Ayer un hombre publicó en las redes sociales una imagen en NuevaYork junto a la bandera del Estado Islámico. Estaba acompañada de la siguiente frase: «Estamos en tu casa».
La foto se ha utilizado para despertar un viejo fantasma en una de las ciudades más densamente pobladas del mundo y el corazón financiero del país norteño.
La inquietante instantánea sigue a la divulgación de una serie de postales con intimidaciones de perpetrar atentados en la Gran Manzana. Una de las más recientes muestra a un extremista con un cuchillo en mano y la siguiente leyenda: «Es más barato que una motosierra».
A esto se suma que el pasado 11 de diciembre se produjo una explosión en un pasillo subterráneo que conecta la estación del metro Times Square con la terminal de autobuses de la Autoridad Portuaria en Manhattan.
Según la agencia RT, la policía detuvo al responsable de la explosión y lo identificó como Akayed Ullah, procedente de Bangladesh. El hombre asociado al EI, de 27 años, tenía una bomba casera adosada a su cuerpo que se detonó y provocó cuatro heridos, de los cuales el atacante fue el que sufrió las lesiones más graves.
Algunos expertos dicen que las nuevas incursiones del Daesh, acrónimo del EI en árabe, en Estados Unidos son producto al deterioro de su situación en el Oriente Medio, como un desesperado intento por sobrevivir y reproducir sus embriones.
Pero, detrás de las alarmas que difunden los medios en la población se oculta una triste realidad. En la balanza del terror a la que juegan el EI y Estados Unidos está ahora una foto y del otro lado invasiones militares, ocupaciones, bombardeos a civiles y miles de muertos.
Ya es sabido que el surgimiento del Daesh tiene sus orígenes en la invasión norteamericana en el Oriente Medio y la caída de Saddam Hussein, en el 2003. Fue a raíz de la instalación de las fuerzas estadounidenses que muchas milicias aparecieron para combatir a las tropas extranjeras.
Nada justifica el terrorismo, pero no se debe satanizar ni justificar acciones si no se conocen sus orígenes y antecedentes. Los extremistas intentan llevar «el juego» a las fronteras norteamericanas como represalia a lo que esta nación ha hecho en sus territorios, creando un círculo vicioso de violencia que solo parece beneficiar a los grandes poderes, siempre interesados en entretener a las masas con un supuesto enemigo mientras se violan los derechos de las mayorías y se apropian de los principales recursos del planeta.
Muchos han calificado al EI como la plaga del siglo XXI. Pero esta calamidad ha sido alimentada por el odio que generan en el Oriente Medio a las invasiones, ofensivas militares, ocupaciones, robo de recursos naturales y humanos por parte de las naciones occidentales que «prometen ayudarlos», siglos de colonialismo y extremistas religiosos. Pero la noticia de esta semana, la que genera titulares en occidente, es la posibilidad de que la plaga esté «en la casa» de los estadounidenses.
(Tomado de Granma)
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