Si se intentara resumir lo ocurrido en la Asamblea General de la ONU, que ayer por vigesimosexta ocasión destinó su sesión a votar la resolución cubana Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba, bastaría solo una frase: el mundo abrazó a la verdad.
Como en la pasada votación de ese texto, nuevamente 191 Estados rechazaron la cruel y genocida política y esas mismas naciones escucharon una vez más la retórica de guerra fría y aislada del gobierno más poderoso del planeta. Pero ya eso no es noticia, sabíamos que ocurriría.
Tampoco fue novedoso el discurso de justificación de voto de la representación estadounidense. Volvió a ser, como dijera Cuba en la voz de su canciller Bruno Rodríguez Parrilla, cínico, soberbio, histérico e irrespetuoso, porque –como en las anteriores ocasiones– estuvo huérfano de argumentos, fue inmoral y mentiroso.
En los propios Estados Unidos había preocupación por la postura anunciada de su actual presidente de oponerse en cualquier foro internacional, incluyendo Naciones Unidas, al levantamiento del bloqueo y a modificar su manera de actuar de cara a la Mayor de las Antillas. Diez senadores demócratas, entre ellos Patrick Leahy, Amy Klobuchar y Elizabeth Warren, habían pedido en una carta a Donald Trump que se abstuviera en la votación «para evitar un mayor aislamiento de Estados Unidos» y advirtieron de que votar en contra perjudicaría «la credibilidad internacional y regional» del país.
Pero Trump no escucha ni al mundo ni a los suyos, y los que le previnieron tuvieron toda la razón. El discurso de la embajadora Nikki Haley fue el único no aplaudido por la sala, mientras la réplica de su representante, pues a Haley no se le vio más, fue abucheada por el plenario.
Y no fue lo único. La prepotencia y arrogancia ante los pueblos de esta administración fue tal que la embajadora tuvo expresiones como esta: «mientras seamos miembros de la ONU…» ¿Será que en medio de tanto paroxismo y enajenación tienen pensado también retirarse de la organización mundial?
Estados Unidos le faltó el respeto a la ONU y a su Asamblea General, y con ello a todas las naciones, cuando Haley expresó, en el más fiel estilo de su jefe, que la sesión era puro teatro político. Como si fuera poco, parodiando al inmortal Hugo Chávez, siguió irradiando azufre en el estrado al afirmar que la sesión para votar la resolución cubana era una pérdida de tiempo.
A Nikki Haley y a Donald Trump hay que decirles, más bien recordarles, que son los gobiernos de Estados Unidos los que llevan más de medio siglo perdiendo el tiempo intentando derrocar a la Revolución Cubana.
En definitiva, en la Asamblea General de la ONU Estados Unidos le volvió a caer a mentiras al mundo, pero esta vez Trump no chocó con su muro de discriminación, sino con uno muy sólido, preñado de argumentos y fidelidad a la verdad.
Además de la verde pizarra, color con el que se reflejó el apoyo a Cuba, el millonario newyorquino, aunque se quiera hacer el sordo, no pudo evitar escuchar alto y claro al plenario que por minutos exclamó Cuba sí, bloqueo no.
(Tomado de Periódico Granma)
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