Una joven canadiense de pelo rubio descuidado y ojos azules marchitos recorre de una punta a la otra un céntrico boulevard de Ottawa, la capital de uno de los países más ricos del mundo, pidiendo dólares para consumir marihuana; en Montevideo, Uruguay, un muchacho de unos 25 años, medio alocado, se propone como cuidador de autos por unos míseros centavos para comprarse un porro; en las capitales centroamericanas niños de 8 o 9 años asedian a conductores en los semáforos echando fuego por la boca como artistas circenses o simplemente extendiendo su mano para pedir limosnas en nombre de sus padres, quienes escondidos a escasos metros aguardan por el «premio» para adquirir droga y comida.
En Brasilia era diciembre, el centro político de la ciudad estaba prácticamente tomado por efectivos de seguridad y la prensa internacional, llegaba un nuevo presidente y al día siguiente tomaba posesión de su cargo. A pocos metros de la Cancillería, que sería uno de los escenarios de la celebración, un taxista alertaba no bajar las ventanillas para tomar fotos porque las pandillas de adolescentes «marihuaneros» salían de cualquier parte para asaltar a los turistas.
Son historias personales. Nadie me las contó ni las exageró. Además, no son hechos aislados en el mundo de hoy ni en los países donde los pude constatar.
Felipe conoció a su esposa española a través de un amigo que renta su apartamento en La Habana; se fue a vivir a Barcelona dejando atrás a su pequeña hija de ocho años y a sus padres. En su nuevo país comenzó a consumir marihuana sintética, cigarros de ese estupefaciente, o lo que apareciera. Tiempo después, de visita en Cuba y una semana antes de emprender el regreso, fue detenido en posesión de pequeñas cantidades de ese narcótico, que obtuvo a través de un traficante. El viaje terminó en la prisión, provocando además el sufrimiento y el trauma de su hija y de sus seres queridos.
Médicos internacionalistas cubanos cuentan y lloran historias de niños que, en Paraguay, Brasil, Bolivia u otras naciones sudamericanas, desde muy pequeños son apagados por la marihuana con distintos síntomas o quienes, al no conseguir la droga, inhalaron diluyentes, gasolina o trinina, murieron en sus brazos.
Un sicólogo uruguayo que brinda servicios terapéuticos a comunidades marginales en Tijuana, en la frontera de México con EE. UU., reveló en su investigación doctoral defendida en la Universidad de La Habana, cómo sus pacientes, aprovechándose de la legalización de la marihuana en estados fronterizos estadounidenses, cruzan la frontera para que les receten marihuana para el estrés y de esa manera mantienen la adicción y siguen deteriorándose física y mentalmente.
Comentaba que lejos de neutralizar padecimientos o traer beneficios, la legalización de esa droga en esos territorios había difundido más el consumo y multiplicado los problemas de salud.
Así lo revelaba también una investigación del Instituto de Altos Estudios de Seguridad y Justicia y del Observatorio Francés de Drogas y Toxicomanía (OFDT), que analizó el impacto de la legalización de esa droga en estados norteamericanos y Uruguay, publicado en octubre pasado.
Revela el estudio que «la legalización de la venta de marihuana a través de locales habilitados aumentó todos los indicadores de consumo a nivel nacional en Uruguay, además de no tener mayores efectos sobre el mercado negro».
Mientras que en EE. UU., la legalización contribuyó a aumentar el consumo de esta droga, sobre todo entre los usuarios ocasionales y regulares de más de 25 años.
A su vez, el relevamiento subraya «un alza importante de casos de hospitalización vinculados a presuntas intoxicaciones por cannabis en los dos estados estadounidenses».
Desde 1948 la Organización Mundial de la Salud (OMS) llegó a la conclusión de que el uso de cannabis (marihuana, hachís y aceite de hachís) era peligroso desde todos los puntos de vista: físico, mental o social. Más recientemente se les sumaron los denominados cannabinóines sintéticos (marihuana sintética o de laboratorio) aún más perjudiciales.
Expertos señalan que los síntomas de la intoxicación por esta droga aparecen lentos y duran más. Puede desencadenar enfermedades mentales muy graves. Su efecto más frecuente y socialmente más costoso es el llamado síndrome afectivo o amotivacional, expresado por una notable falta de interés ante todo, similar a la que se ve en formas severas de esquizofrenia.
Altera el pensamiento, crea dificultades con la memoria, la concentración e interfiere en el aprendizaje. También retarda los tiempos de reacción ante estímulos visuales y auditivos, altera la percepción del tiempo y hace torpe la coordinación.
Produce bronquitis y cáncer de pulmón, en proporción muchas veces mayor que la determinada por el tabaco. Asimismo, se han comprobado afecciones de la vida sexual y capacidades reproductivas, no solo por el desinterés que provoca, sino también por la reducción del nivel hormonal y movilidad de los espermatozoides. Tiene consecuencias catastróficas en madres adictas, como las malformaciones corporales en el bebé y la prematuridad.
Causa falta de coordinación y equilibrio, taquicardia, inyección conjuntival, resequedad en la boca y garganta y somnolencia. Puede ocasionar la muerte por trastornos del ritmo cardiaco.
La marihuana es una droga de iniciación entre los jóvenes, que hace función de trampolín hacia el abismo de otras sustancias aún más peligrosas.
En Europa, desde la década de los 70 del pasado siglo, se conoce de la existencia de un ciclo de consumo que empieza por la marihuana, luego se pasan indistintamente para otras más nefastas como el LSD, la heroína o la morfina. El final no es feliz con ninguna de ellas, apagan o matan.
CINCO DATOS SOBRE LA MARIHUANA:
1. La marihuana, cuyas propiedades fueron inicialmente consideradas poco peligrosas y con utilidad terapéutica, posee efectos reconocidos como catastróficos.
2. Es una droga dura que se incluye junto al alcohol y otras, entre las primeras sustancias sicoactivas capaces de transformar notablemente el comportamiento humano.
3. Quienes proponen la legalización deben valorar la repercusión en el hogar, laboral y comunitaria de los efectos cerebrales de esta droga, al bloquear el cerebro racional y liberar las estructuras y funciones más primitivas.
4. Hay suficientes informaciones científicas actualizadas sobre el desencadenamiento de esquizofrenia, deterioro cognitivo, acción cancerígena y violencia sorpresiva a causa del consumo de marihuana.
5. El consumo de marihuana antes de los 18 años reduce hasta en diez unidades el
coeficiente intelectual, y eso es irreversible.
(Con información de Granma)
K.R.M
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