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¿Seremos como el Che?

Por Yosvany Montano Garrido

Crecido ante nuestros desafíos el regreso de Ernesto Guevara de la Serna a la Cuba del presente resulta un compromiso impostergable. Medio siglo después de su asesinato, tenemos el deber de rescatarlo de los «comprometidos» pero insuficientes juramentos matutinos y devolverle toda la vitalidad al complejo articulado de sus ideas.

Lograrlo implicaría quizás asumir la totalidad como eje para un análisis trascendente de su pensamiento, ofrecer miradas en contexto a sus teorías, algunas incompletas por el escaso tiempo de vida, y examinar en la práctica sus planteamientos más provocadores.

Retomar el método crítico-trasformador de Guevara, brindaría herramientas y capacidad de diálogo ante los desafíos que encierra el complejo nacimiento del siglo XXI. Venciendo los contornos de las ciencias sociales y los análisis eminentemente políticos, precisando una reflexión con y desde su prisma, colocándolo en el centro de un legítimo compromiso intelectual: es imprescindible volver con energía e inteligencia ?sin fragmentación o desestimaciones? sobre su conjunto de proposiciones.

Determinante para la coagulación cultural de la revolución socialista de liberación nacional que conquistó el poder en Cuba en 1959. El Che conjuga ética, producción teórica y una contagiosa acción revolucionaria. De sus «incómodos» planteamientos, de aquellas contradicciones y categorías divergentes, asoma un instrumental de extraordinario valor que permite juzgar los rasgos, las desviaciones, los proyectos fallidos y las metas pendientes por emprender.

Una visión liberadora, crítica y abiertamente contrahegemónica transversaliza su propuesta. El método de dirección, el subdesarrollo y la dependencia económica internacional. La formación revolucionaria, los problemas de la conciencia, el individualismo, el componente educativo, la relación vanguardia- masa; atraparán su atención durante los primeros años de construcción revolucionaria.

Mistificaciones, distorsiones o silenciamientos han inducido la fragmentación de un pensamiento que supera el terreno de la denominada economía política, a la cual han querido relegarlo. El destacado intelectual cubano Fernando Martínez Heredia, señaló en más de una ocasión la ausencia hasta nuestros días de estudios más profundos e integrales sobre los aportes del Che a la teoría revolucionaria y al marxismo.[i]

Ello supone desentrañar una obra en el terreno de las superveniencias, en el estudio de los mecanismos de dominación, en la liberación de la conciencia de clase, pero, sobre todo, en la definición de una nueva cultura; opuesta y diferente a la del capitalismo y comprometida con los retos de los pueblos del Tercer Mundo.

Resultante de un estudio iniciado con apenas 17 años, frente al clima contrapuesto de su época, la arriesgada interpretación marxista del Che catalogada por algunos de «revisionista»; apuesta por un enriquecimiento dialéctico, por la adaptación a las realidades y sintetiza una enérgica negación al calco y la copia. Es por ello que nunca pudo ser dogmático. Por el contrario, arroja como resultado esa capacidad única para entender lo útil, lo esencial, lo renovador, como parte de la crítica y la contradicción permanente.

A sus esfuerzos por lograr la construcción de un modelo que responda a la herencia cultural de la nación y a las necesidades de la práctica; debemos en buena medida, que la experiencia socialista cubana haya adoptado faces, características y aires propios que le han permitido sobrevivir.

Entre sus aportes prevalece ese empeño por lograr una ética del socialismo. Por ello define una y otra vez lo que entiende por «conciencia» y discute la importancia de lograr paralelamente a la trasformación económica la construcción una nueva subjetividad social. Sobre este particular, es preciso detenernos.

Metido de lleno en los problemas más complejos de la construcción de un modelo social, Guevara percibe que uno de los mayores retos está en los constantes rompimientos ideológicos. Comparte con Marx su preocupación por la repercusión de los factores económicos en la espiritualidad del pueblo. Reflexiona sobre los efectos demoledores de un comunismo desinteresado de ello; precisado como método de distribución, pero jamás como moral revolucionaria.

No descansa en hacernos entender que solo la nueva conciencia y el protagonismo del hombre puede lograr materializar los resultados. En el propio año 1964, ante jóvenes comunistas, advierte que «la revolución técnica tiene un contenido de clase (…). No se puede pensar en la revolución técnica sin pensar al mismo tiempo en un actitud comunista ante el trabajo».[ii]

Con gradualidad, Guevara apunta la necesidad de situar dialécticamente un modelo de hombre: integral, polivalente, crítico, revolucionario. No entra en definiciones estériles. Prefiere recrearlo, caracterizarlo, expresar las metas que han de tirar de ese desarrollo individual siempre en armonía con la sociedad. Pone su pensamiento a debate y aspira a que seamos nosotros los que culminemos la modelación.

Apuntala la necesidad de reconocer al individuo en «su cualidad de no hecho, de producto no acabado»,[iii] como «arquitecto de su propio destino».[iv] Advierte en el sujeto todas las posibilidades de transformación, los valores que harán emerger la nueva sociedad y también las limitantes que lo atan al legado de un pasado dependiente y alienante. Por ello razona constantemente sobre su liberación cultural.

En medio de interesantes polémicas, deja constancia de su seguridad en el hecho de que «para transitar por un cambio verdadero era necesario trabajar con el hombre desde el primer día y formarlo en una conciencia que le permitiera entender sus circunstancias, su modo de actuar y su sacrificio desde el presente, marcado por una ética de valores en que se pudiera vislumbrar un pensamiento político y un comportamiento acorde con esos principios».[v]

Apuntando al centro del dogma y al acomodamiento de una parte de la teoría social de su época; advierte que al hombre y al pueblo no lo tenemos por completo. Les corresponde a las vanguardias el deber diario de salir a conquistarlo y con mensajes seductores hacerlo protagonista, decisor y creador; nunca suplente, participante o meramente depositario de análisis confirmados.

Una mirada en retrospectiva rotula respuestas enriquecidas con el paso del tiempo. Aquellas circunstancias fundacionales, ofrecen claves que permitirían en la actualidad relanzar otras interrogantes y encontrar trayectos que impliquen expectativas y entusiasmos. El Che continúa ahí, con las botas a medio acordonar y solicitando participar de la discusión, la crítica y la práctica revolucionaria cotidiana.

Un aspecto significativo, explorado con limitaciones hasta la actualidad, radica en las claves que Guevara identifica para dar curso a la revolución mundial. El análisis redunda en la imposibilidad de la lucha armada ?principal argumento? pero recusa otros aspectos que aún no han sido superados ni por el contexto, ni por las necesidades.

En las observaciones tempranas sobre el congelamiento de la experiencia soviética, Che no solo visualiza los dogmas y la renuncia al camino marxista originario. Denuncia el evidente conflicto de colonialidad cultural que implica el proceder de la URSS para con los pueblos que luchan y emergen del colonialismo. Su empeño radica también en fundamentar sus tesis sobre las características singulares en que puede provocarse y desarrollarse la revolución mundial.

Enfatiza desde entonces la necesidad de volver la espalda a los modelos de desarrollo capitalista. La «luz» por la que clama en el inicio de su Mensaje a la Tricontinental,[vi] comprende la revolución cultural, la descolonización del saber y la interpretación genuina de la historia de nuestros pueblos.

Es importante detenerse con prudencia ante estas cuestiones. Ahora que el mundo se conmueve con el cincuentenario de su desaparición física, es vital que el pensamiento del Che no sea reducido a un tema de simple arqueología política. De nada servirá el «Hasta la victoria siempre» si no es expresado desde un torrente conceptual unitario y a la vez plural, que fortalezca una praxis dispuesta a luchar contra los rasgos mutantes del capitalismo mundial. Lo contrario solo puede multiplicar el formalismo, las frases inconexas y los análisis a destiempo.

El lenguaje nunca es inocente. Tampoco la adaptación social indetenible. Como ha definido el compañero Raúl «(…) o rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio…».[vii] Che divisa ante el «precipicio», la importancia de acercar las estrategias a los sectores que comienzan a mostrar agotamiento o señales de un debilitamiento que les impide entender, participar, proyectar y decidir.

Es perentorio lograr un energizante para la cultura política de la Revolución Cubana, permitirnos estar en mejores condiciones para interactuar con los nuevos escenarios donde transita la formación de ese «hombre nuevo», —aspiración inconclusa del Che—, y luchar consistentemente ante el riesgo de quedar aislados en un ejercicio de comunicación reducido y una práctica política limitada que puede debilitarnos y cedería posiciones valiosas.

El entramado de ideas, aspiraciones, voluntades, actitudes y valores que se expresan en un modo de vida socialista merecen nuevas definiciones, sinergias y por ende también nuevos consensos. La producción de sentidos, la conquista de las subjetividades colectivas y el rescate de los sentimientos, no pueden pasar a un segundo plano como plataforma de un proyecto cultural y político que apunte al futuro.

Las mejores prácticas revolucionarias no serán resultado de la inercia, las simplificaciones o el acomodo intelectual. Como lo hizo el Che, hay que salir a pelear la realidad del presente. Dispuestos a escuchar, esclarecer, orientar y desenmascarar en el plano ideológico a una socialdemocracia que se hace espacio con disfraz de preocupación revolucionaria.

Con énfasis en los jóvenes, tenemos que replantearnos y asumir la repolitización de las diversas capas populares en la nación. Para ello, alinear a la avanzada y poner en capacidad de combate a la disminuida institucionalidad del país, es fundamental.

No hacerlo a tiempo equivale a comprometer nuestra esencia humanista. Una derrota en el campo ideológico que significaría, además, entregarnos a la depredadora visión del consumo, al mercado de la espiritualidad y fragmentar el ejemplo que como alternativa constituye en sí misma la Revolución.

Pensamiento crítico, compromiso intelectual y creatividad diaria deben alistarse para resguardar lo construido y ensanchar los ensueños.  Entre la proyección individualista y los valores colectivos, entre la cosmovisión mercantilista y la conciencia revolucionaria, entre el ser y el tener; hemos de lograr, en consecuencia con el Che, que se exprese con más fuerza una hegemonía socialista pendiente de construir.

Problemas de la mayor importancia siguen dependiendo de la posibilidad de capitalizar nuestras fuerzas ideológicas, reconsiderar aristas del programa político de nuestro proyecto que han sido superadas por el tiempo y reconquistar constantemente mediante el diálogo participativo a la gente común que en su mayoría quiere protagonizar la trasformación.

Como nunca antes engrasar mecanismos movilizadores, volver a defender el concepto del hombre y la mujer en el centro de la participación ciudadana y consumar saltos constantes en el ejercicio distributivo del poder; es elemental.

Es preciso entender que aspirar a ser como el Che implica estos y otros muchos desafíos. Si la consigna no es expresión real de un proyecto de vida, de una ética, una praxis y una militancia coherente con la cosmovisión revolucionaria, entonces no puede movilizar.

Pienso que percibir esa razón conduce a Guevara a no dejar de insistir en la formación revolucionaria como meta. Entrega por ello como herencia, un sinfín de códigos en el arte de hacer la política, entre ellos: criterio propio, ejemplo, superación, sagacidad, accionar y valentía cotidiana; fe inamovible en el pueblo.

«Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ese modelo es el Che»[viii]. Fidel, aquella noche definió la expresión más humana del proyecto.

El reto mayor sigue apuntando al terreno simbólico. Hay que rescatar al Che de las manos de la burguesía mundial que lo enmudece comercializando su imagen, que lo usa por su forma y no por su esencia, que distorsiona su vida y ensombrece su pasado. Es necesario luchar también para que medio siglo de distancia no lo reduzcan a un estribillo político pasado de moda.

Un sesgo reduccionista y simplificador permanecerá amenazante empeñado en debilitar su huella. Con su impronta tenemos que «quitarle a la burguesía el privilegio de la productividad, de la eficiencia, de los recursos, del dominio de la mente y la motivación de las acciones humanas, para hacer un mundo nuevo».[ix]

En la impostergable ratificación de liderazgos populares, en los nuevos senderos que articulen política e intelectualidad, en la formación ideológica de sectores obreros y estudiantiles, en las respuestas a los problemas conceptuales sobre las categorías inherentes al modelo socialista; encontrará el Che abono para seguir retoñando. Posiblemente por eso Galeano lo distinguiera como «el más nacedor de todos».

Más allá del ¡Seremos como el Che! de cada mañana, adquirimos el deber de levantar desde su obra. Juventudes descomprometidas, corazones entregados en pacto hacia el consumo, generaciones apolíticas y atentados contra el entusiasmo; no podrán ser nunca formas para acercarnos y parecernos a él. Perseverancia, integralidad y sistematicidad tendrán que fundirse con participación, creatividad y trasformación social.

Para ello, tenemos que  «rescatar la mística socialista, la espiritualidad que nos explica, que nos presenta como más libres, más buenos, más justos, la que enseña a amar a la patria por su historia de lucha popular y no recita de memoria valores de cartulina, sino que siente con pasión que Cuba es su gente humilde y trabajadora y su gente sabia y célebre».[x]

Entonces, acortaremos las distancias, serán más compactos los sentimientos y lo dicho en miles de voces nunca sonará vacío. La herejía de lo sensible constantemente se abrirá paso y el argumento del guerrillero se multiplicará una y otra vez en las ansias de cada nueva generación de cubanos. Cumpliremos con la petición de Fidel aquella noche de tributo. Cuba entera será más como el Che.

Notas:

[i] Ver prólogo al libro homónimo de Carlos Tablada Pérez, El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara (1987), Premio Extraordinario Ernesto Che Guevara, convocado por la Casa de las Américas y el Centro de Estudios sobre América. De él se han hecho treinta y dos ediciones y dos reimpresiones en trece países y en nueve idiomas, editándose más de medio millón de ejemplares hasta la fecha.

[ii] Tomado del discurso que pronunciara el Che en la clausura del Seminario: La juventud y la Revolución, organizado por la Unión de Jóvenes Comunistas de Ministerio de Industrias, 1964.

[iii] Guevara, Ernesto: El socialismo y el hombre en Cuba, Editorial Ocean Sur, 2007.

[iv] Ídem.

[v] Kohan, Néstor: Ernesto Che Guevara. El sujeto y el poder, Biblos, Buenos Aires, 2000.

[vi] Mensaje publicado en el Suplemento Especial, el 16 de abril de 1967.

[vii] Castro, Raúl: Discurso pronunciado en la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, 18 de diciembre de 2010.

[viii] Castro, Fidel: Discurso pronunciado en la velada solemne en homenaje a Ernesto Guevara de la Serna, 18 de octubre de 1969.

[ix] Ídem.

[x] Guevara, Alfredo: Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, 1998.

(Tomado de Contexto Latioamericano)

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Etiquetas: Batalla de IdeasCubaCulturaErnesto Che GuevaraRevolución cubanaSocialismo

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