En algunos textos se presenta al Partido Revolucionario Cubano de forma tal que el lector puede formarse una idea errónea de los objetivos de José Martí al concebirlo, y de los patriotas que lo proclamaron el 10 de abril de 1892. Por tal razón debe insistirse que aquella era una organización político- militar, pues sus dos objetivos esenciales eran organizar la nueva contienda bélica contra el régimen opresor hispano, y a la vez crear las condiciones político-ideológicas que garantizaran el espíritu y la práctica democráticos de la futura república cubana, desde la etapa de gestación del enfrentamiento armado.
El Maestro expresó que el Partido se fundó “para poner la república sincera en la guerra, de modo que ya en la guerra vaya, e impere naturalmente, por poder incontrastable, después de la guerra”, (1) por lo que calificó al proceso liberador como “guerra republicana”.(2)
Para el logro de los fines públicos, Martí propició el desarrollo del pensamiento y la práctica democráticos en todos los niveles de la nueva organización. Eran elegidas por voto secreto las directivas de cada club, cuyos presidentes integraban el Cuerpo de Consejo local, en el que, por igual procedimiento, seleccionaban un presidente y un secretario. Mediante elecciones anuales en las que participaban todos los afiliados, se determinaba quiénes ocuparían los cargos de Delegado y Tesorero, únicos miembros de la máxima dirección.
Lo novedoso no era la creación de las agrupaciones de base ni sus relaciones con una dirección central, pues estas eran tradicionales en las emigraciones cubanas con el objetivo de brindar apoyo a diferentes movimientos insurreccionales; pero eran prácticas desconocidas hasta entonces los métodos profundamente democráticos ideados por Martí, como la rendición de cuentas de la Delegación, tanto de sus gestiones como del empleo de los recursos; el derecho de cada Cuerpo de Consejo de proponer a los demás la deposición del Delegado, así como reformas de las Bases y los Estatutos, que debían comunicarse a los demás organismos intermedios y, de acordarse el cambio, serían de obligatorio cumplimiento. Tales procedimientos no eran utilizados en aquella época por ningún organismo político cubano.
Estos son, expuestos sintéticamente, los rasgos fundamentales de la estructura pública del Partido, que ha recibido mayor atención que la militar. Al abordar esta, debe tenerse en cuenta que un sector de los veteranos entendía que la jefatura de la preparación de una nueva contienda solo debía desempeñarla el general Máximo Gómez, por lo que el Delegado, luego de consultar a los oficiales radicados en las emigraciones acerca de quién debía estar al frente del Ejército Libertador —lo que nunca se había hecho con anterioridad— y decidir estos por mayoría rayana en unanimidad que tal cargo lo ocupara el Héroe de Palo Seco —como ha revelado documentalmente Diana Abad—, viajó a República Dominicana y, luego de entrevistarse con el jefe mambí en su finca La Reforma, escribió a este la conocida carta en la que expresa:
“El Partido Revolucionario Cubano […] viene hoy a rogar a Vd., previa meditación y consejos suficientes, que repitiendo su sacrificio ayude a la revolución como encargado supremo del ramo de la guerra, a organizar dentro y fuera de la Isla el ejército libertador”.(3) . Era esta una de las estructuras fundamentales del Partido, como ratificó el Delegado, “yo no dudo, señor Mayor General, que el Partido Revolucionario Cubano […] obtendrá sus servicios en el ramo que le ofrece, a fin de ordenar, con el ejemplo de su abnegación y su pericia reconocida, la guerra republicana que el Partido está en la obligación de preparar”.(4)
Como era de esperarse, Gómez aceptó la difícil misión, con lo cual podría viabilizarse una de las misiones esenciales del Partido, según aparece en sus Bases programáticas, cuyos ocho artículos y cinco acápites argumentan de modo expreso distintos aspectos de la preparación del conflicto bélico, implícitos en la totalidad del documento, en el cual se destaca que el Partido Revolucionario Cubano tiene por objetivo ordenar “una guerra generosa y breve”; califica esta “de espíritu y métodos republicanos”; “la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos” en el país, para cuyo triunfo rápido han de obtenerse “recursos continuos y numerosos”.(5)
Era aquella una estructura secreta, por lo que han llegado a nosotros pocos documentos, suficientes para afirmar que una parte considerable de las fuerzas independentistas dentro de la Isla —principalmente las del occidente— respondieron a las concepciones organizativas del Partido Revolucionario Cubano. La guerra de independencia iniciada el 24 de febrero de 1895 constituye la culminación de la obra político-militar de este y de su máximo dirigente José Martí, sobre quien recayó la tarea de coordinar los esfuerzos de los elementos anticolonialistas en Cuba, como expresa el segundo acápite del artículo quinto de los Estatutos secretos, que prescribe entre los deberes del alto funcionario: “Extender la organización revolucionaria en el exterior, y muy principalmente en el interior”.(6) También hallamos indicaciones precisas al respecto en una circular del Delegado en la cual señala entre los principales fines del Partido “crear la Organización revolucionaria en la Isla, con la mayor suma de elementos útiles posibles”, lo que corrobora en otro párrafo, donde expresa: “A Cuba, inmediatamente, ha de llevar el Partido su acción”, y entre las complejas tareas que esto implicaba se destacan las siguientes: “ha de levantar un núcleo de revolución dondequiera que haya fuerzas para él, y de fortalecer en el espíritu común los núcleos que ya haya —ha de solicitar, sin encogimiento y sin soberbia, sin fatiga y sin ira, el concurso de todos los que sirvieron a la independencia en la lucha pasada, y pueden volverla a servir”.(7)
A la vez, en las Bases —que constituyen el programa mínimo de la revolución—, se expone como fin último de la contienda la república democrática, pues la “guerra generosa y breve [estaba] encaminada a asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla”; con lo cual se crearía “una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos”; fundar en la República Cubana “un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud”; la contienda se haría “para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre”; la misión del Partido era “fundar la patria una, cordial y sagaz”, en la cual se establecería “un sistema de hacienda pública que abra el país inmediatamente a la actividad diversa de sus habitantes”; así como fomentar relaciones que pudieran contribuir “a la mayor fuerza y eficacia de las instituciones que después de ella [de la guerra] se funden, y deben ir en germen en ella”, y tiendan a acelerar “la fundación de la nueva República indispensable al equilibrio americano”.(8)
Los objetivos esenciales de la organización político-militar fundada por José Martí eran, sea dicho con la mayor brevedad: guerra y revolución.
(Tomado de Periódico Trabajadores)
Referencias bibliográficas:
1 José Martí: Obras Completas, tomo 1, La Habana, 1963-1973, p. 388.
2 Centro de Estudios Martianos: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Pla, tomo III, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, p. 51.
3 Ibídem, pp. 207-208 y 210.
4 Ibíd.
5 José Martí: Ob. Cit. t. 1, pp. 279-280.
6 Ibíd., p. 282.
7 Ibíd, pp. 442 y 444.
8 Ibíd., pp. 279-280.
* Doctor en Ciencias Históricas. Investigador del Centro de Estudios Martianos
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