Expresión poética y musical enraizada en la identidad nacional, el punto cubano acaba de ser incluido en la exigente lista de manifestaciones que forman parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La declaratoria tuvo lugar este miércoles en Jeju, Sudcorea, donde sesionó el comité de la Unesco para la revisión de los expedientes presentados por los Estados miembros del organismo multilateral a fin de valorar las más significativas y vigentes prácticas que dan cuenta de las tradiciones culturales de los pueblos y garantizar su protección.
Al evaluar la presentación cubana quedó en evidencia no solo la autenticidad y arraigo de una manifestación originalmente cultivada, con diversas variantes enriquecedoras, en las zonas rurales del país, y extendida luego a los ámbitos urbanos, sino también su consecuente promoción a escala social en correspondencia con los principios democratizadores que animan la política cultural del Estado revolucionario.
Por definición el punto consiste en una tonada o melodía acompañada por la voz de una persona que canta composiciones poéticas en décimas, improvisadas o aprendidas. La Unesco ponderó su jerarquía como elemento esencial del patrimonio cultural inmaterial cubano, abierto a todos, que propicia el diálogo y expresa los sentimientos, conocimientos y valores de las comunidades que lo practican.
De linaje hispánico, a partir de la transculturación de tonadas y versos cantados traídos a la Isla por emigrantes españoles, sobre todo canarios y andaluces, el punto comenzó su andadura criolla en el siglo XVIII, de acuerdo con la notable musicóloga Teté Linares, y desde entonces, en continuo crecimiento y expansión, llegó a dominar la vida cultural de los campesinos, con sus melodías y un tratamiento temático que recorre desde la épica hasta el humor.
Acompañaron al punto en su incorporación a la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la ornamentación de las paredes de las viviendas por parte de las mujeres de Asir (Arabia Saudita), la danza kochari (Armenia), la comida dolma (Azerbaiján), el tejido de esteras de Sylhet (Bangladesh), la feria de la Alasita (La Paz, Bolivia), la ebanistería de Konjic (Bosnia y Herzegovina), las tradiciones para recibir en marzo la primavera (Bulgaria, Moldova, Macedonia y Rumanía), la música y danza de los guro (Costa de Marfil) y los cantos de trabajo del Llano (Colombia, Venezuela).
(Tomado de Granma)
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