las zonas afectadas todo el tiempo que sea necesario», precisa el mayor Rubén Nicolás Macías, director general.

Y lo dice porque sabe que necesario es, además de una solidaria acción concreta en la recuperación, levantar el ánimo y expandir alegría entre tanta gente que lo necesita.

(Con información de Juventud Rebelde)

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Etiquetas: Artes PlásticasGuantánamoHuracanesPlan Turquino-Manatí

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