Carlos Marx fue un sabio polémico y batallador, y no un erudito académico, cuyo nacimiento, el 5 de mayo de 1818, en Tréveris, al suroeste de Alemania, recordamos este día.
Es un pionero de la comprensión de los mecanismos fundamentales que rigen el funcionamiento de la sociedad moderna, y dedicó su pensamiento, su palabra y su pluma, a la transformación del mundo.
Paradigma del proletariado, genial pensador de su tiempo, Marx una de las más excepcionales inteligencias que ha conocido la humanidad; y al mismo tiempo fue un hombre sencillo que creó una familia hermosa y una obra imperecedera. También fue humilde y generoso, entregado a la salvación de los humildes. El biógrafo de Marx, Franz Mehring, señaló que “compartió toda su vida la suerte del proletariado internacional, no sólo por la penuria en que siempre vivió, sino también y sobre todo, por la inseguridad y zozobra de su existencia”.
Los enemigos del marxismo han tratado de desviar la realidad de su pensamiento y aparentar que Carlos Marx en sus obras sólo se refirió a la economía. Son los enemigos los que tienen ese sentido reduccionista interesado y lo interpretan con este único criterio economicista. Pero el profeta del Marxismo no nos habló sólo de economía. Sus geniales descubrimientos sociales se refieren a la Economía Política y tienen un fundamento filosófico y estructura social; nacen de una cultura ética: la redención universal del hombre, del ser humano social y personal.
José Martí analizó muy bien a Marx al decir: “Puesto que se puso al lado de los débiles, merece honor”. El Apóstol sí comprendió muy bien el sentido ético de su quehacer político. Lo apreció al actualizarlo en su función del quehacer político y de los intereses generales de la humanidad, no sólo en el aspecto económico, a pesar de ser importante, pero sin excluir la libertad y la independencia de los hombres y de sus respectivas patrias.
Para el pensador alemán, como para el Maestro cubano, la cultura social es la más abarcadora y más necesaria interpretación para la libertad y la independencia de los pueblos. La relación entre economía y cultura explica que los hombres más desarrollados intelectualmente promueven el arte y la cultura dentro del esquema clasista y el sistema social.
La esencia de ese problema está en que, en la relación entre el productor y el consumidor, la cultura, el arte, y los medios masivos de comunicación, desempeñan un papel cada vez más destacado en el seno de las sociedades: se utilizan a favor o en contra de las ideologías de las clases, lo cual vemos perfectamente en la actualidad con los novísimos medios modernos de comunicación virtuales, en nuestra América y en el mundo entero. Resultan medios capaces de engañar a las masas y destrozar gobiernos progresistas que benefician a esas masas.
La obra cumbre de Carlos Marx es El Capital y se ha convertido en una de las tres más editadas y divulgadas en el mundo entero: La Biblia, El Capital y El Principito, esta última, una obra literaria del aviador francés Saint Exupery.
Federico Engels, que con su entrañable amigo Carlos Marx, crearon el marxismo, dijo que: “Si Ricardo Corazón de León y el rey francés Luis Felipe se hubieran dado cuenta de que era más útil para sus intereses, el libre cambio, que enredarse en Las Cruzadas, le hubieran evitado al mundo siglos de miseria y de sangre en terribles carnicerías”.
Todo ello recuerda aquella advertencia de nuestro Fidel Castro a las oligarquías norteamericanas, de que “tomaran medidas a tiempo, antes del colapso total del mercado y del clima, pero a los generales del Pentágono les falta lo mismo: cultura”.
En este 200 aniversario del nacimiento de Carlos Marx, el creador de una ciencia, no una receta universal, lo recordamos convencidos de la utilidad de retomar su pensamiento por los revolucionarios del mundo, y aplicarla y enriquecerla creadoramente, según las condiciones y circunstancias de cada lugar porque ahí radica el secreto de su éxito, su fuerza y frescura, y así mismo para que los enemigos de sus ideas y de los pueblos no lo tergiversen en interés de sus beneficios, que resultan contrarios a los intereses de las masas trabajadoras del planeta. Ya Marx lo había descrito así: “No puedo consentir que la sociedad burguesa convierta al proletariado en una máquina de hacer dinero para ellos”.
(Tomado de 5 de septiembre)
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