Bien curtidos por el intenso sol y el trabajo rudo que impone la construcción de viviendas, se ve a cerca de mil camagüeyanos en un andamiaje único de ininterrumpida labor.
Primero, limpian el lugar; luego marcan el cuadrante de la casa, abren los huecos, entierran en esos hoyos una de las puntas de los más de 20 horcones que apuntalan, encuadran y enmarcan las viviendas en construcción; seguidamente, y como hormigas en un hormiguero, clavan, empatan… y en menos de dos horas cubren las paredes con madera de palma, y techan las cubiertas de las moradas de quienes lo perdieron todo tras el paso devastador del huracán Irma.
El permanente trabajo palpado por JR en la comunidad de Moscú, pueblecito esmeraldense que el ojo fatídico de la «dama de vendavales» miró con buenas ganas, revela cómo se empina un sitial, gracias a la hazaña de buenos camagüeyanos.
Solo en este paraje construyen 83 casas las brigadas mixtas de cañeros de la extensa llanura agramontina, quienes con el uso de recursos locales —tablas de palma y madera de árboles derribados por el huracán— le devuelven al Moscú esmeraldense la tranquilidad que muchos añoran, y hasta le regalan una nueva imagen que lleva una buena dosis de empeño y de solidaridad.
La abuela Odalis Ruiz Guerra sospechó que su casa no aguantaría la fuerza con que soplaron los vientos, los de mayor intensidad que recuerda haber sentido en sus 55 años de vida.
«Cuando regresé al otro día no quedaba nada y al mirar a mi alrededor me di cuenta de que no era la única en ese caso; otros vecinos estaban igual que yo», cuenta aún agitada por los recuerdos.
A pesar de su tristeza, una sonrisa se le dibuja en el rostro y describe con asombro lo que viven los habitantes de este batey.
«Estos hombres se parecen a Irma —dice en tono de jarana— porque son como un ciclón. En poco tiempo mi casa ya tiene piso, baño, cocina, sala… Aunque veo como trabajan estos cañeros, aún me cuesta creer que en solo dos días tenga de nuevo un hogar donde dormir».
Ese movido panorama se observa desde bien temprano en la mañana hasta entrada la noche en las comunidades afectadas por el evento meteorológico, al que los expertos califican como el mayor y más potente de su tipo que se haya formado en las aguas del Caribe.
Rolando Sánchez es el jefe del pelotón de Mecánica, de la Unidad Básica de Producción Cooperativa La Matilde, del central Siboney, ubicado en el municipio de Sibanicú. Él, al igual que sus 21 compañeros, anda muy atareado. Las huellas en las manos de estos trabajadores, los cayos y las ampollas, indican el esfuerzo que realizan para levantar las viviendas a los más necesitados.
«Aquí no se para ni un segundo, porque cuando terminas una casa saltas para la otra, y así hasta que todas queden bien empinadas», aseguró. Su compañero Eriberto Cruz, joven de 28 años, trepado en el techo de una de las moradas, interrumpió para aclarar: «Esta tarea es como la de sembrar caña, se entra al surco bien temprano y no se sale hasta que cae la noche, hasta que se termina en el campo».
Esa es la forma de trabajar aquí —dijo el floridano Omar Núñez, operador del central Argentina— «llevo cinco días techando, abriendo huecos, clavando… mi brigada ha levantado cuatro casas en Moscú, desde los cimientos hasta el techo».
La inicitiva de aprovechar los recursos que Irma dejó en el suelo para ofrecer una vivienda aunque rústica, digna, a los damnificados, cobra mayor realce cuando se recuerda que —según la información ofrecida por el Consejo de Defensa Nacional— el país asume el doloroso saldo de 158 554 viviendas afectadas, con 14 657 derrumbes totales y 16 646, parciales. Además, 23 560 casas perdieron sus techos y 103 691 presentan daños en parte de ellos.
Melba García González, directora adjunta de la Empresa Azucarera en Camagüey y coordinadora de las acciones constructivas de Azcuba para el poblado de Jaronú —conocido también como Brasil— informó que todas las unidades productoras vinculadas con el sistema de Azcuba están de forma permanente restableciendo todo lo que dejó en el piso el huracán. «Las ocho unidades empresariales de base (UEB) de atención a productores agropecuarios, con sus unidades productivas, están aquí: el central Siboney, ademas de las UEB Cándido González, Panamá, Batalla, Argentina, Agramonte, Céspedes y Brasil, tienen la tarea de construir viviendas en Esmeralda, mientras quede una en el suelo», aseguró.
(Tomado de Juventud Rebelde)
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