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Cuando un médico pierde su nombre

Publicado el 29 abril 2018 en Noticias,Adelantos,Logros de la Revolución Cubana,Sociedad

Martiniano Dionisio Hernández Isás.

Por: Ailén Castilla Padrón

La hoja de vida de Martiniano Dionisio Hernández Isás en la Medicina comenzó a escribirse mucho antes de que tuviese un título en la mano, cuando todavía era un niño y anhelaba investigar, diagnosticar y curar con acierto. La inocencia de la infancia fue modelando su ojo clínico y no tuvo dudas: sería médico.

Seis años interminables, pero cómodos, le permitieron graduarse como Doctor en Medicina y llegar hasta el batey de Corojo, al límite de Ciego de Ávila [1] y Camagüey, de donde saldría solo para completar un Diplomado de Terapia Intensiva y partir, luego, para Pakistán al frente de los 104 médicos avileños que integraron el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias Henry Reeve [2].

Todavía recuerda la fetidez de los cadáveres bajo las ruinas dejadas por el terremoto, los hospitales de campaña que se irguieron entre el pánico, a las cubanas envueltas en turbantes por obligación, los desmayos por los intensos ayunos en el mes de Ramadán, las réplicas que lanzaban de rodillas a los pakistaníes despavoridos y, los rezos que seis veces al día sacaban a los médicos árabes del trabajo, incluso cuando el paciente estaba en shock.

“Cuba había donado 30 hospitales de campaña con máquinas de anestesia, equipos de laboratorio y ultrasonido, salas de terapia y medicamentos. Llegamos con eso, pero fueron seis meses duros porque vivimos en casas de campañas en medio de terribles nevadas que lo tumbaban todo y era necesario rearmarlo al amanecer.”

Allí diagnosticó el raro padecimiento conocido como Púrpura Trombocitopérica de Shleing Henoch, visto solo en los libros que describían entre sus principales síntomas a las lesiones cutáneas, abdominales, articulares y renales. Al niño, además, le bajaba la hemoglobina a ritmo acelerado por otras complicaciones intestinales.

También sería esta la primera vez que su sangre oxigenaría, extraída de brazo a brazo, una vida por ser el único en el campamento con capacidad para donar líquido del grupo B+.

— Asumió esta responsabilidad con 25 años ¿qué significó dirigir una brigada tan amplia en situaciones de contingencia?

Trabajábamos en equipo y siempre tuve mucho apoyo, sobre todo, de los de mayor experiencia. Sin embargo, fue un reto inmenso y un compromiso porque había que resistir y cumplir la encomienda de salvar vidas. Hubo que adaptarse a trabajar en campaña y con lo que teníamos a mano.

— Venezuela, Brasil y Bolivia ¿qué experiencias recuerdas?

Durante mi estancia en Venezuela un cooperante tuvo una alergia alimentaria y a las 4:00 de la mañana recibí la llamada de la enfermera para alertarme que tenía un edema de la glotis. Tuve que practicarle una traqueostomía de urgencia con un bolígrafo y poner una agujita para entrar al salón. Por teléfono, siguiendo las indicaciones de un cirujano, inicié los primeros procedimientos quirúrgicos hasta que él pudiera llegar a terminar la operación.

“Lo otro que no olvido ocurrió en Bolivia. Estábamos sin corriente y llega una señora de parto, en período expulsivo, a pedir ayuda a la Brigada Médica Cubana.

No había ginecólogo y tuve que asumirlo con una enfermera. La paciente nunca había sido atendida por un médico, era su primer parto y no sabía, siquiera, el tiempo de gestación.

Con dos lámparas encima del jeep hicimos el parto. El niño nació sin complicaciones, pero percibí que la altura uterina se mantenía alta y, de repente, sobrevino otro bebé.”

— ¿Has pensado cursar otra especialidad?

Inicié la especialidad de Neonatología, pero no la terminé. Me gusta la Medicina Interna por ese afán que tenía de pequeño, no de averiguar lo que tenían adentro las personas, sino de diagnosticar y sanar. Cuando llegue el momento ideal lo haré.

— Alguna máxima en su proceder…

Siempre hay algo que hacer por un enfermo, cuando no puedes salvar la vida, al menos, se alivia el dolor. En esta profesión nadie se acostumbra a la muerte porque constituye una derrota médica. El día que me toca dar esa noticia no logro poner la cabeza con calma en la almohada. Siento que la muerte me ganó.

— ¿Que no se olvida de una misión internacionalista…?

No olvidas a la gente, las costumbres de cada país, las comidas típicas, y aprendes mucho de lo bueno y de lo malo. Por ejemplo, en la zona de Pando [3], conocido como el paraíso de la Amazonía boliviana, las mordidas de serpientes son comunes y traté enfermedades totalmente erradicadas en Cuba como la fiebre amarilla, la fiebre tifoidea, la leishmaniase y el chagga. Tampoco olvidas la pobreza y el agradecimiento de los más humildes.

— Tantos años fuera de Cuba ¿qué es lo que más extrañas?

Extraño el bulevar de mi ciudad y que una vez fuera de Cuba pierdo mi nombre, dejo de ser el doctor Martiniano, o Dionisio, para apodarme “el cubano”.

(Tomado de Invasor [4])


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[1] Ciego de Ávila: http://redaccionmr.cubadebate.cu/etiqueta/ciego-de-avila/

[2] Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias Henry Reeve: http://redaccionmr.cubadebate.cu/etiqueta/brigada-henry-reeve/

[3] en la zona de Pando: http://lapatriaenlinea.com/index.php?t=pando-el-paraiso-de-la-amazonia-boliviana-primera-parte¬a=115401

[4] Invasor: http://www.invasor.cu/es/secciones/sociedad/cuando-un-medico-pierde-su-nombre-post

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