Esa música es un himno de combate, intuyó el oficial español al frente de la plaza de la ciudad de Bayamo, y lo era, por mucho que su autor, Pedro Figueredo, Perucho, como era conocido, se lo negara.
Así, como un llamado al combate nació La Bayamesa, la Marsellesa de los cubanos, que meses después, el 20 de octubre de 1868, tendría letra y en una de sus sublimes estrofas afirmara que morir por la Patria era vivir.
De entonces acá, cuántas veces se ha escuchado en momentos cumbres de nuestra historia. José Martí, quien lo publicara en Patria, en 1892, calificó al “himno patriótico cubano” de “arrebatador y sencillo”. Recomendó el Apóstol: “¡Oigámoslo de pie, y con las cabezas descubiertas!”.
De boca en boca fue cantado en la manigua redentora, y de sus seis estrofas iniciales, quedó en las dos tan conocidas de hoy día.
El propio Perucho tuvo la precaución de escribir la letra y la línea melódica del himno. El valioso documento, fechado el 1ro. de noviembre de 1869, lo dedicó a la señorita Adela Morrel, quien lo conservó con mucho celo a fin de evitar que cayera en manos de los españoles.
Era tan cubano y tan patriótico que se impidió fuera cantado cuando el cambio de soberanía entre España y Estados Unidos, el 1ro. de enero de 1899.
Antes de salir hacia el Moncada, el grupo de asaltantes, con Fidel a la cabeza, cantó a viva voz el Himno de Bayamo. Inspirado en él, supo Haydée Santamaría que su hermano Abel no había muerto, ni tampoco su novio Boris Luis Santa Coloma.
En Girón fue canto de combate contra el invasor mercenario. También infundió espíritu de lucha a los milicianos que enfrentaron y vencieron al bandidismo en Cuba.
Muchas veces se ha cantado en la cima del Pico Turquino y de seguro estuvo en la mente y en el corazón del único cubano y latinoamericano cosmonauta. Más cerca del cielo imposible.
Más reciente, nos emocionó escucharlo cuando nuestra bandera fue izada en la embajada de Cuba en los Estados Unidos. Hasta la trompeta asombrosa de Alexander Abreu lo sublimizó aún más, si eso fuera posible.
Y es que el himno compuesto por Perucho Figueredo no es más que eso: cubanía, rebeldía patriótica, llamado al combate.
Su autor fue consecuente con la letra, música y espíritu del himno. Perucho estuvo entre los primeros conspiradores, y no más supo que el 10 de octubre de 1868 el propietario del ingenio Demajagua había proclamado la independencia de Cuba, reunió a sus más allegados y se dispuso a incorporarse a la insurrección. Entonces le oyeron decir: “Me uniré a Céspedes y con él he de marchar a la gloria o al cadalso”.
Alcanzó el grado de mayor general del Ejército Libertador, y estuvo entre los primeros en prender fuego a su casa, ante la inminente caída de Bayamo en manos españolas.
Marchó a la manigua, y allí enfermó de tifus, con lesiones en los pies que le impedían caminar. En esas circunstancias, fruto de la delación, fue hecho prisionero y conducido a Santiago de Cuba, donde fue juzgado y sancionado a pena de muerte por fusilamiento.
El 17 de agosto de 1870, se cumplió la feroz sentencia. Antes de ejecutarlo, las autoridades coloniales propusieron perdonarle la vida si hacía dejación de la lucha, lo cual fue rechazado con hidalguía por el insigne cubano.
Expresó así Perucho, el autor de nuestro himno nacional: “Siento la muerte sólo por no poder gozar con mis hermanos la gloriosa obra redentora que había imaginado y que se encuentra ya en sus comienzos”.
Y concluyó su arenga patriótica con una frase que luego la historia se encargaría de confirmar: “¡España ha perdido a Cuba!”.
Sus restos fueron depositados en una fosa común, en un lugar desconocido, pero en el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, se le venera simbólicamente en el monumento a los mártires independentistas del Virginius.
También en su Bayamo natal existe un monumento en su memoria, pero el mejor homenaje a tan insigne revolucionario se le hace todos los días cuando un niño cubano, un joven, un hombre o una mujer de esta Isla, entonan con devoción patriótica las bellas y patrióticas letras de su himno de combate, de su Bayamesa.
José Martí, el 25 de junio de 1892, reproduce en Patria el “Himno de Figueredo”, y en hermosas palabras escribe: “Patria publica hoy, para que lo entonen todos los labios y lo guarden todos los hogares; para que corran de pena y de amor, las lágrimas de los que lo oyeron en el combate sublime por primera vez. Para que espolee la sangre en las venas juveniles, el himno a cuyos acordes, en la hora más bella y solemne de nuestra patria, se alzó el decoro dormido en el pecho de los hombres. ¡Todavía se tiembla de recordar aquella escena maravillosa!”.
(Tomado de Cubahora)
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