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Variaciones sobre Trump y Venezuela

Variación 1. Con la salida de Steve Bannon, principal consejero y estratega político del presidente Trump, la purga se consolida dentro del gabinete. Las expulsiones de la administración que vendrán ahora son residuales, la reconquista de la rama ejecutiva por el partido de la guerra, cierra definitivamente el modo de hacer algo “diferente”, sea como sea, que inicialmente se destiló de la campaña presidencial. El barco asegura su rumbo. Lo dijo William S. Lind en 2009, el creador teórico de la Guerra de Cuarta Generación: “Estados Unidos es un Estado de partido único. El partido único es el partido del Establishment, que es también el partido de la guerra. A menos que estés dispuesto a aupar por la guerra permanente para la paz permanente, no podrás ser miembro del Establishment”. Todo va a empeorar: el control por el envase de aquello que llaman Casa Blanca no va a mitigar en nada la situación social explosiva, las torpezas de la refriega entre los grupos de poder, las contradicciones internas y los peligros, tal como se ve dentro del país con la estrategia de la tensión, como la acción paradójica que produce un mensaje de poder poco claro frente a un curso de acción y objetivos (corporativos) que permanecen inalterados en la política exterior, incluyendo los métodos y formas destructivas contra otros países, como estamos viendo ahora.

Variación 2. Existe una pugna inconfesada entre quienes controlan su instrumento preferido para ejercer la fuerza, el Pentágono (conservador) y la CIA (liberal), otro síntoma de la hora crítica dentro del laberinto imperial. Trump optó por el Pentágono (es/fue accionista de la armamentista Raytheon), por el discurso directo, la reindustrialización militar a gran escala y a un estilo de intervención extranjera más abierto frente a las operaciones secretas de desestabilización encubierta del aparato de inteligencia. La rama ejecutiva (y parte de la judicial) la maneja una junta militar: esto se concretó con el general John Kelly (el ex del Comando Sur) asumiendo la jefatura del gabinete presidencial. Pero dentro de ese mismo gobierno, excluidos ahora los personajes “antiestablishment” (Bannon), la corriente que pudiera aglutinarse en torno a la CIA (neoconservadores/liberales intervencionistas) no sólo sigue ganando, sino que, respecto a Venezuela, los métodos del aparato de inteligencia parecieran prevalecer frente a una visión más “pentagonista”. Piénsese de esta forma: empleo de paracos y operaciones informativasversus una “opción militar” a la Trump con todo lo Panamá 1989 que pudiera sonar.

La Adminsitración Trump cerró el proyecto de crear, financiar, adiestrar y suministrar equipamiento militar de forma encubierta (usando más de una docena de países para eso) que la CIA ha desarrollado en los últimos seis años contra Siria. La creación de formaciones mercenarias proxy, como el paramilitarismo colombiano, no es la opción de Trump.

En ese teatro de operaciones, el Pentágono optó por fuerzas especiales sobre el terreno “asesorando” a los kurdos, al noreste del país, en oposición a la creación de “rebeldes moderados” que terminaban irremediablemente asimilados a Al Qaeda, que se enfrentaban, además de al gobierno, a las milicias kurdas. La CIA contra el Pentágono.

Variación 2.1. Pero, de nuevo, la afirmación de un enfrentamiento entre dos formaciones sin fisuras (“el Pentágono vs. la CIA”), tampoco es definitiva ni exacta. Si le hacemos caso a Gordon Duff, y más vale que sí, tampoco se trata de una posición uniforme dentro del Departamento de Defensa, según Duff controlada por un pequeño grupo fanatizado en desmedro de otros dentro de todo más sensatos o “profesionales”. Y lo mismo se puede decir de puntos en donde existe armonía casi absoluta en su posición, como en Afganistán. Y en el excepcionalismo: la demencial creencia/doctrina de concebirse como “la nación indispensable” para el mundo. El Partido de la Guerra. El imperio.

La renovación, por 16avo año consecutivo, de la ocupación “por un año” de Afganistán sintetiza en todas sus claves la continuidad de agenda, al punto de que la Administración Trump amplía los teatros militares de la Administración Obama. Y, dentro de eso, todos ganan: el Pentágo hace que la maquinita de los dólares Wall Street/industria armamentista no se detenga, la CIA preserva el control sobre la producción de amapola/procesamiento de heroína conservando su presupuesto, mientras que Donald Trump denuncia el auge de consumo del opiáceos como una emergencia social que atender. La pugna, para el estado profundo/sistema profundo, se traduce, sobre todo, en una cuestión de forma.

Variación 3. La nueva orden ejecutiva que ataca desde lo financiero y apunta contra PDVSA, legaliza lo que ya estaba ahí en un peldaño más abajo, y más encubierto. No importa el matiz o la curva o la carretera vieja que agarre el esquema de agresiones, sigue siendo el mismo patrón. No hay “opción militar” de aquella sin antes ablandar y quebrar por dentro a Venezuela. Las sanciones son una parte del repertorio. Una parte visible. Como lo recordó el vicecanciller Samuel Moncada, el Decreto Obama le otorga un “marco legal” a las operaciones clandestinas de la comunidad de inteligencia (CIA, DIA, NSA y etcétera por las otras 14 agencias) contra Venezuela. Se trata de lo mismo pero en el ámbito comercial y financiero. Y el mismo delirio jurisprudente que consiste en que su ley doméstica es legal fuera de sus fronteras.

Variación 4. Pero esta nueva visibilidad de todo, lo estamos atestiguando en HD, también deja en la intemperie mediática a los promotores internos y su dimensión, nada ajena, además, del resto de “clase gobernante” que controla la nación continental. La “reacción” ante la “opción militar” tuvo dirección y resultados multipropósito (ver variación 5), pero su carácter no oculta lo que inevitablemente se salió de la ecuación: los voceros de la “Declaración de Lima” que se opusieron a la “opción” no es que reaccionaban ante un acto anacrónico y retrógrado de gamonalismo político, sino que se vieron reflejados en ese espejo. Una vez establecido el precedente, una vez “normalizada” una opción militar brutal y abierta previa criminalización de la dirigencia política, será más fácil ejecutarlo en cualquier otra parte, incluyendo a los países entusiastas de la “declaración” (esta idea contemplada en un trabajo del International Crisis Group, donde proponen, de fracasar la OEA, un grupo de países ad hoc y no una brillante idea de alguna “cancillería”). Esto pudiera explicar la aceleración del expediente “humanitario”, y el esquema de provocaciones de bandera falsa con la frontera colombiana como vía para encubrir la opción Trump. De nuevo: cuestión de forma. Optan por la “aproximación indirecta”.

Variación 5. Trump dijo exactamente así: “Tenemos muchas opciones para Venezuela. Por cierto, no voy a descartar una opción militar. Tenemos muchas opciones para Venezuela. Es nuestro vecino. En todo el mundo hay problemas en sitios lejanos, Venezuela no está tan lejos y las personas están sufriendo, muriendo. Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo, posiblemente, una opción militar si es necesario”. Es imposible no tomarse literal la amenaza, pero tampoco se puede dejar de contextualizar al emisor, y qué uso pretendería buscarle a eso. Los condicionantes resaltados en negrillas ofrecen un matiz: Trump, como “hombre de negocios”, aumenta las apuestas y le sube tono a la “negociación”. Es su estilo de “persuasión”. Y eso tiene mucho de marca personal, fuera de la intención no menos manifiesta de la Casa Blanca y sus alrededores. La diferencia de raíz podemos encontrarla en la búsqueda de su revalorización dentro del mercado político realizando una acción a la Bill Clinton: un acto de guerra que desvíe la atención de los escándalos internos, asumiendo que, dentro de los escenarios sobre el plano global, Venezuela es el objetivo más fácil de alcanzar en el corto plazo. Una subida de tono individual con propósitos particulares, sobre una acción que de todos modos sigue su marcha. El choque dentro de la forma, entonces, dentro de la dinámica misma de los factores y bajo la misma lógica general, va entre el liderazgo abierto (el Trump que amenaza directamente con lo militar) y el modelo “stay behind”, trasladando todo el “protagonismo” a los eventos y los “liderazgo” de sus actores locales. Piénsese en un Luis Florido.

Variación 6. Otro punto es el carácter “performativo” y propagandístico de esta amenaza, por una sola razón: ya se está aplicando la opción militar en Venezuela, desde hace tiempo, sólo que encubierto y con menor voltaje, por ahora. Que un capitán desertor de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), que estuvo de paseo por Miami desde 2014, que tiene vínculos con Patricia Poleo, que le haya concedido entrevistas a Fernando del Rincón en CNN en Español en 2014 “desde la clandestinidad”, de repente aparezca cuando la etapa de violencia política de este año entra en reflujo, asaltando un fuerte de mucha importancia con una troupé de civiles y militares traidores ya es “la opción militar” en curso, no importa el grado de aventurerismo reflejado en esa acción miserable y fallida. Por nombrar un caso. La “opción militar” ya es, desde hace bastante tiempo.

Variación 7. Volviendo a la variación 5, la disonancia y la falta de unidad en el discurso de la Administración Trump también establece un patrón comunicacional que no ha sido ajeno a otras “crisis” o coyunturas en sus 8 meses de accidentada, atribulada y asediada gestión. Al revisar las declaraciones y acciones con el expediente sirio, el norcoreano, el chino o el afgano, a lo que diga Trump lo contradice, desdice o disminuye el secretario de Estado, Rex Tillerson, el vicepresidente Mike Pence (que hasta una gira por Latinoamérica para apaciguar a los “socios”), o el secretario de defensa James Mattis, o cualquier otro vocero o representante de la rama ejecutiva.

Variación 8. Pero así como lo revisado más arriba es un dato al menos objetivo, también debe tomarse en consideración el empleo de la “estrategia del loco”, tal como dijo Misión Verdad en previa nota, como la elegida por la administración. Del taller mental de Henry Kissinger, ahora asesor senior de Trump en política internacional, la teoría y estrategia del loco consistiría, palabras más, palabras menos, en el aumento de la incertidumbre desde de los canales de comunicación y la acción dentro de las relaciones políticas internacionales: la falta de unidad o cohesión en el discurso produce disonancias que impiden reflejar un curso de acciones claro (decir un día que no habrá cambio de régimen en Siria y al día siguiente lanzar 59 misiles, por ejemplo), y por lo tanto duda sobre cómo anticiparlas, qué movimiento debe hacerse o qué táctica respecto a un tema o contencioso para un país equis frente a los Estados Unidos. Sea cual sea la razón exacta de las versiones analizadas, el gobierno de los Estados Unidos no habla como un sólo interlocutor; el gobierno de los Estados Unidos no es un interlocutor racional. Sin el presupuesto militar o la capacidad de extorsión financiera -igual que la MUD-, no tiene palabra, no tiene cómo hacerse un interlocutor válido. Estados Unidos es un estado paria.

Variación 9. La continuidad de agenda respecto a Venezuela entre un gobierno y otro siempre estuvo garantizada, en primer lugar porque todas las maniobras no vinieron desde el gobierno de Trump o el de Obama, sino de los lobbies y grupos de poder que configuran el ejercicio de la rama legislativa, los únicos con soberanía concreta dentro de toda esta historia. Fue bajo una lógica y un consenso bipartidista (bipartisan), subordinados a sus respectivos grupos de presión mafiosos en sentido estricto (el sur de la Florida) o en un sentido corporativo (el Big Oil y la industria armamentista) promulgando el Decreto Obama. Bob Menéndez y Marco Rubio son, por ejemplo, la puta política de alguien que no carga. Y sí, Trump es una ficha de tercera en todo esto, a despecho de un breve momento de posible asomo de cambio por más remoto, bajo las promesas de primera hora de la campaña, que en algo sugerían la posibilidad, al menos, de que su desastre lo limitaran adentro de sus fronteras y no allende la mar. La ingenuidad de este autor en ese momento va por la casa.

Variación 10. A finales de mayo, el general H.R. McMaster, consejero de seguridad y Gary Cohn, consejero económico, ambos de la Administración ocupante dentro de la Casa Blanca, co-firmaron un artículo de opinión para el Wall Street Journal donde sentenciaban definitivamente que los Estados Unidos no va a relacionarse con el mundo como un socio amistoso dentro de la comunidad global, sino como un súperpoder capaz de imponer sus condiciones a la “amistad” con los otros países o de lo contrario enfrentarlo. McMaster es un oficial pesado, un arquitecto de desastres comprobado en Irak con toda la factura neocon, y Cohn es el presidente de Goldman Sachs: es el estado profundo el que habla, a despecho de lo que diga el presidente residente. Frente a ese artículo, la Escuela de Defensa del Departamento de Defensa del Pentágono publicó un estudio en el cual acusa el declive de Estados Unidos como la superpotencia suprema del orbe. La solución no es otra que la hipermilitarización de todo para mejor custodiar los recursos restantes en el planeta, más una intensificación de las operaciónes psicológicas/informativas para la audiencia en general.

El cruce de ambos documentos, en forma y fondo, describen 1) la cota de agresividad in crescendo, 2) la demencia superlativa de una constelación de grupos de poder en declive que se las están jugando todas, sin importarle formas 3) que acusan su estado de vulnerabilidad, amenaza y urgencia, por lo que un traumático acorte de los tiempos políticos ahí donde se pueda actuar/intervenir de inmediato es más que necesario. Como dicen en la redacción, les urge cerrar el capítulo América Latina de una vez por todas para subvertir después el proyecto euroasiático. Venezuela es la última frontera hemisférica. Y todos lo saben.

Lo es para Trump como individuo/presidente/producto de marketing y su entorno; lo es para los neocon y compañía para asirse con todo al control de todo el aparato estatal;
lo es para la CIA para continuar con su narcoempresa; lo es para los que están al frente del Pentágono para estar de buenas con el dios de turno sea Cristo o Northop Grunman;
lo es para el congreso para que la lavadora de dólares y sus infinitas puertas giratorias siga andando;
lo es para Luis Almagro, Macri y cualquiera de los “dirigentes políticos regionales” en gavilla contra Venezuela porque siguen las órdenes de su dueño y de lo contrario le jalan la correa;
lo es para las prótesis locales de todos los anteriores, como Julio Borges, porque están en el mismo estadio de juego su ascenso o su caída;
lo es para los protozoarios subutilizados de “La Resistencia”, porque lo que vendría una vez que caiga Maduro va a ser una maravilla que ríete del Edén.
Es urgente para todos.

Variación 11. Con una América del Sur convertida en una Honduras post-golpe 2009, Estados Unidos sabe, todos los sabemos, que de caer Venezuela caen quienes hasta el día de hoy siguen en la pelea: Nicaragua (contra quien también enfilan sanciones) y El Salvador, Bolivia y la constelación del Caribe que ha aguantado más presión por separado o en conjunto que Dilma Rouseff para que la depusieran. En Ecuador por lo visto ni golpe ni empleo de acciones disruptivas y desestabilizadoras hicieron falta: Lenín Moreno, con su repertorio de canciones idiotas de Serrat, está haciendo el mandado como nadie. Al corte de caja de hoy en día, se pudiera establecer el siguiente esquema de dinámicas que rodean a Venezuela, todas tuteladas o por las corporaciones directamente o por los Estados Unidos, en términos “políticos” (a veces ni se distingue): mayoría de países formalmente gobernados por la peor clase política de la historia, completamente extorsionada y subordinada, manifestando distintas fases del nacionalicidio y la destrucción del Estado-nación, con las compuertas abiertas a un upgrade de bases de avanzada y ejercicios militares, entremezclado con la narcodisolución de fronteras y en agresión abierta contra las poblaciones que “gobiernan” (ponga el país que quiera), facilitan la armonización de todos los recursos y los métodos de lucha contra Venezuela, una “coalición”, pisando un suelo absolutamente volátil, un campo minado, sobre un entorno general de altísima inseguridad bajo cualquier medida. Sobre ese suelo es que se están barajeando y estrenando todas las opciones contra el país donde yo vivo. Quieren “globalizar” a Venezuela.

Dos variaciones conclusivas

Variación 12. La combinación de elementos harto glosados más arriba resumirían que la opción militar siempre ha estado en marcha, subordinada a otros campos operativos como el financiero, en plena disputa sobre la forma (hasta que se decante la que se acerque más a los objetivos estratégicos), que impactarán dentro del propio campo político estadounidense en su guerra civil no declarada, que no se puede dilucidar a partir de una sola voz (por ejemplo la del presidente), aumentando el grado de peligrosidad y el extremo hasta dónde ejecuten la agresión, bajo un apuro táctico para locales y foráneos, con las mismas consecuencias impredecibles que ha tenido la Constituyente para lo que tenían preparado, pero asegurando que el punto de llegada, independiente de la vía, no ha dejado de ser el mismo, y en esa dirección enfilan todas las baterías que necesitan.

Variación bonus track. Es famoso el cuento en el que un asistente le dice al presidente Franklin Delano Roosevelt que el dictador nicaragüense Somoza “es un hijo de puta”. A lo que Mr. Roosevelt respondió: “sí, pero es nuestro hijo de puta”. Buena anécdota para recordar a quiénes pertenecen todos esos actores políticos, voceros mediáticos, expertísimos económico-financieros, banqueros salvajes, grandes comerciantes, cientifiquísimos socialies multitasking y demás activistas sin entidad, dignidad o gentilicio manifiesto, qué son, a quiénes se deben, de quién son mercancía barata y para qué es que sirven. Comprobado científicamente.

(Tomado de Red58)

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Etiquetas: DemocraciaEstados UnidosPetróleoPolíticaVenezuela

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