Por estos días, el ojo del huracán, como habitualmente referimos para hablar de lo que ocupa la atención de todos, se localiza en la Reforma a la Constitución de la República de Cuba.
La reforma constitucional, además de actualizar las relaciones que se materializan entre la base económica y la superestructura social; se perfila como un espacio para dotar de legitimidad a la proyección de desarrollo que tiene como meta-fin el socialismo próspero y sostenible.
En las actuales condiciones, alcanzar esa meta-fin, supone, entre otros elementos, considerar las vías y métodos para lograr la socialización de la economía y la política. Aspecto que demanda un análisis en torno a la reestructuración, reorganización y ordenación de las relaciones sociales y la distribución de las riquezas.
En este sentido, la reforma constitucional, como mecanismo de «autodefensa» de la Constitución en el país, se concibe como ocasión propicia para alcanzar mayores consensos en la sociedad.
Reformar la Constitución genera un compromiso y diálogo entre la generación histórica de la Revolución y aquella que la releva en el ejercicio del poder político. Implica cambio, transformación, al tiempo que lealtad a los valores y principios fundacionales que pautan una sociedad diferente.
Modificar la disposición normativa de superior jerarquía política y jurídica para atemperarla a la realidad social es un aspecto necesario, solo si se parte de su carácter normativo. La supremacía constitucional se erige en elemento cardinal para la sociedad cubana actual.
El camino de la reforma constitucional, de forma especial dentro de él, la etapa deliberativa –y en este caso de consulta popular–, debe ser expresión democrática y se mide, entre otros, por los principios de la mayoría cualitativa, la participación popular, la publicidad, la transparencia, la contradicción, el debate profundo, respetuoso y el control permanente.
La consulta en torno a la reforma constitucional ha de comprenderse como una oportunidad de fertilizar conceptos propios y originales, adaptados a nuestro entorno y que tributen a la consolidación del socialismo cubano.
La consulta popular implica un razonamiento apegado a la lógica democrática del poder popular y que indica que debe ser un fenómeno armonizador y aglutinador de todos los sectores sociales y de expresión de sus intereses.
Para Cuba y los cubanos, se configura como capacidad de ser, de tomar parte del futuro. Las instituciones estatales, organizaciones de masas, sociales y políticas facilitarán un escenario donde el contenido de la reforma, aspecto transcendental para el pueblo, transite por una cabal comprensión, que permita decidir. Como decía el apóstol: «… no puede votar sobre la Constitución quien no sepa leer en ella».
La ciudadanía debe tener un papel activo, utilizar los métodos propicios que permitan conocer, satisfacer dudas, realizar interrogantes y plantear sus preocupaciones.
Es importante en esta etapa evadir que los ciudadanos cubanos nos concentremos en solo un artículo o una parte del articulado. Lo principal es que se realice un balance en torno al contenido que encierra el anteproyecto en su conjunto y –en consecuencia– actuar.
En este proceso de consulta popular, pensar en sociedad y sus actores se revela como elemento sustancial para Cuba. Deben fomentarse diálogos interdisciplinarios y multidisciplinarios entre diversas áreas del conocimiento. Esto responde a la necesaria articulación entre ciencia y toma de decisiones políticas.
En la consulta popular las miradas no deben ser independientes, enclaustradas en mimetismos, copias, ni en reglas exactas; en sociedad lo absoluto puede resultar relativo o viceversa.
Se debe pensar con integralidad, porque «pensar es servir», pensar bien, pensar para cambiar todo lo que deba ser cambiado, pero siempre con la premisa de mantener los logros sociales, derechos de los ciudadanos y sus garantías, así como los principios cardinales de la sociedad cubana, aquellos que heredamos del pensamiento y la acción de los hijos más iluminados de esta tierra, aquellos que estamos compelidos a defender en el presente, actualidad que nos recuerda, constantemente, ante el peligro de perdernos en el horizonte, el deber de garantizarlos para el futuro.
La consulta, en tanto popular, es de todos, con todos y para todos. Todos debemos tener como premisa para el análisis del anteproyecto, la máxima martiana que encabeza la Constitución cubana de 1976: «Yo quiero que la ley primera de la República, sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre».
*El autor de este trabajo es Profesor de Derecho Constitucional y Administrativo de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.
Puede adquirirlo en formato impreso en los estanquillos o descargar su versión digital en los sitios web de los medios de comunicación del país. Lea con cuidado la introducción al análisis que encabeza el documento, y que puede serle muy útil para ubicarse en el contexto y hacerse una idea general de las formulaciones. Repase con detenimiento el preámbulo y los 224 artículos: subraye, marque, anote sus dudas, opiniones, propuestas. El glosario de términos al final del tabloide es una herramienta provechosa.
Una nueva lectura a la Constitución vigente –proclamada en 1976 y reformada en 1978, 1992 y 2002– le dará más claridad sobre las transformaciones propuestas: qué se mantiene, modifica o elimina; y le posibilitará formarse una opinión más sólida. También le puede resultar ventajoso volver sobre los debates que sostuvieron acerca del proyecto los diputados a la Asamblea Nacional, y que la prensa impresa publicó, y a los documentos derivados del VII Congreso del Partido.
Aunque escuchar a sus vecinos o compañeros de trabajo en el momento de la reunión de consulta de seguro le suscitará nuevas ideas, le será provechoso listar (de forma mental o escrita) las dudas, opiniones o propuestas que desee hacer constar en ese momento, así evitará dispersarse o que se le quede algo por decir. Es necesario enfatizar en que la Constitución es un texto de mínimos, y no puede abarcar aquello que las leyes deben definir.
La reunión de consulta no es un espacio para enfrentar posiciones, ni para votar a favor o en contra. Todas las opiniones serán recogidas y tomadas en cuenta; por eso, escuche con respeto los criterios de los demás, aunque no concuerde. Cada ciudadano cubano está en el derecho de participar. Las consideraciones divergentes le pueden dar nuevas luces sobre un tema, o reafirmarlo en su posición.
Si quiere respaldar un artículo determinado, no crea que porque nadie se pronuncie en contra se hace innecesaria su intervención. Apoyar un contenido es válido, y usted no estará presente en el resto de las reuniones del país, donde sí puede que difieran de su posición. No olvide que su actitud contribuye a la formación del consenso: el desacuerdo con un aspecto no invalida el resto del contenido.
(Tomado de Granma)
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